El trabajo poético de Isolda Dosamantes, persuade las emociones de un lector en busca de adoptar nuevas anécdotas poéticas para su registro humano. La poeta se permite desdoblarse en cada uno de sus versos, llevándonos de la mano, al tiempo que se autodescubre y muestra su identidad a través de su memoria.
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Coordinador de la sección: Guillermo Carballo
Esta singular poeta tlaxcalteca se atreve a ser flor, lluvia, a veces viento, hablar con duendes y amores, convertirse en águila, planeta, tierra y silencio. Consigue también retratar al hombre desde la autenticidad, por lo que su poesía resulta una fusión entre el recuerdo y la necesidad de guardar un registro para justificar la existencia del hombre. Así la poeta se atreve a convertirse en pájaro – serpiente – ballena o sueño lúcido. Un recuerdo que va incrementándose al ritmo de su madurez poética, o del delicado tejido erótico que se esconde entre los diversos contextos poéticos y rincones de la cotidianidad humana que transforma en poesía. La sencillez tan poderosa como efectiva a lo largo de su obra, resulta convertirse en su principal virtud poética.
Isolda Dosamantes nació en el estado de Tlaxcala, México (1969). Académica y poeta. Ha publicado Paisaje sobre la seda (México, Verso Destierro, 2008), Gótico Florido(México, Mub editoraz , 2001), Altura Lustral (Sinaloa, El jején africano, 2001) y Utopías de Olvido (Tlaxcala, ITC, 1997). Ha sido incluida en antologías como: 40 barcos de guerra (2009), Nectáfora, Antología del beso en la poesía mexicana (2009), Animales distintos (2008), La canasta, Antolhology of latin american women poets (Zignos, 2008),Musa de Musas (Literal,2008) y Para tu exclusivo placer (México, 2007). Becaria de la Fundación Alberti (España), del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y del Instituto Tlaxcalteca de la Cultura. Sus poemas han sido publicados internacionalmente en países como Estados Unidos, China, Canadá, Costa Rica y México.
Poemas del libro Paisaje sobre la seda
Espada del infierno
¿Con qué piel debo enfrentar los gritos del viento en mi cabeza?
no sé quien soy
desde la noche en que tomaron mi cuerpo para herirme
(a cuatro manos ulceraron mis ramas
a cuatro gritos lloré en la penumbra de sus rostros
en el silencio más recóndito del día
en el anonimato más insoportable
en la cobardía más limpia del escombro)
hice como si no pasara nada
y en mis ojos nació una nube
oscuridad continua
espada del infierno
acuchillándome constante
¿con qué piel debo limpiarme del romero
para recuperar el reflejo cristal de mis pupilas?
Brujería
Cuando te nombro
caen una a una estrellas verdes
una cana, dos, diez años,
retoño de los sueños
veinte años y regresas.
Te escucho pintadas las ojeras.
Caminaríamos una calle juntos
si no fueras aceite que quema y se consume.
Del barro nos fundimos espirales
las sábanas de hotel
se agitan a distancia.
Eres sólo un mal día
dolor de espalda
un peso que no quiero tener.
Con este conjuro te ordeno que te vayas.
Flor de loto
I
Si alguna vez amé quisiera recordarlo,
sentir el aleteo,
luciérnaga entre milpas
gacela en pastizales.
A veces quisiera un rostro cerca
de mis labios
y caminar las olas,
jugando con el mar.
Tan sólo soy un pájaro
que vuela libre
y busca entre sus vuelcos
una rama en que abrigarse del calor.
II
Soy una mujer
en busca de algún lago.
El Lago Oeste viene hacia mis ojos
es parte de mi cuerpo,
en su tiniebla me acurruco.
El lago me refleja
en sus sauces llorones.
Soy flor de loto que renace
en medio de sus hojas,
rodeada de llovizna
soy sirena
y con mi tono de colores,
encuentro una canción al centro de mi vientre.
Camino bajo ocotes
Cuando se escuchan las milpas secas
y danzan sobre el oído
tu voz se acerca en el crepúsculo
que pone a brillar a los maizales.
Cuando el viento imprime su toque de elegancia
en cada surco de la tierra
y comienza la lluvia
un aroma surge para invadir
el aire que respiro.
Cuando camino bajo ocotes
entre el aroma inundado de barro
y la primera estrella de la tarde
tengo la certeza de estar viva.
Cuervos en la memoria
Mis manos danzan sobre tu espalda,
y nace en mis ojos un brillo de alegría,
es un goce el aroma de tu piel en mis cabellos
es río que nace en mi entrepierna.
En la penumbra de la luna
cuando nuestros cuerpos encuentran el sosiego
soy dichosa de tan libre,
en cada paso la certeza de la luz.
Soy una luciérnaga constante,
burbuja de tus labios
con esa forma sutil de tus miradas.
Soy la bella emperatriz de tus anhelos
gacela entre montañas,
tu cáliz y tortura.
Soy gacela, luciérnaga, burbuja
soy veneno, emperatriz y lágrima
en el instante que me estrello con tu olvido.
Soy vértigo, ensoñación del aguamala
y busco en los escombros
descubro entonces el otro lado de mi piel
y me estremezco.
No sé cuando te perdí, ni donde reencontrarme
¿dónde el brillo de luciérnaga, en qué beso, en cuál esquina?
Y soy pescado de mil cañas.
Y soy pescado de bambúes y de carrizos
soy pescado
y me recuerdo en la sonrisa de una niña.
En la cantina
Bastó con iniciar el ron primero
una copa tras otra,
carcajadas,
un día sobre otro en otra cama,
una cerveza en la mañana,
un caldo para calmar la sed,
a la cantina,
un bolero de José Alfredo,
flores para la culpa,
cochecitos de carreras,
platicar con las banquetas,
un vaso más de ron y otro mañana;
una boca que pasa sus labios sobre tu rostro
otro ron y desvestirse en el disfrute de los cuerpos
que dan pena de tan torpes que caminan.
Por un amor
Ojalá pudiera nombrarte.
Sobre tu pecho un amuleto incandescente.
Eras el fuego de la mesa
incendiabas la sala con tu voz:
cantabas las palabras de un poema
tus ojos-águila atravesaban a la gente
hasta encontrarse con los míos,
después fue caminar en círculos,
entre calles nocturnas
y sonrisas sonámbulas,
amanecer en otro pueblo,
comer para amainar la cruda,
andar por las fuentes de Durango
y despertar al sol en la ciudad.
Te me perdiste.
Pasaron días que se hicieron años
sólo tu voz en las revistas.
Hasta una tarde solitaria
cuando desandaba en Álvaro Obregón
el abrazo feliz al encontrarnos:
tu veste de mezclilla y tu amuleto,
unas copas de tinto en nuestros labios
y tus ojos-águila que cruzaron mi saliva
provocaron el fuego de mi vientre
y fuimos con urgencia hacia la noche
para bebernos todo el vértigo de años.
Sin cuestionarnos el tiempo por venir
ni el viento rondando nuestros cuerpos
sólo fuimos dos lazos hechos nudo
cuerdas girando en los sabores de la carne,
nos sorprendieron las horas del deseo,
llama desnuda de las pieles,
fue tan perfecto
que esta noche solitaria del otoño
hago un brindis con té verde
en memoria de tus besos.
Un canto
Quiero que llegue el mar, ser agua,
ser agua por un mes hasta librarme;
ser liebre, liebre, liebre, libre y danzar
desandar los nudos y bailar un ritmo nuevo,
sacudirme de las fuerzas oscuras
encontrar al duende
hablar con la musa
despertar al ángel
llegar al veste de la diosa y verla cobijarme.
Sentir que me abriga para callar el viento en mi cabeza
y poner las palabras en mi pluma.
Al viento
Sé que el camino andado está y quisiera volver hacia algún punto
hacia el lugar donde perdí la fuerza
quisiera tener voz y gritar a cuatro vientos mis canciones
facilidad perdida en algún sitio:
quizá el duende me hurtó
la musa esta enojada
el ángel ocupado
y la diosa
la blanca mujer omnipotente
me mira desde allá, desde occidente
con lástima de mí
por mi silencio.
Una lágrima
se hace piedra en la garganta y estropea
el brillo incandescente de unos ojos.
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