María Luisa Martínez Passarge viajó a Quito para entregar en mano Claudicación Intermitente a Jorge Enrique Adoum, en una personalísima aventura que ella titula: «Crónica de un arrebato».
Crónica de un arrebato
María Luisa Martínez Passarge
La primera vez que supe de Jorge Enrique Adoum fue en 1994, en un café de la ciudad de México donde varios amigos nos habíamos reunido para platicar sobre la obra de teatro que acabábamos de ver: Entre Villa y una mujer desnuda, de la directora mexicana Sabina Berman. Ahí, alguien comentó el hecho de que Sabina había tomado el título de su obra de otra escrita por un poeta ecuatoriano, adaptándolo al contexto mexicano. Me quedé con la curiosidad y pocos días después tenía en mis manos el “Texto con personajes” Entre Marx y una mujer desnuda, de Jorge Enrique Adoum. La obra de teatro me había gustado, pero la novela me pareció sorprendente. Recuerdo haberla leído un poco a tropezones, volviendo a ella una y otra vez, tratando de descifrar a los personajes, los diferentes planos, los tiempos en la narración histórica, la enorme cantidad de citas y referencias. Me propuse conocer más de Adoum, pero la intención quedó en ese entonces sólo en buenos deseos.
Desde esa fecha, el nombre de Adoum siguió rondando mi vida: aparecía brevemente y desaparecía por temporadas. Apenas hace unos días me he enterado, por el poeta Eduardo Langagne, que en muchísimas ocasiones a lo largo de tantos años, hasta he cantado a Jorge Enrique: en cualquier reunión de amigos donde hubiera una guitarra, en algún momento siempre aparecía en el repertorio Vasija de barro, la canción que compusieran, en una noche de bohemia, Oswaldo Guayasamín, Jaime Valencia, Hugo Alemán, Jorge Carrera Andrade y Jorge Enrique Adoum, junto con los músicos Gonzalo Benítez y Luis Alberto Valencia.Hacia septiembre de 2004 coordiné el número de invierno de ese año de la revista Alforja, dedicado a la poética del cuerpo enfermo. Le escribí a Jorge Enrique, le platiqué la temática de la revista, y él, generosamente, me envió el poema “Elegía a uno mismo”.
Un año después, en diciembre de 2005, en las playas de Sayulita, Nayarit, me encontré de nuevo con Adoum. Llevaba para leer y corregir cerca de quinientas cuartillas de lo que sería el libro de entrevistas Versos comunicantes II. Poetas entrevistan a poetas iberoamericanos, coordinado por José Angel Leyva. Cada entrevista abre con un poema, y el que aparecía al inicio de la entrevista que Edwin Madrid le hiciera a Adoum en 2003 era “Declaración de amor en la pieza de al lado”. El poema me conmovió profundamente. Y conforme avanzaba en la lectura de la entrevista, supe que Jorge Enrique era alguien a quien quería en verdad conocer.
Así, con la poesía de Adoum en el corazón, a mediados de 2006, cuando junto con José Ángel Leyva preparábamos la lista de los autores para la próxima serie de la colección Azor, yo puse sobre la mesa a Jorge Enrique. En 2005 habían aparecido nuestros primeros diez títulos (de los poetas colombianos Juan Manuel Roca, Jaime Jaramillo Escobar y Jotamario Arbeláez; del uruguayo-brasileño Alfredo Fressia, de los argentinos Máximo Simpson y Rodolfo Alonso, de la estadounidense Margaret Randall, de la chipriota Niki Ladaki-Filippou, y de los brasileños Régis Bonvicino y Floriano Martins). Fue el 2 de septiembre de 2006 cuando le envié a Adoum un correo electrónico invitándolo a publicar con nosotros una antología poética. En ese correo había anexado algunas de las portadas de nuestros libros publicados. Jorge Enrique me dijo que sí a todo, y como última de una serie de preguntas (¿cuántas páginas?, ¿quién haría la selección, quién el prólogo?), escribió: “¿quién me arreglaría la cara para ser digno de las bellas portadas que me envías?”
El 16 de febrero de 2007 recibí el primer archivo de Claudicación intermitente. A partir de esta fecha son muchísimos los correos electrónicos que viajaron de México a Quito, de Quito a México, con ajustes, correcciones, revisiones, más ajustes, más correcciones; una foto para la portada, no, mejor otra. Finalmente, el 24 de marzo de 2008 le escribí a Jorge Enrique anunciándole que el libro había sido enviado al coeditor para su impresión.
A partir de esa fecha, y contra nuestros principios y nuestros deseos, la impresión del libro se fue alargando. Los meses pasaron y mi correspondencia con Jorge Enrique se fue haciendo cada vez más espaciada. Me sentía avergonzada y no quería escribirle para darle siempre la misma noticia: nada todavía.
Finalmente, los libros llegaron a mi casa en marzo de este año. En ese momento tomé la decisión de venir hasta Quito y entregarle a Jorge Enrique, personalmente, sus ejemplares. Y aquí estoy, disfrutando del devenir de ese arrebato que me tiene esta noche a un lado de Jorge Enrique Adoum y conversando con ustedes.
Deseo agradecer a la directora del Centro Cultural Benjamín Carrión, Hypatia Camacho, haber aceptado llevar a cabo esta presentación. Estoy en deuda con Nicole Adoum por su entusiasmo y su generoso apoyo. Gracias a los poetas Antonio Correa y Bruno Sáenz; a Xavier Oquendo y a su familia; gracias a todos ustedes por estar aquí esta noche. Y en especial, gracias a Jorge Enrique Adoum, que ha sido el motor –mi motor– de este viaje.
Centro Cultural Benjamín Carrión
Quito, Ecuador
29 de abril, 2009
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