Faceta Literaria
La leyenda cuenta que Mahadevi Varma escribió su primer poema, una sencilla estrofa, a los seis años de edad. Existe evidencia de que ya desde las aulas de la escuela Crosthwaite, demostró interés en la literatura y particularmente en la lírica. El mismo no hizo sino intensificarse con el tiempo. Publicaría poemas en revistas literarias desde los dieciséis años. Tomaría por costumbre asistir a los eventos literarios tradicionales en la vida intelectual de Allahabad y el norte de la India. Conocidos como kavi sammelans, eran recitales, charlas y diálogos a un tiempo. Esa asiduidad de parte de Varma se efectuaba en abierto desafío a quienes no veían con buenos ojos tal conducta en una joven mujer. Académicamente, sus estudios de maestría enfocarían la literatura budista y en el antiguo dialecto pali, originario de Maharashtra y utilizado en la composición de textos religiosos altamente venerados.
El ambiente que la rodeaba en Allahabad no podía ser más conducente a la reflexión poética: existía una ebullición intelectual causada en gran parte por el intenso impulso que durante algunas décadas había recibido uno de los dialectos del idioma hindi, el khari boli («dialecto estándar»). El mismo se había convertido en el lenguaje social y literario de mayor prestigio. Reemplazaba al braja brasha, que por centurias predominó como dialecto literario por excelencia, independientemente o en coexistencia con el también importante avhadi.
La preponderancia del khari boli trajo consigo una serie de redescubrimientos y de reinvenciones de la lírica. Originalmente la misma estaría marcada por un formalismo riguroso y por la sujeción a los paradigmas tradicionales de la poesía, tanto en tema como en expresión. Poetas como Sridhar Pathak, Nathuram Sharma y Lala Bhagwan Din, se servirían del khari boli para crear un corpus literario realista en su forma y un tanto didáctico en su intención.
Cierta anticipación de cambio podía percibirse, sin embargo, particularmente en la obra del innovador Phatak: traductor de Keats, Gray, Goldsmith y otros vates románticos ingleses, empezaría a desbrozar un cierto subjetivismo hasta entonces desconocido en la India. Ese subjetivismo tendría su mayor desarrollo dentro de la corriente bautizada como Chhayavad, de la que Mahadevi Varma sería pilar fundamental.
Chhayavad
En hindi, el término Chhayavad significa literalmente reflexión, imagen en un espejo (chhaya, sombra, reflejo). Fue originado en los críticos que reprochaban al movimiento su aparente egocentrismo. La corriente Chhayavad estuvo marcada por un vívido subjetivismo centrado en un yo imaginario. Rica en imágenes y fiel a al uso de emociones como vehículos expresivos, se aleja de las formas preestablecidas y usa sin ambages el verso libre. Conserva al mismo tiempo un vínculo esencial con la historia india y con el hinduismo, utilizando sus elementos de una manera nueva e individualista.
Mahadevi Varma junto con tres otros liricistas de talento – Suryakant Tripathi, conocido con el nombre de Nirala («el extraño»), Jayshankar Prasad y Sumitranandan Pant – se convertirían en los creadores y paladines de Chhayavad. El período de su florecimiento sería corto – las décadas de los veinte y treinta del siglo pasado, hasta aproximadamente 1942. Durante ese tiempo, el movimiento no cesaría de crear controversia, acusado de difundir influencias extranjerizantes y de aislarse del esfuerzo patriótico que culminaría en la independencia. Al mismo tiempo, despertaría admiración y se abriría paso en la imaginación, tanto popular como de élite. Tal resonancia no sorprende al considerarse que, como ciertos comentadores han señalado, la aparente abstracción de la poesía Chhayavad es en verdad una profundización en el alma y la autoestima de la India, que voluntariamente descartó de su panorama la ocupación británica para mejor acercarse a sus raíces nacionales.
Varma sería la única mujer parte del movimiento y una de sus más ardientes defensoras. En cinco compilaciones de poemas exploraría a ultranza sus preceptos y los tornaría ineludibles. Frecuentemente comparada con Mirabai, la afamada santa y poeta mística medieval, no dudaría en emprender contemplaciones espirituales.
La Poética de Varma
La sensibilidad poética de Mahadevi Varma está caracterizada por multiplicidad de niveles de significado. Los mismos se encarnan en un lenguaje elegante, que se sirve del khari boli como de un instrumento al mismo tiempo estilizado y cercano a la usanza diaria. Buen ejemplo de ello es su famoso poema La Lámpara del Templo («Ya Mandir Ka Dip»), incluido en su colección de poemas Dipsika (La Cúspide de la Flama, 1942), del que siguen algunos extractos:
La lámpara del templo, ¡déjenla que arda sola!
Ayer mismo el sonido del caracol plateado,
De los címbalos, de la flauta dorada y de la vina,
llenaban el momento del aarti con sus notas
en medio de la multitud de voces que cantaban.
La pétrea oscuridad retoza hoy complacida,
aquel que es venerado está solo en su templo.
¡Dejen pues que la flama se consuma a si misma!
y aniquile con ella el vacío del patio! (…)
Desapareció el viento, perdido entre las vías
y la noche ha caído en un sopor profundo
dejen que este esplendente, mínimo centinela
por hoy oficie entonces, fulgurando con fe.
Mantendrá él cada momento despierto
hasta el retorno mismo del fragor mañanero.
Bien sé que es mensajero de la noche,
¡pero déjenlo que arda hasta el rezo del día!
Las imágenes incluidas en el poema son tomadas de la experiencia diaria de las ceremonias en un templo hindú. Están presentes los cantos rituales acompañados de instrumentos tradicionales como la vina y el caracol, y se indica específicamente su clímax en el momento del aarti, el más sacro y comparable con la elevación en el ritual católico. La «pétrea oscuridad» alude a la clásica arquitectura del templo hindú, que favorece la roca como materia prima. Incluso los íconos de las divinidades están hechos de ese material. La presencia de Dios, magnificada por la ausencia de la acostumbrada multitud y contrastada por la pequeña flama, sugiere sin embargo algo que va más allá de rituales y religión formal: es la simple perseverancia del devoto, frágil en su intención y a veces ciega en su empuje, buscando acercarse a lo divino.
La imagen de la lámpara es utilizada por Varma en otros poemas, con resultados intimistas:
Arde completamente, lámpara mía
a través de los siglos, cada día, cada minuto,
cada segundo;
ilumina el camino de mi amado. (…)
De éste reino de soledad
Soy la reina gozosa
Como una lámpara de aceite
Ofrezco mi vida por un divali sin fin
El uso de la palabra divali, el nombre del festival de las luces que constituye la fiesta religiosa más respetada de la India, sugiere tantas resonancias que es imposible no leer y releer la estrofa sin agotar sus posibles alcances. Lo mismo sucede cuando la dualidad trascendente entre devoto y divinidad es más obviamente tratada:
Tú eres el dibujo perfecto, yo un esbozo apenas
Tú la dulce melodía, yo tan solo unas pocas notas
Tú eres ilimitado, yo una ilusión de límites
En el secreto de la verdadera imagen-reflexión,
¡por qué decretar nuestra pasión!
Si eres parte de mí, no precisamos conocernos.
Las enseñanzas de la poética de Mahadevi Varma son de una magnitud que no puede ser considerada ni siquiera superficialmente en el presente artículo. Sea suficiente el esperar que ojalá y un día, al menos parte de su obra halle su camino a una popularización dentro del ámbito castellano. Hasta entonces, baste este atisbo sobre una obra y vida fascinantes.
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