Crítica de La prisión delicada en ABCD
Alucinógena voz
Libros Por Luis García Jambrina
La prisión delicada es el segundo poemario publicado por Beatriz Russo (Madrid, 1971), que se dio a conocer con el titulado En la salud y en la enfermedad (2004). Se trata de un poema extenso, un canto continuado en el que los versos que aparecen al principio («Ésta es mi prisión delicada. / No me salvéis. / Aquí yacerá la que pudo haber sido Ophelia. / Inventadme un epitafio que se oculte bajo el musgo. / Que nadie incinere mi cuerpo. / Tengo algo que evocar») se repiten -con alguna variante- a lo largo del mismo, lo que le da unidad y una intensidad creciente. Nos encontramos ante una exaltación de la poesía y del arte y ante un homenaje a las tres mujeres que figuran como dedicatarias del libro: Lizzie Siddal, Fanny Cornforth y Jane Morris, esposa y amantes del pintor y poeta Dante Gabriel Rossetti; musas y modelos de la Hermandad Prerrafaelita.
Son muchas, en efecto, las alusiones a estas musas de origen humilde y a algunos de los cuadros para los que posaron, en una época, la victoriana, en la que ser modelo de artista era algo casi tan bajo como ser prostituta (de hecho, Fanny lo había sido). Naturalmente, la autora trasciende lo anecdótico y lo culturalista para convertirlas en símbolos de la condición femenina y de su papel en el arte. En este sentido, destaca la figura fascinante y trágica de Lizzie Siddal -la «Ophelia» del famoso cuadro de Millais y la «Beata Beatrix» de Rossetti-, que se suicidó con una sobredosis de láudano, dejando inédita una colección de poemas. «¿A quién le importa la lengua de los muertos? / ¿A quién, la alucinógena voz que se pronuncia entre los versos de Lizzie Siddal?», se pregunta un yo lírico femenino en el que convergen diferentes máscaras y, en especial, la de la propia Siddal.
El adjetivo alucinógena le conviene también a la voz de Beatriz Russo. A este respecto, cabe señalar que, a través del lenguaje, ésta logra producir una visión alucinada y, por lo tanto, sorprendente y nueva de las cosas. De ahí su tono visionario, onírico, irracional y, en ocasiones, surreal. La suya es, además, una poesía de largo aliento, torrencial, envolvente y expansiva; escrita, por lo general, en extensos versículos y organizada en torno a una serie de recurrencias de todo tipo. Su estructura es, a la vez, cíclica y progresiva. Pero, sin duda, lo más destacado es su carácter vigoroso y exaltado, de una gran fuerza rítmica e imaginativa. He aquí, pues, la obra madura de una autora que, según ha confesado, accedió no hace mucho a la poesía, tras un período de encierro que, al final, resultó deslumbrante y revelador.
Artículo de Luis Luna sobre ‘La prisión delicada’, de Beatriz Russo (Calambur Editorial, Madrid, 2007)
Con setenta y cuatro títulos en el mercado, Calambur Editorial va haciéndose cada vez más su sitio en el panorama editorial. Ese prestigio se consigue gracias, en parte, a la publicación de textos necesarios para la correcta interpretación de lo amplia que puede ser la diversidad poética de nuestros días. En ese contexto, la edición de La prisión delicada, de Beatriz Russo (Madrid, 1971) supone un nuevo intento de sacar a la luz voces no suficientemente conocidas, en permanente estado de construcción.
El poemario, en efecto, reivindica una voz propia a través de voces muy diversas, del rescate de figuras que, gracias a la atmósfera que sabe crear la autora, puedan expresar aquello que tiene intención de decirse. Construido bajo el signo de la amplificación, La prisión delicada nos ofrece un continuado discurso poético (a modo de long poem) en el que se entrecruzan diversos caminos, resueltos en encrucijadas donde una misma estrofa con pequeños cambios da paso a un nuevo estadio del poema, propiciando así su continuación. Cada una de estas estrofas estructurantes introduce un cambio no sólo temático sino tonal, un sutil cambio de ritmo que conduce dignamente hacia el final, hacia el «descanso» necesario para la correcta intelección del poema.
A través de estos jalones, Russo propicia una poesía no de certezas sino de ambigüedades, dotada de una lectura abierta, o, lo que es lo mismo, de una lectura múltiple que concede la última palabra al lector.
Respecto del lenguaje, el magisterio de Juan Carlos Mestre es indudable y se revela a cada paso. Su brillantez y recursividad así lo indican. Es notable también la introducción de formas dialogales en el discurso que acercan el poemario a la hibridez, a los géneros fronterizos a los que es conveniente atender. Las asociaciones oníricas -de raigambre expresionista y surrealista- proporcionan imágenes de gran belleza y resuelven de manera acertada los, tal vez, excesivos paralelismos.
Nos encontramos, entonces, ante una «medida» expresión poética en la que las diversas piezas encajan una tras otra, expresando una inusitada confianza en el lenguaje como si éste pudiese expresar de manera suficiente la «realidad» a que hace referencia. Así, La prisión delicada no pone en ningún momento el lenguaje bajo sospecha, ignorando este aspecto tan importante para la poesía actual en su intento por avanzar formalmente con los escurridizos materiales de que dispone. La prisión delicada se centra, más bien, en ofrecernos una visión expandida de fenómenos necesarios para entender el devenir y lo hace desde un punto de vista periférico, como si más bien, en un intento por no deshacer la ambigüedad, por mantener la no certeza, todo fuese una cuestión -pictórica y vital- de perspectiva.
Luis Luna
LA QUE PUDO HABER SIDO OPHELIA
Un encuentro inesperado y grato para este final de 2007 que no acaba de despedirse…
Pequeño y denso poemario nada común en los últimos tiempos entre las publicaciones líricas en España. Poema extenso en apenas cuarenta y cinco páginas de distancia corta, de confidencia, de secreto, de reserva que, sin embargo, se desborda como si de una cascada caudalosa se tratase.
Lizzie Siddal -la que pudo haber sido Ophelia-, protagoniza cada verso; pero Lizzie Siddal era tan solo la poeta, la hermosísima mujer/esposa enamorada de Dante Gabriel Rossetti pintor y poeta «Prerrafaelista», no demasiado atento o consciente de las emociones y sentimientos de su amante compañera, y antes modelo inspirador del magistral retrato de Ophelia del pintor Sir John Everett Millais (1829-1896), que finalizaría su no muy dichosa vida con una sobredosis de láudano, y siendo enterrada junto a su colección de sonetos por expreso deseo de su esposo, Rossetti, quien años más tarde llegaría a profanar la tumba de Lizzie para recuperar y editar sus poemas.
Al comienzo de la lectura de La prisión delicada, Beatriz Russo me llevó a un retroceso en el tiempo de movimiento poético, y de alguna forma creí estar reencontrándome con sedimentos del preciosismo y erudición de «Novísimos» y «Venecianos» -más estos últimos con sus características y rasgos-; y algún segmento, también, de la primera Blanca Andreu en su manejo del surrealismo, aunque de menor evidencia que en «la niña de provincias que habitó el Chagall».
A lo largo de la lectura esas primeras impresiones fueron debilitándose, y aunque no niego por completo esas sustancias en su escritura, es cierta en Beatriz Russo una voz, un decir personalísimo, que ha sabido crear una forma y un fondo sutil, comprometido, transparente y a la manera de Rimbaud: «absolutamente moderno».
Beatriz Russo (Madrid, 1971) con esta su tercera obra poética, creo abre caminos que sin duda tendrán piernas dispuestas a recorrerlos, y a recrearse en ese paisaje, sobre todo sugestivo e insinuante, que con trazo sólido y estable nos da cita.
Esta es mi prisión delicada.
No me salvéis.
Aquí yacerá la que pudo haber sido Ophelia.
Inventadme un epitafio que se oculte bajo el musgo.
Tengo algo que evocar.
C. Dolores Escudero
http://www.adamar.org/ivepoca/node/395
La prisión delicada
Fa uns dies us parlava (a petició) de la poeta de Madrid, Beatriz Russo. Doncs bé, ara és el torn de La prisión delicada, el seu últim llibre de poesia publicat per Calambur.
És un poema llarg i carregat d’intensitat que es belluga per uns territoris poc corrents dins la lírica contemporània. No hi ha certeses absolutes i veritats inqüestionables i tot el poema es va movent per uns camps on semblen regnar les premisses del món dels somnis. Percepcions oníriques i una realitat força complexa i barroca que s’escapa cap a una tradició poc coneguda i que, per aquesta mateixa mirada al passat amb voluntat de resultat contemporani, acaba sent modern i defensant uns postulats que val la pena tenir en compte.
Sota l’aparença, volgudament retòrica, hi ha un interès per caminar per la línia de divisió entre gèneres i plantejaments.
La prisión delicada és un d’aquells llibres que captiva, tot i que segurament no ho farà a la primera lectura i demana una voluntat de dissecció, d’anàlisi detallat, de deixar-se impregnar per aquesta atmosfera literària i un punt artificiosa que Betriz Russo domina amb habilitat, amb un llenguatge i un vocabulari que ens transporten, que fan evident un cert anacronisme deliciós i subtil.
No hay noche que no me despida convulsa.
Cierro los ojos casi desquiciada por la epilepsia de todas mis lecturas,
y me adormento como lo hiciera cualquier musa prerrafaelita en un lecho de flores de eléboro.
Que nadie me quite la dulce argolla que me hace temblar en sueños.
Que nadie se aproxime ahora que he sido hibernada por las hadas.
Si he de despertar que sea un segundo antes de mi muerte, en el preciso momento de pedir perdón por levantar el rostro tan sólo en mi despedida.
Jordi Cervera
http://blogs.ccrtvi.com/jordicervera.php?itemid=13012
Traducción de la crítica de Jordi Cervera a La Prisión delicada.
Hace unos días os hablaba de la poeta de Madrid, Beatriz Russo. Pues bien, ahora es el turno de La prisión delicada, su último libro de poesía publicado por Calambur.
Es un poema largo y cargado de intensidad que se mueve por unos territorios poco corrientes dentro la lírica contemporánea. No hay certezas absolutas y verdades incuestionables y todo el poema se va moviendo por unos campos donde parecen reinar las premisas del mundo de los sueños. Percepciones oníricas y una realidad bastante compleja y barroca que se escapa hacia una tradición poco conocida y que, por esta misma mirada al pasado con voluntad de resultado contemporáneo, acaba siendo moderno y defendiendo unos postulados que vale la pena tener en cuenta.
Bajo la apariencia, voluntariamente retórica, hay un interés por caminar por la línea de división entre géneros y planteamientos. La prisión delicada es uno de esos libros que cautiva, aunque seguramente no lo hará en la primera lectura pues demanda una voluntad de disección, de análisis detallado, de dejarse impregnar por esta atmósfera literaria un punto artificiosa que Beatriz Russo domina con habilidad, con un lenguaje y un vocabulario que nos transporta, que hacen evidente un cierto anacronismo delicioso y sutil.
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