Raúl Zurita escribe sobre la obra de esta autora chilena, destacando su capacidad de entreverar lo público y lo privado para evidenciar las cicatrices del alma.
Astrid Fugellie
LA GENERACIÓN
DE LAS PALOMAS
Raúl Zurita
Desde Los Círculos hasta este último libro La generación
de las palomas, Astrid Fugellie ha escrito una obra que, junto a
ser una de las más fuertes y originales de la poesía chilena de
los últimos años, nos muestra una cara del mundo que no había
sido antes revelada; esa cara donde la historia personal y la
historia colectiva se inundan mutuamente señalándonos que
no tenemos más remedio que vivir vidas que son el mundo,
que representan las tramas de ese mundo porque, aunque lo
público, es decir: las grandes representaciones, la cultura, la
política, la economía, desdeñe nuestras historias, nuestros íntimos
dramas, miserias o alegrías, toda vida privada es siempre
colectiva. Los 21 testimonios que conforman La generación
de las palomas nos muestran los itinerarios de una travesía
que es al mismo tiempo un génesis, aunque ese génesis sea
el de una expulsión:
Me esputaron por el aire, ¡pobre diabla!, dijeron.
La voz que va atravesando este libro –sus entonaciones,
sus silencios, sus salmodias, sus ritmos- nos va mostrando así
un exilio radical en el cual los seres y los territorios de nuestra
vida son también los seres de nuestra soledad y de nuestra
muerte, diciéndonos que somos hijos de esa muerte, de abuelas
muertas que generaron madres muertas y que en ese revés
ocluido de la vida está también quizás la única posibilidad de
llegar a ensayar algún día los nuevos poemas de un relato nuevo.
Lo admirable, sin embargo, es que esta visión no es en absoluto
abstracta -no es otra crítica metafísica más- sino que al
contrario, está afincada, como en toda la obra de Astrid Fugeille,
en cosas tangibles: en personajes de los cuales no nos quedan
más que algunas palabras, pero cuyo sólo recuerdo es una crítica
del mundo (como los reveladores poemas dedicados a Jorge
Teiller y Enrique Lihn), porque lo que esta generación de
las palomas nos dice es que nada de la contemporaneidad está
excluido: la globalización, el arrasamiento del entorno, la muerte
misma de la poesía, porque el rechazo es la única prueba de
que no era éste el mundo al que hubiésemos querido nacer:
De algún modo, tuvimos miedo a ser obligadas a nacer
Vivas en medio de esa casa de adobe y tierra.
La generación de las palomas es así una generación de
heridas que no tienen ninguna posibilidad de cicatriz que no
sea aquella que les dé la cicatriz expuesta de la poesía. ¡Ay
paloma! –dime- ¿Quién te hirió?. Es la última línea del libro, pero
esa pregunta, no su respuesta, será la que nos sobrevivirá.
Astrid Fugellie habla por una generación, la nuestra, la mía,
que lo único que tuvo para responderla fueron las cicatrices
permanentemente reabiertas del poema.
Julio, 2005
PRIMER TESTIMONIO
Todo era silencio y óxido cuando
la primera luz fue canto mudo:
Silencio
óxido
luz
canto muerto.
Nueve meses pasaron
hasta que llegó como bulto.
Así apareció en esta tierra.
LA ARROJADA
la dejan la abandonan
por otras manos que apenas cercan
la descuidan
cuando el llanto se hace piedra
la escupen
la ceden la seguirán lanzando
con otro gemido de arrojada
con entrega muerta
por unas manos que apenas ciñen
la tiran
hacia las frondas negras
No parece que camino, me hundo.
LA VIOLENTADA
Por la copa de la higuera la luna bruja
se asoma.
Por la higuera de la noche de las juanas
la luna bruja se destripa cae
se derrite en mi cuerpo.
Yazgo tendida salobre.
Como atardecer demente corto hacia la noche:
Esa sombra confusa llena de ojos.
LA TIERRA
hay cúmulos de genes procreando bestias
padres hijos dándose de cabezadas
hay enanos solitarios justo al borde
rincones secretos como abismos
hay pensionados taciturnos repletos
de bailarinas
hay tiranos perpetuos los malditos
hay sistemas automedidos disputándose
la otravida la otramuerte
SEGUNDO TESTIMONIO
Todo era cielo de tonos danzando entre
la exaltación y el silencio:
Cielo
colores
exaltación
silencio.
¿Acaso una vez más vendremos a la
infancia?
La infancia, un duende cogiendo la delantera.
RETRATO
La niña que se esconde
detrás de la lluvia,
la entregada a los misterios
del agua.
Así,
cuando el secreto se descubre
en algún océano
que nunca vuelve.
Sobre su techumbre cantaba el Dueño del Mundo
CASA PATERNA
Andábamos andando el tiempo breve de la casa.
Nos supimos reconocer como ningún adulto.
Así fuera,
en medio del sótano oscuro donde
ruidaban los duendes,
o por las escaleras donde jugaban las brujas.
Antes que la vida cortara por otras callejas
anduvimos andando el tiempo escaso de la casa:
la primera la única.
Los milagros de la abuela eran como los de La Señora
de los Cielos.
LA ABUELA
Escribo la palabra asombrada
en la tristeza o en el mesón opaco,
carcomido.
Porque tropezamos con el recuerdo
ido lejos:
Porque hemos envejecido.
Allí la abuela Francisca
en medio de las flores,
el corral.
En el rodeo
Te veo para verte a los ojos:
a tus ojos vieja sabia riendo
de la miseria.
Cabalgo por las galerías,
sobre la escoba de tu apuro.
Ambas somos de la tierra
ambas fuimos de los sueños.
Cuando apareció el sol y la ciudad nevada y aparecieron
la luna y las estrellas.
CIUDAD NATAL
Las casas solían caer arrimadas
a otras casas
por el riel de la montaña.
Oblicuas, horizontales, verticales,
paralelas a la ansiedad del cielo,
patas arriba como cruces,
patas abajo como raizales que nunca mueren.
Caían y caían y caían,
con el color del aguacero sucio,
con el olor del ulpo caliente,
con la solidaridad de las prostitutas,
con la vida de los perros vagos.
TERCER TESTIMONIO
Ésta es la visión de cómo todo estuvo escrito
en el sótano de las apariciones, en el lado
oscuro de la luna:
Visión
destino
fantasmas
noche negra.
Fue así como alguien al acecho, atisbaba y
era la trizasón del vientre y era la furia
del pezón aniquilado.
Todo encaja, las mariposas nocturnas son serán luto.
EL INTRUSO
En la chapa,
la llave sangrosa dio tres vueltas.
Se cerraron las puertas
del sótano.
Se cerraron las ventanas
del sótano.
Se cerraron las fisuras luminosas
del sótano.
Se apagaron los candiles lúgubres
del sótano y
las mariposas nocturnas,
que ciegas feliciaban,
cayeron hechas polvo.
CUARTO TESTIMONIO
He aquí de cómo vino la muerte del origen:
Originales
hiperquinéticos
díscolos
suicidas.
Ahora contaremos la manera
de cómo murieron a la vida.
¿Dónde inconsolable el principio?
LAS HERMANAS
Había ocasiones en que plantar una cruz en la tierra era
un acto de amor, de puro amor.
Porque habían muerto los polluelos,
a escobazos reventamos el cráneo de las ratas,
a los canarios los comió el gato,
a las lombrices cortábamos cola y cabeza.
Obra de amor, de amor gratuito
como también aceptar nos renieguen,
nos castiguen, nos inculpen, nos celdillen a ambas,
amanecidas como dos gemelas nocturnas,
aspadas al suelo.
ASTRID FUGELLIE GEZAN. Nace en Punta Arenas en 1949. Educadora de Párvulos, U. de Chile. Escritora. Obras publicadas: Poemas, I. Municipalidad de Punta Arenas, 1966; Siete poemas, 1969; Una casa en la lluvia, Ed. Gabriela Mistral, 1975; Quién es quién en las letras chilenas, Ed. Nascimento, 1982; Las jornadas Del silencio, Ed. Nascimento, 1984; Travesías (Antología), 1986; Chile enlutado (artefacto), Ergo Sum, 1987; A manos del año (cuento), Ergo Sum, 1987; La mujer en la poesía chilena de los 80, Inge Corssen editora, 1987; Los círculos,
Ergo Sum, 1988; Dioses del sueño, Ed. Cuarto Propio, 1991; Los círculos (2a. ed), Ed. La Trastienda, 1996; Llaves para una maga, Ed. La Trastienda, 1999; De ánimas y mandas; animitas chilenas desde el subsuelo, Poyecto Fondart Regional, 2003; La tierra de los arlequines, ese arco que se forma después de la lluvia, 2005; Jardín nocturno (antología), Ed. La Trastienda, 2007; Taller Nueve Cuarta Antología Homenaje a Miguel Arteche, Ed. La Trastienda, 2008; Antología 40 años de poesía (1965-2008), Ed. La Trastienda, 2008.
3 comentarios