Poemas de José Antonio Yepes Azparren

José Antonio Yepes Azparren, es una de las voces más personales de la poesía venezolana, donde la limpidez alcanza cotas inéditas y de verdadero vigor de revelación. Su obra poética hasta ahora está recogida en cuatro libros: Muchas veces rama (ULA, Mérida, 1983), Más cercano al día (Fundarte, 1987) y Sendero de los Pájaros (poemas selectos, Ateneo Ciudad de Barquisimeto, 2007 y Punto Arte, 2008) y Las distancias y los cuerpos (Punto Artes, 2008).

Ha publicado un libro sobre la historia de la producción del azúcar de caña desde la época colonial en Venzuela: Tarabana (Fondo Editorial Río Cenizo, Barquisimeto, Alcaldía del Municipio Iribarren, 2003) y su Antología de la poesía universal del estado Lara (Fondo Editorial Río Cenizo, Barquisimeto, 2007).

LAS PALABRAS SOBRAN

Diálogo de sordos ha sido nuestro amor

mientras sigue durando. Después

de cada distanciamiento, tú vuelves a mí

o yo a tu fuero. Las palabras sobran

toda vez. Nuestros cuerpos se han entendido

siempre. Eso es lo que cuenta. Porque el amor

se continúa por la cercanía estrecha de dos cuerpos

que bien se conocen.

 

 

PICADA DE UN INSECTO

Va llegando el pensamiento

de ella, como a través del sueño,

y te despiertas de pronto

como tras el súbito escozor

de la picada de un insecto. Has tenido

un sueño difícil, después del cual

descubres que el mundo está

de pronto más vacío sin ella.

El amor que esta mujer te dio

hace años dura, todavía te calienta

el corazón. No te duelas por ello;

pues tú poseíste lo que muy pocos

obtienen de esta vida. Tenía

las formas del absoluto

el amor de ella.

 

 

EN ESTA HORA

En esta hora meditada, taxativa,

con la honradez de lo bien hecho

en este cerrarse del crepúsculo;

me espera en casa aún más trabajo:

esos poemas que ya existen,

pero que yo debo traer de otro mundo,

después de una ligera siesta. Yo, el escritor

de ciudad, en un país de desamor,

jugaré una vez más con las palabras,

ese juego difícil en que he apostado

mi vida, que muchos creen inútil.

No me importa; ya que esta pasión

desconocida le otorga un sentido distinto,

como muy pocas cosas.  O, si se quiere,

con el mismo sentido peligroso y bello

que nos da el amor de una mujer

cuando es difícil y estimulante.

 

 

DIAS INICUOS

Los días inicuos

a fuerza de ser nada

pesan como piedras,

persistentes y molestas,

difíciles de sostener;

al igual que en nuestro cuerpo

cuando irrumpe un malestar

crónico y general. Como

en un ciego país inexperto

los destrozos de una turba infame

en un tiempo déspota.

 

 

MEMORIA

¿Qué como fue nuestro amor?

Han pasado tantos años,

que la memoria ha de esforzarse

por entrar al menos en una de aquellas

noches. Todo es borroso ya, pero

de pronto una luz tenue irrumpe

y  me hace sentir la humedad

de tus labios. Yacías sobre mí,

como un animal hambriento,

y yo dentro de ti agitaba

mi indisimulable virilidad. Los detalles

vuelven a ser quebradizos; recuerdo

tus senos en el punto justo,

tu piel lisa, tus cabellos no tan largos,

mas casi no puedo ver tu rostro;

porque la luz ha vuelto a oscurecerse

casi del todo, o ciertamente combatíamos

en la oscuridad. No puedo saberlo ahora.

Sólo supe que resistí por mucho tiempo,

como quien se rehúsa a morir; la explosión

de ese placer inescrutable, ya tan distante,

cual si se tratara de otra vida,

o quizá en el fondo sea así.

 

 

CARTA

Una carta de amor, ¿para qué

escribirla mientras se ama? ¿Qué decir

que no haya ya dejado escrito en ti

con mis manos, y cuanto he dejado vivir

en tu blancura? Tú, la página tatuada,

no escrita en palabras sino en los silencios.

Tú, el libro que abro y leo con morosidad.

Tomo de tus formas el conocimiento.

Y pulso tu fondo. Escritura tachada, vivida.

Arde la página en tu cuerpo vivo.

Soy tu centro donde ardo sin escritura.

 

 

PAISAJE

Concupiscencia. Paisaje soleado

que desandamos. El mundo está fijo aquí

donde tú estás. Polvo que somos

para ensuciarnos de nosotros. Bulle el mundo

en su hervidero lejos. Sólo existe esta habitación

en el verano. Recordamos el paisaje que nos trajo

hasta aquí. El sol inclemente que hace todo tan blanco

lo has traído contigo, en tu cuerpo que desmorono

entre la incandescencia de estas paredes. No hay

nadie más en el planeta tierra. Sólo yo contigo.

Nada más hace falta para habitarnos.

20 comentarios

  1. isaac benshaya