Literatura en el Bravo: Entre el miedo y la esperanza
José Ángel Leyva
Es la primera vez que cruzo la frontera con Estados Unidos, la primera que visito territorio gringo. Desde joven cultivé mi desinterés por el coloso del norte a donde van a vivir los que nada tienen qué perder porque se los han arrebatado todo en su patria, los que no saben leer, los que han perdido la esperanza o los que teniendo un bienestar sufren los embates de la violencia y la inseguridad y no sienten ya confianza para caminar sin sobresaltos en sus calles, o los que llenan sus arcas con la rapacidad y el saqueo para luego refugiarse en la certidumbre que ofrece la sociedad estadounidense. Es la primera vez que más allá de mis prejuicios surgen preguntas que me duelen.
Vayamos por partes. El Instituto Chihuahuense de Cultura organizó el 5to. Festival Internacional Chihuahua de Cultura y en el marco de esa fiesta el encuentro de escritores: Literatura en el Bravo. Fueron homenajeados dos escritores, uno local, de proyección internacional, Carlos Montemayor, otro internacional de corazón local, Juan Gelman. Poetas y narradores de más de 12 países y de diversas regiones de México visitaron tierras chihuahuenses. Un festival que ha venido en escenso. A la inauguración del Encuentro asistieron las autoridades locales, el gobernador del estado y el presidente Municipal de Ciudad Juárez, el rector de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Todos hablaron sobre la obra de Montemayor, el hijo pródigo de su tierra, pero también el crítico. Lo mismo sucedió con Gelman a quien se le rindió un cariñoso y profundo reconocimiento por parte de sus colegas para destacar las cualidades de su obra, razón esencial por la que es una de las plumas mayores de lengua española.
Un festival cultural y un encuentro de escritores en el marco de una serie de acontecimientos que nos estremecen aunque no nos sorprenden. Lo que significa que no hemos llegado aún al punto de reconocer que nos hemos acostumbrado o insensibilizado ante la muerte, la mentira, la tragedia, la burla y la estupidez. Recortes presupuestales a la educación y a la cultura del tamaño, como diría un funcionario, directamente proporcional al despilfarro de quienes nos representan, los gastos de campaña de partidos políticos sin escrúpulos y sin principios, pero con familias amplias, de la corrupción de quienes gobiernan y administran en permanente campaña. Iniciativas de impuestos para todos, terrorismo fiscal contra la clase media, terrorismo áereo anunciado un día antes a manos de un pastor boliviano, tormentas en la Ciudad de México que paralizan no sólo el aeropuerto internacional sino la vida de sus habitantes, tormentas que dejan en claro que esta es una urbe que ya no puede más, que ha rebasado sus límites desde hace tiempo, pero sigue creciendo. Violencia, muerte, catástrofes, desorden, caos nos congelan la sonrisa fácil.
Llueve también en el desierto. Una lluvia leve que encharca las calles de Ciudad Juárez porque es una ciudad acostumbrada a la sequía y no prevee que del cielo le caiga el agua. Hace un año, cuenta una chica del equipo organizador, una niña cayó en un socavón al descender de un autobús; el drenaje estaba podrido y se la llevó la corriente. Encontraron su cuerpo varios kilómetros adelante. Pero la lluvia, pienso para borrar esa imagen terrible, hará florecer el desierto.
Lêdo Ivo (de Brasil), Silvestre Clancier ( de Francia), Ada Castells (de Cataluña) y yo, asistimos a un programa de radio. Llegamos un poco tarde y nos antecedió una entrevista con una mujer de nombre Lucinda que dijo representar a una organización llamada: Pacto en acción. Anunciaba una conferencia a cargo de Sergio Fajardo Valderrama, ex alcalde de Medellín, Colombia, a quien conocí en su último año de gestión política porque dio un discurso breve y hasta literario en la inauguración del Festival de Poesía de Medellín, en el 2007. Un hombre joven que comenzó a cambiarle el rostro a una ciudad asolada por la violencia, una ciudad que ahora ofrece como recorrido turístico un paseo por sus bibliotecas. La conferencia se ofrecía en lo que Lucinda calificaba como una situación de extrema violencia en Chihuahua… y parece que en todo el país. El título de la conferencia: “Del miedo a la esperanza”. Porque la entrevistada confesaba, somos presa ya del terror, nos tiene paralizados el miedo y necesitamos romper esta inercia que nos arrebata el espacio público, que nos obliga a encerrarnos en las casas, que nos despoja de la confianza en nosotros mismos, que nos borra como ciudadanos. Necesitamos, decía, actuar, participar, exigir. Sobre todo esto último, exigir que nos devuelvan el país, las instituciones, la confianza y la dignidad ciudadana, el orgullo de ser. Creció la pobreza y se desvaneció la esperanza, creció la corrupción y desapareció la tranquilidad. No podemos dejarnos arrastrar por la resignación y el miedo, no podemos huir, debemos atajar el miedo, insistía Lucinda al locutor con aplomo y elocuencia.
Crucé la frontera para leer en una High School y en una Universidad de El Paso, con Jordi Virallonga y Ada Castells, ambos catalanes. Efraín Bartolomé vendría más tarde. Nuestro anfitrión fue el agregado cultural de El Paso, el poeta Enrique Cortazar. No me impresionó la imagen dispersa de la ciudad y su evidente bienestar, su alejamiento de la pobreza. Me llamó la atención algo que estuvo presente en cada desplazamiento y en cada lectura: la limpieza, el orden, la civilidad y una inmensa mayoría latina. Es decir, antiguos juarences o chihuahuenses, mexicanos, latinoamericanos, que han plantado sus vidas en este lado del planeta. Me sorprende lo que preguntó Ada Castells, narradora y periodista a una de nuestras anfitrionas: “Por qué si sois la misma gente, acá sois distintos, os comportáis de otro modo”. Y es absolutamente cierto, nadie tira basura en las calles, nadie se pasa los semáforos en rojo, se detienen para dejar pasar al peatón, y numerosas conductas que la misma gente desecha al llegar a Ciudad Juárez. Una frontera nos hace diferentes siendo los mismos. ¿No es absurdo? Pero los habitantes de El Paso ya no quieren volver a Ciudad Juárez, han escuchado demasiadas historias sobre inseguridad y violencia, secuestros, asesinatos de mujeres inocentes, ejecuciones, asaltos, extorsiones, el ejército patrullando la ciudad como si estuviésemos en Bagdad o Kabul. Por eso a los texanos hispanos, antes chihuahuenses, antes mexicanos, les intriga que escritores de todo el mundo viajen a una ciudad mexicana que gana fama en el espanto. ¿Cómo se puede mezclar la literatura, la cultura con las armas?
¿Cuál ganará esta batalla?
Irene y Martha, chicanas, nos invitaron a comer a casa de la madre de la primera. Comentaron mientras nos llevaban a un mirador. A ellas les gusta pasar a Ciudad Juárez porque se baila, se canta, se divierten, pero reconocen que es una aventura riesgosa porque desde que pasas la policía no aplica la ley, sino el desorden. “Allá he tenido que pagarle a las autoridades por haber cometido o no una infracción, me han detenido para pedirme mordida”, dice entre risas Irene. “Acá la policía no es lo mismo, si intentas sobornarla te llevan a la cárcel, si cometes una infracción pagas multas muy elevadas; aquí la ley es la ley”, remata Irene con su español fronterizo.
Mi lectura en Ysleta High School me dejó un buen sabor de boca. Los alumnos decoraron el salón con versos de mis poemas, con líneas de mi biografía, con fotos, con frases de bienvenida. Todos latinos angloparlantes. “¿Son bilingües?” pregunté al encargado de mi traslado, un chicano de ascendencia chihuahuense: “bilingües no, algunos hablan un español entrecortado y corrompido porque en sus casas aún hablan restos de español, pero ésta es una nación que exige el inglés como lengua única, nos quiere hacer monolingües, nosotros nos resistimos, por eso es muy importante que los escritores en español vengan a platicar con los niños y los jóvenes, vengan a leerles sus obras en esa lengua que medio hablan sus padres.” La experiencia es conmovedora. Adolescentes de 14, 15, máximo 16 años de edad, piden poemas de amor, de amistad, de la naturaleza. Se notan contentos, agradecidos. Dos lecturas más en una universidad y en una biblioteca. Los públicos atentos, ávidos de preguntar e incluso de adquirir los libros de los escritores invitados. Por la noche el retorno a Ciudad Juárez.
Cruzamos la frontera y me dejó estupefacto una escena que contrastaba con la de la mañana cuando, como a esa misma hora, las 23 hs, aún permanecía una larguísima fila de coches que abandonaban México para internarse en Estados Unidos. Nadie nos pidió pasaporte, ni siquiera identificación para internanos de nuevo en Ciudad Juárez. Cualquiera puede entrar a México, nuestra frontera está abierta a todo lo que venga de allá, sin requisitos, sin registro; estamos abiertos y expuestos a lo que entre del otro lado, donde, como dice Irene: “La ley es la ley”. Pueden entrar armas, delincuentes, toda la basura humana y ni siquiera acusamo recibo. ¿Cómo entender un país que cierra su frontera a los países del sur con la misma o mayor exigencia (virulencia) que la que impone su vecino del norte a los ciudadanos mexicanos?
Aún me quedó otra inquietud sembrada por la curiosidad de Ada Castells por la mañana: “México sorprende por su cultura, por una clase intelectual muy culta ¿cómo os dejais secuestrar por la ignorancia?” No obstante, hoy es 15 de septiembre, y el pueblo dará el grito de independencia con un espíritu patriotero que hará olvidar por unos instantes la vergüenza, el miedo, la zozobra.
10 comentarios