Como muchos Colombianos, Robinson es un colaborador asiduo de La Otra Gaceta y antes de Alforja, aquí una muestra de sus versos.
24 poemas
de
Robinson Quintero Ossa
5 poemas sobre la infancia
ALUMBRAMIENTO
De niño, yo intentaba tocar con mi mano, tendida en la oscuridad, la pared junto a mi cama, cuando despertaba con miedo. Adentro los ojos abiertos en el silencio, temerosos de mirar, y afuera la mano extendida buscando el asidero.
Como si desde el comienzo me hubieran abandonado en medio de la noche; como si viniera desde siempre extraviado de la mano de alguien.
DE LA INFANCIA
El abuelo enfermó en un cuarto oscuro y estrecho del que no salía. El parlante de un transistor sony de pilas, bien pegado a su oreja, le traía las noticias del mundo.
El dormitorio tenía una ventana con sus cortinas siempre corridas, la cama, una silla incómoda -destinada a las visitas-, y el mueble donde la lucecita del radio titilaba día y noche junto al velador.
Su comida enfriaba en las bandejas antes de ser probada, y en el cobertor, la bajo alfombra y alrededor de las patas de la cama, las migajas caídas de su plato.
Cuando aceptaba compañía, hablaba poco; después el silencio fruncía su gesto, daba el morro a la gente y se dormía.
Su cara permanecía siempre hinchada de agua, y su vientre hinchado de agua, y las plantas de sus pies y sus manos. La abuela le mojaba las comisuras resecas y cuarteadas con un trozo de hielo y el abuelo chupaba la escarcha con la prisa de un niño.
Desde entonces no meditó el balcón, ni paseó los corredores, ni subió a las terrazas. Se hacinó en su pieza donde, tosegoso, asfixiaba, pedía ayuda malhumorado y se quejaba con frecuencia del fuerte ardor de sus orinas. Se entregó a la medianoche interminable, acompañado apenas por las voces de los locutores de radio y mirando un punto fijo en el techo boca arriba con los ojos cada vez más ciegos.
Después de su muerte, el dormitorio permaneció cerrado, visitado apenas por la abuela que entraba con sigilo para asearlo y demoraba sacando trastos viejos.
Los niños seguíamos jugando en los corredores, y a veces oíamos, desde la pieza cancelada, quejas, toses, el verter del orín en una bacinilla y el ruido de una onda radial mal sintonizada, como si el abuelo no hubiera muerto y siguiera allí, anunciándonos que la infancia aún no había terminado.
DESVELO
El hermano yace del otro lado de la cama. Alta noche y con la luz apagada, hablamos mientras llega el sueño. La madre ha puesto en orden las cosas que compartimos: cobijas, almohadas, las cortinas descorridas. Muy pronto, uno de los dos dejará la casa; ¿cuál primero?
Esta noche el hermano descansa del otro lado de la cama, y ceñidos los dos por la misma sábana, calentados por la misma manta, estamos desvelados bajo el mismo techo.
-Ya crecimos; es preferible envejecer por separado, lo más distantes posible.
Siento de pronto cómo oprime su sien la almohada; su cara medio oculta por la cobija es sueño y sombra.
No tiene todavía el rostro pálido el orificio de la bala en su frente.
Todavía hablamos mientras llega el sueño…
ESPÍA
La tía desnuda en el baño, por la puerta entreabierta, se muestra. Y yo no debería permanecer ante la hendija. Pero en el chorro sus nalgas brillan en un extremo de lo blanco y mientras las mueve se ciñe al agua.
Por los corredores de la casa merodea alguien -tal vez me sorprenda-. Pero en el baño la tía se da vuelta para que vea cómo abunda en su entrepierna el vello.
De pronto me apunta con sus ojos: prueba que sigo, tras la puerta, mirando.
MUDANZA
Salieron los cubiertos y los manteles que nos atendieron en la diaria reunión de las voces, las repisas y las lámparas que decoraron el bajo cielo de la casa, los libros embalados en cajas de cartón, el polvo y los espejos, las plantas que dieron fiestas en las ventanas, los veladores y los sueños. Después cargamos las cosas más pesadas, el cansancio, lo vencido, dejando para el final a los muertos, que aferrados a las barandas o escondidos en los sótanos del patio, se resistían a salir por la puerta.
Más graves aún de peso, los trasteamos como pudimos entre todos.
5 poemas sobre la poesía
HOMBRE QUE DA UNA VUELTA A SU CASA
La poesía no tiene horario
La poesía se escribe no cuando uno quiere
sino cuando ella -la poesía- quiere
dicen
Esto me digo mientras camino
y pateo una piedrita
calle abajo
una y otra vez
la misma piedrita
Dios puede ser cualquier cosa
incluso una piedra en el camino
-dicen también
Y me lo digo como quien no tiene
para decir
algo inusitado sobre una piedra
que se patea en una calle solitaria
Darle a la piedra es todo el asunto
de esta tarde
sin asunto
pues no hay qué hacer
y la poesía no tiene horario
La piedra golpea otra piedra y no canta
no llena el universo
Es nada
diría uno
en el camino que lleva a casa
TRUPILLO
Se escribe un día un sencillo poema que es, para el poeta, sombra desde donde mirar el mundo en medio de tantas luces que lo ciegan.
Trupillo: árbol con visera. Como tú con las ramas el poema con las palabras, parte y reparte la sombra.
Y ella se derrama.
VANO
En la sepultura abierta de pronto un pequeño
esqueleto:
los huesos
las piezas
de un despojo prematuro
como signos
como gestos
de un texto insuficiente
POEMA CON NARANJAS
Para Luz Eugenia Sierra
Las naranjas en el aguacero
perladas de resbalosas gotas
como suspendidas en la bruma
No pierden su llamarada
Más amarillas irrumpen en el verde
en las húmedas varas
en el color del agua
Me acojo a su alegría que escampa
Amo este sol entre la lluvia
POESÍA EN EL CUARTO
Una leve brizna de hierba me acompaña
sólo ella para la noche
suspendida en un jarrón sobre la mesa
Miro su verde pelusa
el frágil tallo que se balancea
su misterio sin perfume
sin ostentación
que nada diría en el tramado de los pastizales
Sin embargo vela conmigo
lleva la fatigosa soledad liviana
esta leve brizna de hierba
suspendida en un jarrón sobre la mesa
5 poemas sobre el viaje
LA OTRA ÍTACA
Siempre se ha dicho:
el camino es largo
Para arribar a tal o cual Ítaca
hay obstáculos
extravíos
y pocos atajos
Se necesita de algo más que ardentía
y arrojo
Y se dice también
que al final de la ardua jornada
espera a cada uno la recompensa:
la paciencia es hermosura
después de la niebla hay sol
sacrificio añade sabiduría
Pero sé de lugares jamás encontrados
en los que el hombre ha quedado
en la intemperie
Si no es la dicha el mismo camino
si no es cada paso el puerto
no lo emprendas
No siempre se nos espera
No todos llegamos a tiempo
BUSES
Sigo los buses que viajan veloces en la noche
cuando la tiniebla es más cerrada
y apenas los distingue
el destello de las luces
No dicen a dónde van
ni de dónde vienen
y a nadie dan razón de los asuntos de sus viajes
Pasan simplemente
cada vez más rápidos
y distantes
Sigo sus faros que trasnochan
y centellean
entre las montañas
hasta extinguirse
Las estrellas cumplen arriba
su destino
Pero más hermosa que la luz
inmóvil
es la luz que huye
LOS PASTIZALES
Hacia las autopistas del altiplano, por parajes sucios de lluvia y de neblina, suben los camiones de ganado después de recorrer las rápidas planicies de los valles. Conducen desde las ferias de los pueblos hasta los mataderos de la ciudad, las reses marcadas para el sacrificio. De día y de noche trepan morosamente la cuesta, sus carpas azotadas por los ventarrones de la montaña y sus carrozas sacudidas por los resaltos del pavimento: los novillos, en el encierro sofocante, se empujan unos a otros, se atropellan contra los barrotes de las jaulas, escarban el cisco maloliente y, tal vez excitados por las fragancias que llegan del campo, embisten con sus astas las compuertas.
AYUDANTES
Desde niño admiré su osadía de viajar
colgados del borde de las puertas
de los buses
asidos a una manija por una mano de aire
Equilibristas de la carretera
a quienes el viento les ceñía una máscara
Trotamundos que sortean el filo
de los precipicios
Ubus-Ubus: pájaros de una sola ala
los llamaría Apollinaire
PASAJERO
El que es pasajero y nunca emprendió viajes
a esos lugares de donde llama
su alma
viaja ahora en este poema
5 poemas sobre los oficios
PELUQUERO
Sólo ante un dios inclina uno la cabeza
y cierra confiado los ojos
Sólo ante un dios entrega uno sus pensamientos
indefenso y sin miedo
El poema es el oficio de las manos de un hombre
Un dios sostiene firme el pulso del peluquero
EL MALABARISTA
La poesía es también la experiencia del poema
O si no observa al malabarista
Con qué habilidad mantiene
sus esferas en el aire
sin que caigan al suelo
Cómo lanzándolas a su suerte
lejos de sus manos
regresan obedientes a él
convocando el asombro
DENTISTA
Si hay algo digno de elogiar en el dentista
es la manera como ante el infierno nos tiende
la mano
salvándonos del dolor
Si hay algo digno de admirarle es cómo cumple
su promesa
de dejar la sonrisa a flor de labios
lista para despedirnos
Claro
pero antes
está la mota de algodón manchada de sangre
CANCIÓN DEL CHOFER EN EL PARABRISAS
Ante mí veo lo que un día se borrará para siempre:
colinas de altos pastos rojos
un río de brillantes peñascos
una montaña escasa de luz
y otra cumbre más distante donde ya es la noche
Un cielo color granate
y un viento que entra con sus pájaros en el crepúsculo
también de viaje
El temblor de los platanales por la carretera
las aguas estancadas en las zanjas
los abismos por los desfiladeros
El oscuro sonido que se hace debajo de los árboles
y la última luz viva de la tarde
todo en viaje hacia la noche
Ante mí veo lo que un día se borrará para siempre
TRABAJAN TANTO LOS CARPINTEROS DE ATAÚDES EN MI PAÍS
A mañana y tarde
en día laboral y festivo
sin vísperas
miden
trazan
cortan
Sin importar para quién
sin importar si es el propio
cofres lisos
unos
y ásperos
otros
Como peones al mando
del más severo Señor
taponan
pulen
empañetan
a prisa
En las noches oímos
sus garlopas que alisan
tabla a tabla
sus martillos que oprimen
clavo
a clavo
Con las manos llenas de polvo
con los rostros sucios de aserrín
cantan:
¿son más los de arriba?
¿son más
los de abajo?
De sol a sol trabajan
los carpinteros de ataúdes
en mi país
4 poemas sobre el amor
ALTO AHÍ
El amor es un atracador
No sabes en qué momento te asalta
ni en qué lugar
ni de qué modo
ni con qué porqués
El amor es un atracador
Y sabes que no pide la bolsa
sino la vida
No se conforma
con cosas de valía
el amor
Y desconoces si lo volverás a ver
Y desconoces si te devolverá lo hurtado
Agazapado en la sombra
está el ladrón
que te asaltará la vida
ADAGIO DE ADAGIOS
Me escapé de una ruidosa fiesta con una de las sombras de la noche, jalonado por los bríos del alcohol y del deseo, en un taxi que cruzó como otra sombra la ciudad.
Sombra de piel blanca y pelo negro, los colores del cine tienes -le susurré-. -No me alebresta el alcohol sino el deseo-, me contestaba, despintando la noche con el labial de su voz.
Y a su cuerpo a contravía de la luz, como a un objeto sin apariencia, como a un espejo sin imagen o como a un lienzo sin color, le di mi claridad.
Pero con las sombras de la noche siguiente, otra sombra -salida de no sé qué escondite-, me madrugó.
Aprende de esta historia, un adagio de adagios: asaltador asaltado es el amor.
GRAFÍAS
Esos nombres escritos por los enamorados
en la pintura de los asientos
de los buses
con una moneda
la punta de un lápiz
o el filo de una uña
Esos mensajes grabados toscamente
en un corazón
deforme
para que queden por mucho tiempo
a los ojos de todos
Esos amantes que sellaron así
una unión
quizá no se amen hoy
y éstas sean grafías mustias
de un tiempo de esplendor
Lo más probable
es que muchos de esos nombres se escriban
por separado
en corazones distintos
o solitarios
en otro asiento de otro bus que cruza triste
el anochecer
SIN AMOR
Camino por los baldíos de la ciudad
me complazco con el ruido de las hojas
silbo a los pájaros
espanto a las palomas
Sin amor canto en medio del mundo como en el centro
de un solar antiguo
traigo otra vez a casa mis afanes
miro desde mi ventana las horas
permanezco
persevero
doy de comer a las palabras
Robinson Quintero Ossa
Nació en Caramanta, Colombia, en 1959. Poeta, ensayista y cantautor. Libros de poemas: De viaje (1994), Hay que cantar (1998), La poesía es un viaje (2004) y El poeta es quien más tiene que hacer al levantarse (2008). En 2008 publicó también 13 entrevistas a 13 poemas colombianos [y una conversación imaginaria]. Los poemas publicados aquí pertenecen a los libros anunciados y a obras inéditas.
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