Guadalupe Flores, colaboradora y amiga de La Otra, nos envía desde Atenas esta traducción del escritor griego y ateniense Koumendareas, quien establece un juego sobre el compromiso de la prosa que resulta un decálogo.
MENIS KOUMANDAREAS
Guadalupe Flores Liera
Menis Koumandareas, Atenas, 1931. Estudió Leyes y Literatura, trabajó en compañías navieras y en aseguradoras, desde 1982 se dedica exclusivamente a la escritura. Es uno de los narradores griegos más notables e interesantes de la actualidad, sus personajes son casi siempre seres frustrados y marginales, enquistados, que viven sin ideales ni sueños la rudeza de la vida citadina y pequeñoburguesa. Algunos títulos suyos son: Las maquinitas (1962), La travesía (1967), Los quemados (1972), Fábrica de vidrio (1975), La señora Koula (1978), La peluquería (1979), La camiseta con el 9 (1986), Su olor me provoca llanto (1997).
La siguiente lista ha sido elaborada en un intento de resumir su pensamiento narrativo a partir del relato Play, incluido en: Menis Koumandareas, Πλανόδιος Σαλπιγκτής [Trompetista ambulante], se trata, pues, de un juego a partir de otro juego. En este relato el autor se desdobla en dos personajes –un viejo escritor y un joven periodista- y se entrevista a sí mismo, de esta manera expone sus ideas y su compromiso con la escritura. Con base en este texto resumimos el pensamiento que caracteriza a su obra.
MENIS KOUMANDAREAS: EL ESCRITOR ES UN OBSERVADOR
1.- La fascinación del relato descansa en el embaucamiento. Es el momento capital en el que el escritor debe intervenir y encontrar la forma de continuar su historia. Sin éste la Scherezada de Las mil y una noches no hubiera vivido más que una sola noche.
2.- Sombras que escalan por las paredes, animales que habitan en los azulejos del baño, ecos de conversaciones en las habitaciones vecinas, composiciones musicales que se completan con la mente, rostros que están presentes en un instante y que al siguiente han desaparecido misteriosamente; la misma o una parecida capacidad de autosugestión posee el creador, quien, sin embargo, hace pasar sus alucinaciones por el filtro de la lógica. Ésta decide hasta qué punto las ensoñaciones se convierten o no en arte. Esto es el talento.
3.- Una historia, por más complicada o increíble que resulte, debe conservar la naturalidad de la voz, la frescura de la primera impresión. Que no huela a taller ni a literatura.
4.- Para que una historia resulte convincente, el material que la compone tiene que adquirir alma o, en otras palabras, estar poseído. Tomemos por ejemplo una ciudad o un barrio cualesquiera. Apenas el escritor decide prestarles su voz, éstas adquieren de inmediato particularidad. Pero esto no basta, tiene que mediar algo importante. Esa ciudad o ese barrio deben representar determinadas vivencias: la infancia, amores juveniles, heridas, personajes cuya presencia o ausencia las personifican. De esta manera, ese lugar se purifica, se convierte en el sitio que recuerda nuestras propias alegrías o sufrimientos, aún cuando el lector no haya puesto jamás el pie en ellas. Sólo que para conseguir esto hace falta que la técnica mediante la cual el escritor se expresa esté directamente cargada y dependa de sus necesidades y que esté, al mismo tiempo, ajena y distanciada.
5.- La gente piensa que en un escritor la imaginación lo es todo, algo abstracto que lo convierte también a él en algo abstracto. Casi nunca se oye hablar de otras cualidades, como la capacidad de observación. Por ejemplo, a partir de un objeto cualquiera puede comenzar un relato que concluiría en un punto completamente independiente e inesperado que ya no tenga nada que ver con el objeto en cuestión, sino con algo profundamente psíquico. Muchas veces ésa es la semilla que da origen a una historia.
6.- La necesidad de comprender y de compadecer a los seres humanos dota a un escritor de la capacidad de dar vida a un héroe; el amor –aún cuando la vida lo haya privado de él—, sin el cual incluso el más malo y antipático de los héroes no consigue sostenerse sobre sus propios pies; la curiosidad, que es la palanca que pone en movimiento la trama; el sensualismo, sin el cual no existe atmósfera; la manera en que un narrador ve a sus héroes en relación con el ambiente social, como el solo de un instrumento musical que toca acompañado por una orquesta. También está el momento crucial en que descubre que los hombres a su alrededor están gobernados por los mismos o semejantes sentimientos; esto es algo que lo hace sentir feliz de no vivir apartado, mientras que, al mismo tiempo, lamenta haber perdido la oportunidad de ser el único. Y entonces, sin darse cuenta, y a lo mejor por esa misma razón, comienza a mitificar el mundo a su alrededor.
7.- Para que un personaje se convierta en héroe hace falta ternura infinita, aún cuando al final no resulte simpático. El trabajo de un escritor es ocuparse del mundo. Los personajes humanos: ésta es su ciencia.
8.- Un escritor que se respete a sí mismo, debe tener antes que nada una opinión personal. Y cuando la tiene, inevitablemente la distorsiona. Es el precio de pronunciar su propia verdad. Puede que ésta sea parcial, interesada o no sé qué más, pero es su verdad, la única. Conociéndola se tiene la posibilidad de expresar la verdad de los demás.
9.- El atractivo de un escrito no está relacionado con situaciones o palabras hermosas. Se puede describir las cosas más horrendas y resplandecer. El encanto está en es el convencimiento que el narrador debe haber conquistado en su interior. Se trata de un acto de magia, casi de brujería.
10.- No existe peor consejero en la literatura que el depender servilmente de la realidad. La escritura exige cierto distanciamiento y sangre fría e, incluso, necesita que intervenga la máscara del narrador o del héroe que habla en nombre del escritor.
11.- El eco de la lengua materna, las palabras, los giros idiomáticos, la forma en que la pronunciamos, son algo insustituible. Un centenar de libros no conseguirán enseñártelo. Una palabra de uso común puede resultar única según la forma en que uno la emplee. Escribes en tu lengua como si hicieras uso de ella por primera vez. Las palabras más frecuentes adquieren una carga que las hace sonar vírgenes. Es la única forma de que un texto adquiera fundamento. Pero para conseguir esto, es necesario conservar un asombro infantil e, incluso, hace falta tener el control del material huyendo de las emociones fáciles y de los miles de lugares comunes que las acompañan. Se trata de ser generosos en los sentimientos y ahorradores en el momento de expresarlos.
12.- En un escrito debe existir siempre algo que el lector no consiga entender del todo. En la literatura policial esto se vuelve un fin en sí mismo, mientras que en la literatura se convierte en un arte.
13.- Todo niño es por naturaleza un poeta o un narrador que dormita. El arte rescata lo que vimos y sentimos en los primeros años y se esfuerza por alcanzar la perfecta inocencia y la sorpresa de la primera impresión, combinándolas con el conocimiento que se alcanza en la madurez.
14.- Un escritor vive continuamente entre las dos caras del mundo, la verdadera y la falsa, si es que puede llamárselas así burdamente. Ninguna de las dos le basta. Por lo general, un esquizofrénico claudica ante su padecimiento; a través de la escritura, un escritor encuentra su terapia.
15.- Uno se hace escritor poco a poco, mirando, observando, lastimando su vida para volver al cabo a describirla entera, convertirla en mito.
16.- En algún sitio leí que un escritor trabaja como si estuviera transcribiendo su subconsciente.
17.- Inspiración quiere decir luir la ropa y que se formen callos en los dedos.
18.- La reproducción de la memoria lo es todo en un escritor.
19.- Un libro no concierne exclusivamente al escritor, como no concierne solamente a la gente. Se trata de un hilo muy delgado, sobre el cual un escritor, tarde o temprano, aprende a guardar el equilibrio.
20.- Al escribir es probable que se pierda la inocencia primigenia, pero es cuestión de insistir para recuperarla.
(adaptación a partir del relato Play de M. Koumandareas elaborada por Guadalupe Flores Liera)
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