Rafael Del Castillo, poeta colombiano, organizador del Festival Internacional de Poesía de Bogotá, uno de los encuentros más antiguos de Latinoamérica, muestra algunos de los poemas que forman parte de su libro Aires Viciados, publicado por Alforja, en colección Azor, el 2007.
Palabras escuchadas en un café de barrio
El que es pasajero y nunca emprendió viajes
a esos lugares de donde llama su alma
viaja ahora en este poema
R. Quintero
Para Adriana, para Robinson
pasajeros de estos versos
I
¿Quién me podría haber dicho que alguien iba a llorar por mí
recorriendo las calles de Berlín Oriental?
Por mí
que
sin lamentarlo mucho
soy sólo un hombre de este barrio
y nada sé de viajes
de países lejanos
o aeropuertos
Por mí
que apenas si he sido pasajero
de este viejo café…
II
Tarde a tarde
en medio de la lluvia
o iluminados por el sol del ocaso,
mis amigos y yo
escuchamos
con una extraña nostalgia
tristes cantos que hablan
sólo de despedidas
cantos de viajes
con los cuales mojamos como con una lágrima
la reseca piel del tedio
cantos hechos quizás tan sólo
para entonar sentados a una mesa…
Cuando llega la noche
y nuestro barco iluminado empieza a oscilar dulcemente sobre el barrio
los viejos marineros de la quietud
viendo brillar el faro de la alegría
brindamos
con los desconocidos
mientras les pedimos que nos cuenten
la historia de sus viajes…
III
¿Quién me podría haber dicho que alguien iba a llorar por mí
recorriendo las calles de Berlín Oriental?
Por mí
que nunca he conjugado versos como partir o
como retornar
Por mí
que ahora celebro
con este torpe canto
el ser tan sólo un hombre de su barrio
aunque a estas alturas de la noche
ya no recuerde quién…
un carpintero en su rincón
tal vez
un zapatero
o un mecánico
o quizás aquel sastre
que ve pasar los años y los años
arrullado por la ronca voz de un viejo aparato de radio…
IV
¿Quién me podría haber dicho que alguien iba a llorar por mí
recorriendo las calles de Berlín Oriental?
Por mí
que a duras penas mascullo el idioma de los viejos
y acaso sólo sea
este puñado de versos
esta conversación en español con los últimos pasajeros del café…
Otra despedida
La mitad de mis amigos ha muerto.
Te haré unos nuevos, dijo la tierra.
No, grité. Devuélvemelos tal y como eran,
con sus fallas y todo…
Derek Walcott
Dije dos
tres palabras
mías, parecidas a mí
y acusaron de ellas a mi amigo.
Tropecé contra el mundo, caí
y en mi caída
eché abajo
unas figuras votivas
ciertos objetos sagrados para la religión de los días que corren
fue mi tropiezo,
propio de mí, grotesco, a mi medida y
sin embargo
los sacerdotes señalaron a mi amigo.
Mi amigo está cansado a estas alturas
No quiere que lo nombre ya en mis versos
Quiere que calle, que me quede quieto
Quiere que muera
pero como es mi amigo no lo dice
ni se atreve siquiera a pensarlo
y sin embargo cuánto no daría
por tomar otra vez
el sol del equilibrio
por abrazar hoy
nuevamente
a todos
así a los que me quieren
como a los que odian…
Profesión de fe
Palafrenero del extravío
doy pasto a las palabras
abro de par en par las puertas al artero dolor
bebo vacío de la página en blanco
le doy la mano a La Que Calla
muerdo el anzuelo
y pido que me escuchen:
La noche
triste
me mira de reojo
Un libro de poemas
I
Un libro de poemas
se fragua como un crimen
en las tabernas
con las manos iluminadas por la luz amarilla
que destila a contraluz
una botella de cerveza
junto a muchachas ebrias
a quienes ya nada importa el lucir sin recato
la desnudez del corazón…
Un libro de poemas
te lleva hasta la última callejuela de la ciudad
en un taxi cargado de borrachos
sin un nombre
sin una dirección precisa
(a no ser
la del alba)
II
Un libro de poemas
suda tinta
como un aprendiz de linotipia
y como éste
luce cenizas de cigarro barato en las solapas
Un libro de poemas
de cuando en cuando también se desafina
y no es extraño entonces
que haya quien le vea dando tumbos
abrazado a una vieja canción
la voz enronquecida
y el corazón volcado en las palabras
Un libro de poemas
es exacto a ti mismo:
llévalo con orgullo en la mirada.
Harakiri
I
Llueva
a pesar de mis palabras
A pesar de mis palabras
hay sangre sobre los bancos de los parques
en las ventanas de los grandes edificios
en el llanto monótono de la ciudad
hay sangre
a pesar de mis palabras
Corro
diciendo adiós con un pañuelo
tras de los trenes de la muerte
a pesar de mis palabras
II
A pesar de mis palabras
paso las horas con la cabeza entre las manos
pensando seriamente en lanzar un fósforo encendido
en medio de mi santabárbara de versos
aunque de esta manera me vaya a pique
con todo y mi navío de papeles…