Exigencias de la edad
Dicen que lo último que se pierde es la esperanza,
pero si ya has perdido el sentido del humor,
¿de qué te sirve la esperanza?
Te doblo la edad
duermo la mitad de horas que tu
fumo tres veces más
gano cada día la paciencia que tu pierdes a diario,
y aún piensas que somos almas gemelas.
Después del amor siempre llega el sueño
y mientras tu roncas yo devoro cigarrillos,
tu ansiedad tiene un límite
la mía un final.
Cuando pierdas el sueño
descubrirás que el amor es siempre
otra cosa,
lo que para ti es un mito
para mi es sólo una leyenda.
Es la edad la que no perdona
no admite créditos, devoluciones ni transferencias,
podemos compartir una vida
pero de la muerte nos tendremos que reír a solas.
Vidas rebeldes
Ningún camino de flores conduce a la gloria»
Jean de la Fontaine
Cuando era más joven pensaba que ser libre era ser libre
algo así como no tener obligaciones ni compromisos,
nada por lo que vivir, nada por lo que morir
rebelde sin causas conocidas.
Años más tarde descubrí que alguien
tenía que tirar la basura todas las noche,
porque la vida y la casa empezaban a oler mal,
como huele uno cuando crítica todo cuanto no es.
Años más tarde descubrí entre la basura que tiraba
el dulce aroma de mi propio hogar
tu ropa sucia, mis fotografías
los juguetes viejos de los niños
y esa llave que nunca supe lo que abría,
pero ya había perdido la casa
y tuve que reconstruir la esperanza
mucho más lejos de dónde estaba calculado.
Ahora, cuando cada noche salgo a la calle con mi bolsa de basura
y aprovecho el paseo para encender ese cigarrillo que despierta
los perros del vecindario
y los veo en sus casitas encendidas consumir la vida,
me doy cuenta que en la oscuridad
era más fácil ser libre.
Jack Kerouac, Pocahontas y yo
Íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yo
camino del sur en mi vieja furgoneta escuchando
John Lee Hooker en la radio
Despeñaperros pa´ bajo y algo más en el cuerpo
cuando recogimos al estudiante colombiano
haciendo autoestop en la gasolinera de Bailén
con un master en geología y dos piedras de hachís en el bolsillo,
contando historias de Manu Chao y las FARC
y el estado de sitio y una muchacha de Cáceres que le prometió el amor
y se quedó con todos sus travelcheques como recuerdo.
Íbamos, digo, camino del sur desentonando a coro al Camaron
palmeando sobre el salpicadero de la Nissan
creyéndonos libres y soberanos en un país que no reconocemos
ni quiere reconocernos,
cuando vimos la luna sobre la ciudad de Córdoba y suspiramos
como si fuéramos niños de plata en un jardín prohibido,
y nos cogimos de la mano porque en un momento todos fuimos indios
como Pocahontas, Moctezuma y nuestro amigo colombiano,
indios en una reserva de vino, ceniza y hechizos,
y conjuramos al futuro para que nos fuera propicio
y el futuro se nos hizo de pronto irreversible, irreverente, irrevocable.
Y tuvimos que enterrar en una sola noche
a los amigos que habían muerto desbocados, de amor
de velocidad, de locura, de la vida misma que ahora nosotros
en el umbral del siglo reclamamos desde la memoria.
Como pasajeros de un poema sin destino
íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yo
camino del sur encañonando con insolencia
la sien plateada y sospechosa de una Europa limpia
ordenada y preparada para repeler el hambre que nunca
nos dejaron reclamar.
Dice Gillespie
Dice Gillespie que la muerte no es lo peor
que no es el dolor la mejor escuela
ni el hambre nos convierte en héroes.
Dice Gillespie
que nos son más fuertes quienes más pueden
que lo son quienes más resisten
quienes de la derrota levantan victorias.
Dice Gillespie
que lo más peligroso no es el peligro
que lo más peligroso es la seguridad
con la que eludimos diariamente el peligro.
Dice Gillespie
que no es un hombre acabado
que es un hombre que está acabando
que nunca el final sustituye al fin,
porque en realidad,
dice Gillespie
que le dijo Parker
que le contó Cortazar
que en lugar de hacer el amor
ya va siendo hora
de que el amor nos haga.
Los Impostores
El olvido es la madrugada donde el miedo les hace fuertes
son como amantes inexpertos despidiéndose una y otra vez
sin terminar de pronunciar nunca el definitivo adiós.
Los impostores conocen todas las entradas y salidas de los sueños
todos los rodeos que hay que dar para llegar antes a ninguna parte.
Los impostores se suceden uno tras otro
confundidos entre la niebla y el amor ciego
son el ir y venir de una misma cosa
el plazo de una deuda que no se paga.
Ellos trazan las fronteras de países imaginarios
y juegan a conquistarlos desafiando al miedo.
Son audaces ante la adversidad
y pálidos bajo el fuego.
Ellos siempre andan pisándose los talones
en su loca carrera por no ser advertidos.
Frente a la verdad son invisibles
mudos frente al silencio.
Los impostores nunca tienen el mismo rostro
ni usan palabras que los delaten,
emboscados en sus viejas gabardinas
los impostores pasean al acecho bajo la lluvia.
Dicen venir de lejos
pero son siempre del mismo lugar
sus huellas no perduran
sus manos frías cambian de color
cuando alguien las estrecha.
Los impostores habitan el amor
como se habita una casa vacía,
mienten para sobrevivir
y viven con la incertidumbre atada al cuello.
Los impostores nos engañan con su certeza transparente
nos conducen sin tregua ni descanso
al lugar de siempre.
Los impostores somos nosotros
cuando cerramos los ojos
frente al amor que duele.
En todas partescuecen patrias
Nací en Valencia
de padre italiano y madre gata
he sido charnego en Bacerlona
polaco en La Mancha
y churro en mi ciudad,
me llamaron spagnoleto en Italia
y en la escuela macarroni,
en Andalucía soy «el que habla fino»,
gallego en Cuba y en México gachupín,
en Berlín me tomaron por turco
y en Brasil me hablaban en inglés,
a los rifeños les parezco muy claro
y demasiado moreno a la policía de Miami.
He vivido en dos países, siete ciudades y quince casas
de las que sólo conservo sonrisas
y algunas fotos apulgaradas de amigos y familiares.
Siempre vengo de lejos
y lejos voy
con otra lengua, con otra luz
y la patria en los zapatos
para vergüenza de mis invasores.
Uberto Stabile nace en Valencia en 1959. Cursa estudios de Historia del Arte en la Universidad de Valencia. En la década de los ’80 dirige el café-ibrería Cavallers de Neu, la Editorial Malvarrosa y funda la Unión de Escritores del País Valenciano. En los años ’90 se traslada a Huelva donde coordina las actividades culturales de la Fundación Juan Ramón Jiménez, crea la tertulia y colección lietararia Las Noches del 1900, dirige la Feria del Libro de Huelva y funda la Asociación de Gestores Culturales de Andalucía. Desde 1994 organiza y dirige la revista de poesía Aullido y los Encuentros Internacionales de Editores Independientes bajo el nombre de EDITA. En la actualidad forma parte del consejo asesor literario de la Fundación Caja Rural del Sur y de la Comisión de Cultura de la Federación de Municipios y Provincias de Andalucía. Es además creador y coordinador de los site web www.riepa.org y www.editalter.com. Fundador y director del Salón del Libro Iberoamericano de Huelva desde el año 2007 y del Encuentro hispano – luso de Escritores Palabra Ibérica desde el año 2005. Actualmente trabaja como Director de la Casa de Cultura del Ayuntamiento de Punta Umbría en Huelva.
Ha recibido el Premio de Poesía Ciudad de Cheste (1983), el Premio de Poesía Villa de Alaquas (1985), el Premio Valencia de Literatura, (1987) y el Premio Internacional de Poesía Surcos (1997). Su poesía ha sido traducida al italiano, portugués, búlgado, catalán y francés y se encuentra recogida en numerosas antologías nacionales e internacionales.
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