Un mundo cualquiera construido imaginariamente en ninguna parte
Un mundo cualquiera construido imaginariamente en ninguna parte, quizás en medio de todos los seres y de todas las cosas que lo habitan, tal vez rodeándolo océanos y cruzándolos ríos para que parezca desde diferentes ópticas, un mundo aislado en un pleno mediodía de pensamientos, palabras, actos y hechos.
Cuesta construir un mundo cualquiera en ninguna parte, porque mentalmente la imaginación hay que transportarla desde adentro de nosotros, y como nomás tenemos el suelo de tierra con un amanecer, un atardecer y un anochecer, los pájaros no dejan de cantar por esa agua y ese alpiste en una jaula de montañas, bosques y nubes.
Entonces, buscamos un hombre y una mujer, un niño y una niña, dos ancianos, mirando desde el futuro que es el presente hacia el pasado, reencontrándonos; luego, desde una ventana que da al piso de la casa que diseñamos, la luz se proyecta a las paredes, al techo, a las puertas, a un jardín donde una mesa y unas sillas en un terraza hacen reposar una variedad de frutas con vegetales, unos libros para cuando la lectura, el periódico de todos los acontecimientos humanos y naturales, leyéndose lo siguiente: después de viajar quién sabe cuántas veces el ser humano alrededor de la tierra, llegar a la luna, mandar a marte una sonda robótica, por fin, ha encontrado un mundo cualquiera construido mentalmente en ninguna parte.
El ser humano, provisto de un tanque portátil de oxígeno lleno con polvo de estrellas, no viendo que hay mil cuatrocientos millones de pobres, desplazados por el hambre, por el cambio climático y por la guerra, se asegura que ese mundo encontrado cualquiera y construido imaginariamente en ninguna parte, es un buen lugar para fundar con la armonía de los elementos terrenales, étnicos y cósmicos, una nación tras otra sin poner de por medio fronteras, alambradas y muros: Nacer haciendo el bien es crecer sin desdén a todo lo animado e inanimado, se dijo para sí el ser humano, disfrutando de una visón panorámica de las cordilleras y sus cumbres nevadas sintiéndose único y múltiple, voz y corazón, memoria de la especie humana, llamándole poderosamente la atención la soledad desértica de los espejismos, los oasis y los dromedarios en una interminable caravana yendo hacia el sol y volatizarse en ninguna parte, preguntándose el ser humano: ¿así será el mundo venidero después de éste mundo cualquiera construido imaginariamente en ninguna parte?
El ser humano, despejado bajo la luz que lo proyecta hacia un mundo cualquiera construido imaginariamente en ninguna parte, lee sobre los sinuosos montículos de arena lo siguiente de un poeta errante que murió del corazón y a quien los palestinos lo evocan de memoria y en voz alta:
La tierra se estrecha para nosotros. Nos hacina en el último pasaje y nos despojamos de nuestros miembros para pasar.
La tierra nos exprime. ¡Ah, si fuéramos su trigo para morir y renacer! ¡Ah, si fuera nuestra madre
para apiadarse de nosotros! ¡Ah, si fuéramos imágenes de rocas que nuestro sueño portara
cual espejos! Hemos visto los rostros de los que matará el último de nosotros en la última defensa del alma.
Hemos llorado el cumpleaños de sus hijos. Y hemos visto los rostros de los que arrojarán a nuestros hijos
por las ventanas de este último espacio. Espejos que pulirá nuestra estrella.
¿Adónde iremos después de las últimas fronteras? ¿Dónde volarán los pájaros después del último
cielo? ¿Dónde dormirán las plantas después del último aire? Escribiremos nuestros nombres con vapor
teñido de carmesí, cortaremos la mano al canto para que lo complete nuestra carne.
Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje. Aquí o ahí… nuestra sangre plantará sus olivos.
Pudiendo caminar más y avanzar pasando por aquí o ahí el ser humano en el mundo cualquiera construido imaginariamente en ninguna parte, un verdor de olivos con la savia de la sangre irrigada desde la raíz de la tierra a las hojas del cielo, le provoca hacer un alto del tamaño de la condición humana y mirar renuevamente en derredor de los seres y las cosas que habitan en ese instante de luz y de sombra para convencerse mortalmente que de suelo y de sangre está hecho el mundo cualquiera construido imaginariamente en ninguna parte.
Sí, un mundo cualquiera construido imaginariamente en ninguna parte, donde se privaticen los beneficios ricos y se socialicen las pérdidas pobres.
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