El narrador mexicano, de Sinaloa, nos ofrece aquí un fragmento de un proyecto más ambicioso.
M A N U A L D E M I N E R Í A F A N T Á S T I C A
Juan José Rodríguez
(Fragmentos iniciales)
Las Tablas de la Ley
Manufacturadas con roca del Monte Sinaí y redactadas por el fuego divino de la mano celestial, las Tablas de la Ley se encuentra hoy en Abyssinia, robadas a Salomón por la Reina de Saba, y guardadas en Axum, donde han sido descubiertos los restos de su palacio, confirmando así la tradición bíblica. Los abisinios sostienen que dichas tablas fueron entregadas por Salomón a la reina Belkis al recibir de los profetas la confirmación de que su reino sería, inexorablemente, dividido a su muerte, a pesar de sus súplicas a Yahvé.
Las tablas son custodiadas por un monje de la Iglesia Ortodoxa, que vive entre irrepetibles textos sagrados. Guardias armados – algunos de ellos fueron de la guardia personal del Emperador Haile Selassie, El Negus-, vigilan las afueras del sitio. El monje, él y solo él, conoce la forma, consistencia y estado de conservación de las tablas. Recordemos que la dinastía de Selasie es la más antigua y conservada del mundo, gracias a la posesión de esta reliquia pétrea. De ahí que algunos gobiernos, como el caso del régimen de Musolini en Italia, desearan poseerla para devolverle a la alicaída Roma la grandeza de los siglos perdidos. Otros estudiosos afirman que la longevidad de la dinastía no es por la posesión de la reliquia, si no por su simple parentesco semi divino. Su Majestad Haile Selassie fue el único descendiente directo del rey David en gobernar en la tierra y, por la tanto, uno de los pocos hombres con parentesco comprobado con la encarnación terrestre de Jesús de Nazaret, llamado el Cristo.
La Iglesia abisinia pone sus fundamentos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Afirman que, además de los judíos, fueron de las primeras poblaciones en conocer y practicar la ley de los Diez Mandamientos desde el tiempo de la Reina de Saba, quien marchó hasta Salomón para recoger y luego repartir su sabiduría. Como es conocido, y escrito, entre los dos nació un amor del que vino a la luz al volver a su patria, su primer hijo Menelik. Al cumplir 20 años, Menelik fue a Israel a conocer a su padre quien le recibió con grandes honores y celebraciones que llenaron el templo de incienso y las calles de vino de Damasco. Al ver a Menelik, Salomón lo reconoció de una manera inaudita: “¡He aquí mi padre, el Rey David, que ha resucitado de entre los muertos. No necesitan decirme quien es este joven que ha venido porque yo veo en él a mi sangre revivida. Es verdadero hijo mío e idéntico a mi padre, tal como lo recuerdo en mi infancia!”
Menelik llevó a su regreso doce ensayos de Israel, los libros del Antiguo Testamento y el Arca de la Alianza con las Tablas de la Ley, que los abisinios escondieron en el centro del Lago de Zway, cuando los musulmanes intentaron apoderarse de ella. Ahora el Arca de la Alianza aguarda su tiempo en Etiopía, custodiada día y noche por un monje, así como los manuscritos del antiguo Testamento. También ahí se encuentra el único ejemplar del libro de Enoch, hombre llevado en cuerpo y alma al cielo por su fe y conocimiento en los días del Génesis.
Otra versión sostiene que las piedras han ascendido al cielo y lo único que queda en esta tierra es el Arca que las contenía, la cual aun mantiene sus poderes prodigiosos. Elena de White, mística norteamericana que tuvo una visión del reino celestial, publicada en 1917, afirma que estas tablas contienen el reglamento básico que nos será aplicado durante la ceremonia del Juicio Final y tendrán una reaparición oficial, la cual a muchos no será del todo grata.
La piedra al final de la Caja de Pandora
“Te doy el nombre de Pandora, nombre que significa La Mujer de Todos los Dones” anunció Zeus a la hembra primigenia, antes de enviarla a la tierra desde las alturas del Olimpo, sostenida por los brazos de Hermes, mensajero supremo, orlada de sedosidades y aleteo fugaz de amorcillos y ninfas aéreas.
Pandora no sólo fue la primer hembra: fue también la primera en ser creada en una fragua y por las manos artesanas de un herrero. Los hombres se habían vuelto demasiado vanidosos y soberbios, por lo que Zeus mandó a su hijo Hefestos a crear a la mujer; algo más difícil que templar la armadura de Marte o pulir el escudo de Minerva. Luego de darle forma, Zeus le insufló una chispa de fuego divino escapado de los hornos del Urano.
Las gracias, las horas y las musas adornaron su pecho con joyas que no son posibles visualizar ni siquiera en esta vida.
No es aquí el sitio para repetir el grave descuido de Pandora, que entre tantos dones, recibió la veta de la curiosidad. Al fondo de la caja en donde se custodiaban los males que aun afligen al hombre, aguardaba la piedra de la esperanza… Aristarco, Plotino e Hipatia coinciden en el postulado de que ese guijarro estuvo compuesto por el mismo material divino con el cual se mandó darle forma a Pandora, reconocible por un resto de la quemadura que encendiera su alma femenina. De origen, la piedra no representaba la posibilidad de salvar al hombre y la mujer: solo era un fragmento olvidado por Hefestos, luego de destrozar con un golpe definitivo de su mazo, el molde donde diera forma a la dama y que, a su momento y forma, revelaría inesperadas propiedades curativas y también de caritativo engaño ante la catástrofe. (La piedra, no la dama.)
La roca negra de la Kaaba
No ha sido posible realizar ningún examen científico de la piedra mágica de la Kaaba. Las teorías de los astrónomos sostienen que es un meteorito rocoso, de color oscuro y para nada metálico. Dos geólogos reconocidos insinúan que es un pedazo voluminoso de ágata. Escritores islámicos sostienen que en un principio el color era blanco y que el tono actual se debe al manoseo continuo o a la turbiedad de los pecados del mundo.
El punto de vista oficial del guardián de la piedra negra es que dicha roca fue colocada en su posición actual por el patriarca Abraham y descendió de un cielo religioso, para nada aristotélico, copernicano o cercano a la teoría de la relatividad, tan en boga en el mundo de la magia desde 1905. Este argumento es muy útil para desvirtuar cualquier prueba física de la roca, ya que los resultados no afectarían para nada a la doctrina islámica, dicen ulemas desprovistos de cualquier inseguridad teológica.
La comunidad científica desea analizar la roca de la Kaaba, aunque sea en un pequeño fragmento; así se podría precisar su edad por la exposición a los rayos cósmicos, tiempo acontecido entre la fragmentación y su llegada a la tierra. Una hipótesis sostiene que hace 5 millones de años, en la época que Darwin llama de los primates, la piedra negra de la Kaaba se desprendió del asteroide 22 Calíope, giró en torno al sol durante los tiempos geológicos, y chocó finalmente contra la península arábiga hace 2500 años (Carl Sagan: El cerebro de Brocca). Los astrólogos aún no han interpretado de manera satisfactoria lo que implicaría dicho periplo estelar y divino para nuestro tiempo, así que la pregunta se sigue realizando en vano.
La punta de flecha celeste en el templo de Diana, en Éfeso.
Una de siete maravillas del mundo antiguo menos citadas en el templo de Diana en Efeso, Asia Menor, hoy Imperio Turco. Mucho menos invocada aun es la roca negra depositada en el Sancta Santorun que había caído el firmamento como una señal de los dioses; en concreto, una punta de flecha disparada desde la luna creciente, simbólico arco de la cazadora Diana. Hoy los habitantes de aquella región ondean en su bandera la luna del Islam y un dictador autárquico ha prohibido el uso del fez, en espera de modernizar así un poco el aspecto de su gente.
La Diana de Efeso es una versión helenizada de Astarté y de Cibeles, según crónicas de otros magos. Su culto fue criticado acerbamente por San Pablo, según podemos comprobar en los Hechos de los apóstoles. Incluso se provocó un motín, instigado por los orfebres que realizaban figuritas de plata del templo y vivían de su activo y supersticioso comercio. Los defensores del Imperio Romano citan ese pasaje como un ejemplo de la legitimidad de la vida en esa época de gloria, ya que los paganos intentaron que Pablo y sus seguidores fuesen encarcelados o lapidados de manera pública. He aquí lo que cuenta la Biblia al momento de la discusión donde se defiende a Pablo de Tarso, la cual fue resuelta por la autoridad con mejor tino que aquella que en su momento exhibiera Poncio Pilatos en Judea.
“Fue tan terrible ese disturbio que el propio secretario de Ciudad calmó a la multitud con esta frase: Ciudadanos de Efeso, ¿quien no sabe que la ciudad de Efeso guarda el templo de la gran Artemisa y su imagen caída del cielo? Siendo esto algo tan evidente, conviene que ustedes se calmen y no cometan ninguna locura. Éstos hombres que han traído aquí no han profanado el templo ni han insultado a nuestra diosa. Si Demetrio y sus artífices tienen cargos contra alguno, para eso están las audiencias y los magistrados: que presenten aquí sus acusaciones. Y si el asunto es de mayor importancia, que se resuelva la asamblea legal. ¿Han pensado ustedes que podríamos ser acusados de rebelión por lo ocurrido hoy? No tendríamos excusa alguna para justificar este tumulto.
Y dicho esto, disolvió la asamblea. (Hechos de los apóstoles, 19: 28, 41.)
El anillo de cornalina de Mahoma
Los musulmanes creen que Mahoma llevaba un anillo de plata con un fragmento de cornalina, hecho que la vuelve sagrada en una cultura donde escasean las reliquias y el culto a la personalidad de los hombres santos. Como Mahoma no deseaba que lo venerasen al pasar algunos siglos después de su muerte, mandó que nadie guardarse el menor retrato o dibujo de su rostro para no terminar como imagen cotidiana en los altares. Solo sabemos que al noble profeta le faltaban dos dientes en el maxilar inferior, herida que no se considera grotesca porque la recibió de un golpe de alfanje durante la primera gran guerra santa.
De lo poco que sabemos del Profeta es que usaba un anillo de plata con una cornalina. Dicha piedra se utiliza para grabar en ella versículos del Corán, a manera de amuleto, detalle no muy difícil de lograr, gracias a la ventaja de la caligrafía árabe sobre el poco grácil y modélico alfabeto latino.
El Lapidario de Alfonso X – rey recordado como “El Sabio” porque supo rodearse en su corte por hombres sabios – asigna a la cornalina tres virtudes : "La una, que ayuda a los oradores cuando la traen consigo, pues les da esfuerzo para razonar sin miedo y ayúdales también para que lo hagan apuestamente. La otra, que es buena para estancar la sangre que corre mucho, mayormente a las mujeres cuando les sale más de lo que debe. Y la tercera virtud es que sirve para los dientes cuando la hacen polvos y la frotan sobre ellos, pues los limpia, hácelos claros y crece la carne entre ellos, y hace también las encías muy bermejas".
En el antiguo Egipto, la cornalina, tenía un valor profundamente religioso, y la usaba la diosa egipcia Isis para proteger a los muertos en su errabundo peregrinar después de la existencia. Por su parte, los vivos acostumbraban ponérsela en la mano o en la frente para calmar la ira, los celos, la envidia, el odio y a veces la tristeza.
El rey cristiano fue un hombre sabio, pero sólo Ala es más sabio porque Él todo lo ve, todo lo sabe y todo lo puede. La gloria sea con Aquel Quien No Muere.
La piedra filosofal de los alquimistas
Tres fueron las obsesiones que atormentaron por siglos a los alquimistas. Por un lado intentaron la transformación de metales innobles, como el plomo y el cobre en metales preciosos, como la plata y el oro. Trataron de crear una sustancia que fuera capaz de curar todas las enfermedades. Finalmente, se demoraron en descubrir el elixir de la inmortalidad.
Todo se resumía en la búsqueda de la piedra filosofal, única sustancia de ese mundo capaz de conseguir la transmutación, la panacea universal y la inmortalidad. La creencia más extendida afirmaba que esta sustancia, puesta en un metal innoble como el hierro, mediante el proceso de fusión, es transformada en oro.
La verdadera Piedra Filosofal es roja. Este polvo rojo posee tres virtudes:
1.- Transmuta en oro el mercurio o el plomo en fusión, sobre los cuales se deposita una pulgarada. Roger Bacon (1219-1294), franciscano de Hibernia, se atrevió a afirmar que la piedra filosofal era capaz de transformar en oro una cantidad un millón de veces superior de metal vulgar. Arnoldus Villanovus (1235-1312), autor del Rosarius philosophorutn, una de las joyas escritas de la alquimia, se contentó con una cantidad cien veces superior. Ramón Llull (1235-1316), del que se decía que en vida había acordado un pacto con el diablo y que posteriormente fue canonizado por la Iglesia -fue lapidado siendo misionero entre los musulmanes-, escribió lo siguiente en su Testatnentutn novissimutn:
«Toma un pedacito de esta exquisita medicina, tan grande como una judía. Échalo en mil onzas de mercurio y todo se transformará en un polvo rojo. De este polvo echa una onza en mil onzas de mercurio, que se transformará en polvo rojo. De este polvo, coge nuevamente una onza y échala en mil onzas de mercurio y todo se convertirá en medicina. Coge una onza de la misma y échala en mil onzas de mercurio nuevo, y todo se convertirá nuevamente en medicina. De esta última medicina echa una onza en mil onzas de mercurio y entonces se transformará en oro, que será mejor que el oro de las minas.»
2.- Constituye un enérgico depurativo de la sangre y, cuando se le ingiere, elimina cualquier enfermedad o maldición. En dosis especiales provoca la inmortalidad, pero no podemos revelar aquí el procedimiento. Conservaba la salud y prolongaba la vida por cuatrocientos años y más ¿O es que la larga vida de los patriarcas no se debió a la circunstancia de que debieron encontrarse en posesión de esa joya? Los alquimistas árabes creyeron que el oro fabricado artificialmente, incluso en forma líquida, era apto para beber (aurun potabile) y ocultaba poderosos efectos curativos.
3. – También actúa sobre las plantas, y las hace crecer, madurar y dar frutos en pocas horas. Pero escasos han sido los alquimistas que decidieron experimentar y desperdiciar a la piedra filosofal en vanas cuestiones agrícolas. Si la inmortalidad está a la vera, ¿para qué perder el tiempo en actividades de naturaleza hortícola y sedentaria?
La rosa del desierto
La Rosa del desierto – pompa del páramo y gema del infierno le nombró un poeta sufí- es un mineral de origen sedimentario, formado sobre la base del yeso en zonas desérticas, en la actualidad o en el pasado, que forman un capullo de formas lenticulares entrecruzadas, semejantes a una rosa vegetal. Los antiguos creían que se materializaba con la orina del camello, ya que no era raro que estos brutos, con su inesperado torrente turbio, las hiciesen aparecer durante el descanso de las caravanas. Esa cualidad la comparte con la lincita, producida por los orines de un felino mencionado mucho en el África, a diferencia de la draconita, cuyo aspecto es similar, nada más que esta es extraída del cerebro del dragón recién sacrificado.
Sus propiedades mágicas fueron descubiertas por una sacerdotisa saharaui llamada Wardhan Darbeiya. Pero se desconocen en que consiste su maravilla; han jurado sus descendientes conservar el misterio y éste sólo se transmite de madre a hija primogénita. Un detalle indispensable de la magia de esta roca es que las conocedoras deben llevar el mismo nombre y esta hermandad ha trascendido las fronteras. Deben bautizarse como su descubridora, o si no, con alguna versión parecida… ya sea Fiodarliso, Rodhongulem, Rosasharn o a veces Florisa.
La piedra imán de la isla de Laputa
Reseñada por el marino Lemuel Gulliver, esta pieza magnética fue descubierta en un témpano de hielo desprendido del casquete polar y llevada a una tierra insular, la cual desde entonces no toca la corteza terrestre, errante entre las nubes y escabulléndose de las tormentas. Por lógica, el pescador que la encontró se volvió el gobernante absoluto de su reino. El imán posee la capacidad de mover a cualquier rincón del cielo a la flotante isla de Laputa; siempre al criterio de la majestad en turno, las cuales han formado una desquiciada dinastía. Algunos incrédulos han pensado que esta referencia es solo una improvisada parábola de Lemuel Gulliver para ejemplificar los males del absolutismo y descreen de esa descripción de una isla capaz de desaparecer, hipótesis que en cambio es creencia común de navegantes mucho más reputados y en demás admirables.
Un cataclismo de hace milenios dividió en dos al polo magnético de la tierra, siendo uno de ellos el pequeño imán que dirige hoy y para siempre los destinos de Laputa. El otro fragmento es más inmenso y por lo tanto no removible; es aquel que hipnotiza a todas las brújulas del planeta. Paracelso afirma que la prueba de ello es que, como todo buen marino reconoce, el norte magnético se encuentra a una distancia imprecisa del verdadero norte geográfico de la tierra y esa oscilación cartográfica es la que demuestra qué, alguna vez, el norte del mundo dejó de ser exacto y luego se convirtió en otra cosa que nadie sabe como funciona ni donde empieza… Para evitarle conflictos a la navegación y a la salud de sus habitantes, la isla de Laputa solo se mueve en un espacio confinado de poca importancia; aunque quizá pronto mude al solitario sur de Australia. Ya es reciente el aumento del tráfico en la zona cercana a las Bermudas, cuyos huracanes e islas prodigiosas, antes desconocidos e improbables, fueron mencionadas con sarcasmo por William Shakespeare en una de sus páginas.
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