A la erudita lista de plagios que nos expone Jaime Velázquez debemos sumar la que denunció aquí nuestro colaborador, el cubano Julio Travieso. Pero Jaime advierte sobre todo en la impunidad de los notables.
ECONOMÍA Y PODER CULTURAL
Jaime Velázquez
LAS PRISAS
Arturo Pérez-Reverte fue condenado en abril de 2011 por la Audiencia Provincial de Madrid y tiene que pagar una indemnización por 80 mil euros a Antonio González Vigil y Juan Madrid, autores de Corazones púrpura. Gitana, guión que fue a dar a una película producida por Antonio Cardenal y que pagó a Pérez-Reverte y Manuel Palacios, co“guionistas”. El juicio duró diez años y ha tenido a Cardenal en calidad de sospechoso. Pérez-Reverte es miembro de la Real Academia Española
Ya muerto, Camilo José Cela fue acusado por plagio por Carmen Formoso. Cela fue miembro de la Real Academia Española y Alfaguara es sospechosa.
José Saramago fue acusado por Teófilo Huerta Moreno en el Instituto de Derechos de Autor de México. Saramago negó la acusación. Alfaguara y Sealtiel Alatriste son sospechosos.
Gabriel García Márquez fue acusado de plagiar a Yasunari Kawabata.
Alfredo Bryce Echenique fue condenado por el Instituto de Defensa de la Competencia y de la Propiedad Intelectual de Perú y tiene que pagar 20 mil dólares. Fue acusado por Herbert Moroto y Oswaldo Rivera por plagiar 16 artículos de 15 autores de la revista Jano.
Alfonso Reyes plagió a George Kent un artículo publicado en The Saturday Review. Fue denunciado por Jorge Murguía, Jesús Arellano y Ramón Rubín.
Octavio Paz plagió a Rubén Salazar Mallén y a Samuel Ramos. Fue denunciado por Edmundo O’Gorman y Emmanuel Carballo. Hay un libro de José Luis Ontiveros, Uam-X, que trata el asunto.
Carlos Fuentes plagió a Víctor Celorio, John Dos Passos, Henry James y Martha Robles. Fue denunciado por Jesús Arellano y Víctor Celorio en la Sociedad de Derechos de Autor. Un juez federal desechó el caso. Manuel Couto y Rosalba Amezcua Maturano hicieron un estudio comparativo en 1994. Alfaguara es sospechosa.
Gustavo Sáinz plagió a Alejandro Jorodowsky, recuerdan en artículos recientes María Luisa Mendoza y René Avilés Fabila.
Héctor Aguilar Camín plagió a Pedro Ochoa Palacios. Alfaguara es sospechosa.
Carmen Boullosa plagió a Malú Huacuja del Toro.
Javier Sicilia plagió a Cela, Dante, Eliot y Rilke; fue denunciado por Evodio Escalante. Sicilia dijo que se trata de un recurso literario: me prestas te presto.
Me apresuro a decir que estos datos han circulado por Internet y han sido publicados por CNN México, El Universal y otras publicaciones, que ha venido recopilando desde 2008 Teófilo Huerta Moreno en el blog http://sealtielalatriste.cazador.blogspot.com .
LA CALMA
Algunas respuestas que deberán surgir por la queja de Guillermo Sheridan contra la decisión del jurado del Premio Villaurrutia en enero pasado, y que afectó a Sealtiel Alatriste, las tendremos dentro de veinte años, o más, si autores, instituciones, empresas deciden reservar las razones que tuvieron para actuar como lo hicieron. Hay otra opción, hacer conjeturas, que serán negadas por sistema, acalladas por quienes de testigos pasaron a ser cómplices, como uno de los jurados del más reciente Villaurrutia (Ignacio Solares, ganador de ese premio en 1998 y ahora jurado del mismo, empleado en la Unam bajo las órdenes de Alatriste).
Los periodistas independientes y los historiadores tendrán que revisar los documentos acumulados. Es posible que haya más de una respuesta, pues si la razón está oculta en la conciencia de los plagiarios (“qué diablos que se nos quede allí adentro en los inconscientes”, escribió María Luisa Mendoza hace unas semanas), los motivos pueden tener diferentes orígenes. Quizás en los próximos tiempos se llegue al extremo de impedir la información sobre los escritores, incluso las fotos, y ahora sí no habrá crítica, ni periodismo, ni historia, no vaya a haber plagiarios, piratas, gente que sartén en mano haga refritos. Quizás sea innecesario convocar una Comisión de la Verdad y nunca sabremos por qué un asunto menor, plagios en artículos periodísticos, llevó a Gabriel Zaid, miembro del Colegio Nacional y periodista a la publicación de datos contables de la Unam.
Es costumbre en México esconder el móvil que tienen las personas para comportarse de una manera y no de otra. Ante ojos perspicaces, hay gente cuyas emociones se transparentan en los gestos, en la voz, en la inquietud de las manos. Nerviosismo, dirán, lo cual revela que hay algo que está quedando en la oscuridad: el móvil.
En la vida pública un móvil muy poderoso es la ambición por el dinero. Otro, la ambición de poder. Entre los escritores, la fama es el motor que mueve pasiones (Zaid lo ha estudiado). Un ser débil habla en voz baja a su único interlocutor, el espejo. Un escritor famoso levanta la voz, grita y consigue que los reporteros que andan buscando noticias difundan sus argumentos.
En el escándalo suscitado por “un lector” de Guillermo Sheridan el resultado fue la renuncia de Sealtiel Alatriste a la Coordinación de Difusión Cultural y Extensión de la Unam. El “lector” sin nombre se montó en el carácter y celebridad de Guillermo Sheridan para ampliar su voz con un micrófono prestado. ¿Es creíble?
El miércoles 15 de febrero, Sealtiel Alatriste recordó al público interesado que las acusaciones de plagio en su contra tienen cuatro años y que fueron resucitadas al ser distinguido con el Premio Xavier Villaurrutia. ¿Por qué este premio avivó los sentimientos negativos contra Sealtiel, como quien dice: “No puede ser. Es el colmo.” Hay que agregar que Alatriste fue director de un conjunto editor poderoso, Santillana, propietaria de Alfaguara, la empresa involucrada en el escándalo de estos días, en donde debe haber concitado la animadversión de más de un escritor rechazado, ¿el “lector” de Sheridan? Tema para una novela policiaca.
La acusación de plagio contra Carlos Fuentes, puesta en la mesa en 2004 por Víctor Celorio, narrador y director de InstaBook, no prosperó, como dicen los abogados. Y hay otra, que puso en aprietos a José Saramago en 2005, y otra, y otra.
Es inevitable pensar que en el caso de Sealtiel Alatriste ha habido comportamientos que deben ser aclarados, que con una disculpa no se borrarán. Y también en el caso del “lector” de Sheridan y en éste mismo, así como en quienes le mostraron su apoyo, como Gabriel Zaid, Jesús Silva-Herzog Márquez y otros. Los políticos suelen callar sus propios móviles y señalan que sus opositores tienen “intereses” ocultos.
La prehistoria de estas batallas propone ejemplos y confirma que hay un móvil entre los denunciantes.* El poder cultural no es ajeno a los usos y costumbres del poder político y está amarrado a la economía de la literatura, territorio sembrado de becas, premios, empleos, ediciones.
Es inevitable pensar que en el caso de Sealtiel Alatriste hay un móvil, quizás pedestre, quizás relevante. Hay que repasar cómo entraban los “meritorios” a la Academia en el siglo XIX (son muy útiles al respecto las memorias de Salado Álvarez y de González Martínez). Cómo han entrado al Colegio Nacional en el siglo XX (sobre esto no hay todavía memorialistas; el que podría empezar el inventario está coludido), ¡ah, procesos secretos!, como la elección de Papa en el Vaticano. Aunque puede no tener mucho interés pues se trata de recomendaciones simples: un amigo de adentro jala al amigo de afuera, como en las películas de mafiosos, supongo, para no preocuparme mucho. Alrededor, como ánima en pena, siempre hay dinero, porque los nombramientos son vitalicios.
En cuanto a la fama. La que tuvo Octavio Paz le sirvió para tener unos minutos en un noticiero de televisión. La fama de Juan José Arreola sirvió para convertirlo en un personaje de programas deportivos de televisión. Y hubo escritores invitados a la celebración del 90 aniversario de la SEP, que luego fue transmitida por televisión, hace apenas unos meses. En estos tres ejemplos la parte visible oculta un hecho: parece que nadie sabe cuántos escritores hay en el país (Rogelio Cuéllar dice que tiene fotografías de 600 escritores), de todas las edades, con o sin fama, porque ésta es un producto de relaciones públicas y no, como se hace creer, de “méritos” literarios. A lo que hay que agregar la comodidad política: los organizadores de la SEP no habrían invitado, si viviera, a José Revueltas, porque habría sido muy difícil que un moderador u otro pudiera evitar que dijera cosas molestas.
Y así íbamos disfrutando una tregua, hasta que un investigador de la Unam, Guillermo Sheridan, decide atacar a un funcionario de la Unam y de paso a un jurado que trabaja en la Unam.
Gabriel Zaid publicó en el blog que le facilita una revista cifras que merecen análisis y explicación (policía y actuario con citatorio), y que la renuncia de Sealtiel Alatriste pudo haber evitado. Una persona como Gabriel Zaid, un escritor que rehúye las cámaras, no va a mandar sus datos a la oficina de la Unam que podría investigar y ofrecer una respuesta, y no va a ir al Ministerio Público. Detrás de él se formarían denunciantes de la mala administración pública del dinero. Pero deja la banderilla clavada.
Por lo pronto, el “lector” de Guillermo Sheridan, sus simpatizantes en los medios de comunicación (Jesús Silva-Herzog Márquez, por ejemplo) causaron un quebranto de un millón 400 mil pesos, según los datos de Zaid, a Alatriste por concepto de honorarios por lo que restaba de este año, y más, por el tiempo que hubiera continuado en ese cargo.
Mientras, lo de Saramago, Fuentes, Aguilar Camín y otros seguirá hundiéndose en el olvido, a menos que haya juicios de derechos de autor confiables, a menos que se reconsidere el funcionamiento de empresas como Alfaguara, que también ha quedado en entredicho.
Una última consideración. Que Fuentes haya plagiado a Víctor Celorio plantea un problema de calidad, que digo con el debido respeto para ambos: o Celorio es muy buen escritor o Fuentes no es un buen escritor puesto que plagia. Una manera de compensar este desequilibrio produce la siguiente sugerencia: los lectores no debemos dejarnos conducir por tablas de posiciones: la literatura no es un hipódromo, y los agentes de ventas de las editoriales deben dejar de negociar la publicidad y la información en los medios de comunicación.
Al respecto, sugiero que Guillermo Sheridan sea nombrado fiscal único y perpetuo de la literatura mexicana. Entonces podría surgir un abogado del diablo independiente que propondría una revisión a fondo de todos los procesos y jurados del Premio Xavier Villaurrutia y otros concursos y premios y muchos otros asuntos de la vida pública mexicana, como los nombramientos en la Academia, en el Colegio Nacional… para empezar una nueva época limpia, feliz y libre, una vida literaria honrada y feliz. Al final encontraríamos la anhelada respuesta: ¿qué tenían que ver los “plagios” de Alatriste de hace cuatro años con los libros por los que le dieron el Villaurrutia? ¿Por qué el alboroto de Sheridan? Esto serviría para devolverles a todos los jurados la credibilidad que tenían antes de la delación de marras, y a los lectores de las editoras, y a, bueno, a todo mundo, empezando por la revista donde publican Zaid y Sheridan. Y habría que empezar por compartir el nombre del “lector” buena gente.
*NOTA. Los males que aquejan México empezaron por lo menos en el siglo XIX y no han sido resueltos. Va esta cita como ejemplo, la disfrutará Sheridan, si se la lleva un propio, más o menos desalmado:
“… José Tomás de Cuéllar interrumpió sus narraciones y Gutiérrez Nájera escribió varios de sus ensayos para decir que era urgente capacitar a más mexicanos en los oficios prácticos y en las profesiones constructivas y reducir el número de leguleyos y otras lacras de oficina (…) los tres autores (Salado, el tercero) compartieron ideas e inquietudes, entre ellas la de preocuparse porque los tinterillos ociosos son siempre fuente de agitación y de inestabilidad, pues no hacen otra cosa que intrigar, malquistar y –en fin– lamentarse sin descanso” (Vital, pág, 102).
“Cómo jóvenes que conocen su poquito de latín y no dejan de ignorar su tantico de historia o de filosofía, no se pueden allanar a dirigir una explotación agrícola o a despachar metros de tela tras un mostrador, o quedan de intrigantes en su pueblo, o consiguen (si a tanto llega su influencia) un título por decreto legislativo, y ahí termina todo: un ente perjudicial de más y un hombre útil de menos.
“Ésa es la levadura de los motines, ésa es la clase enemiga de todo orden constituido, ése es el grupo que sueña en libertades quiméricas escribiendo jacobinadas en los periódicos” (Salado Álvarez, pág. 103).
“Y, en suma, Cuéllar (nacido en 1930) y (Manuel) Gutiérrez Nájera (n. 1859) compartieron con el positivista (Victoriano) Salado (Álvarez, n. 1867) el deseo de alcanzar el orden, así como el pánico a caer en ese caos que estaba latente en la ideología liberal pura, deseo y pánico que fueron dos de los impulsos –según razona Leopoldo Zea- que dieron origen al positivismo”. (Vital, pág. 103)
Un porfirista de siempre. Victoriano Salado Álvarez. 1867-1931, Alberto Vital, Unam, Universidad Autónoma de Aguascalientes, México, 2002.
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