Cómo filmó Gaviria

gaviria-victorGuillermo Ovalle nos hace llegar de Colombia este segundo capítulo del libro: Sumas y restas. Así se filmó la película de Gaviria, de Pedro Claver Téllez.

 

 

 

 

 

 

gaviria-caratula-prensa

 

Pedro Claver Téllez, natural de Jesús María, Santander, inició
su vida periodística y literaria a mediados de los años sesenta
del siglo XX. Ha publicado ocho libros, centenares de crónicas,
reportajes y notas periodísticas en los principales medios escritos
del país: Occidente, El Pueblo, Cromos, Cambio 16 y Dinners. Varios
de sus cuentos iníciales fueron premiados en concursos nacionales,
y ha sido profesor de literatura, periodismo e historia en
varias universidades. Ha incursionado en todos los géneros literarios,
incluido la novela, con varios trabajos inéditos en este
género. En los últimos años, gracias a su amistad con Víctor
Gaviria, se apasionó por el cine. Uno de sus guiones, La hora
de los traidores, escrito junto con Gaviria, basado en una novela
homónima, ganó el Premio Nacional de Cine en 2007, y el premio
Ibermedia, en España, a finales del 2008.
Es autor de Crónicas de la vida bandolera (Planeta, 1987),
Biografía del disparate (Planeta 1988), Efraín González (Planeta,
1993), La guerra verde (Intermedio Editores, 1993), La hora
de los traidores (Panamericana, 1995; Hombre Nuevo Editores,
2002), El lado obscuro de las reinas (Intermedio Editores, 1998),
Rebelde hasta morir (Hombre Nuevo Editores, 2002) y de siete
libros inéditos de novela y crónica negra, géneros que Téllez ha
cultivado en los últimos diez años.

 

 

Capítulo 2

LA PANDILLA DE GAVIRIA

 

Con el guión ganador en la mano, Gaviria convocó a su equipo
de trabajo y con algunos de ellos formó una sociedad y una productora
cinematográfica: La Ducha Fría, que, como veremos
más adelante, se convirtió en ducha caliente. Se trata de un grupo
muy limitado de amigos con los que Gaviria trabaja desde hace
varios años. No solo los une la amistad, que es casi una hermandad,
sino unos principios éticos y estéticos acerca de hacer
cine. Hacen parte de la pandilla Hugo Restrepo, Carlos Henao
y Guillermo López, quienes entraron a conformar la sociedad y
a trabajar de tiempo completo durante toda la realización de la
película. Marina Gutiérrez, Ricardo Duque, Rodrigo Lalinde,
Carlos Zárate, Guillermo Arredondo, “El Chiqui” y Sandra Higuita,
a quien apodan “La Piro”, trabajarían durante un tiempo
limitado en sus respectivos quehaceres.
Hugo Restrepo es un ingeniero geólogo que extravió su profesión
por los vericuetos del cine y la bohemia. Ha sido uno de
los más cercanos y perseverantes colaboradores de Gaviria.
“Una especie de mecenas pobre”, como él mismo se califica,
que siempre creyó en Gaviria y “patrocinó la realización de sus
sueños cinematográficos”. Pese a su evidente timidez, que por
momentos lo margina de la conversación, Hugo Restrepo es un
buen contertulio, un ingenioso urdidor de juegos verbales, dueño
de un corrosivo humor negro y de una gran capacidad de
síntesis. Escribe con frecuencia, pero, salvo algunos cuentos o
guiones, su producción nunca trasciende el círculo de amigos
y es proclive a desaparecer a las pocas horas de haber nacido.
Hugo no es un escritor disciplinado y sistemático, pero tiene
súbitos arranques de inspiración que le permiten escribir una o
dos cuartillas y en ellas condensa la idea que tenía en mente. Así
lo hizo con Sumas y restas, película en la que es coguionista, junto
con Gaviria.
A Hugo se debe, por ejemplo, el título de la película. Un día le
pregunté de dónde había salido, cómo había surgido. Se quedó
en silencio, como si la pregunta lo hubiera sorprendido. Parecía
un niño al que su madre hubiera encontrado haciendo pilatunas.
Entonces sonrió y me lanzó un reguero de frases sueltas,
inconexas, pero cuyo significado profundo estaba latente en
esa incoherencia. “La vida es una historia contable, en más de
un sentido. Es una historia que se puede contar, que se puede
narrar. Pero lo que uno cuenta es, por lo general, una suma
y una resta de aciertos y de errores, de cosas buenas y malas.
Uno gana y uno pierde. La vida es adición y sustracción. El
secuestro, por ejemplo, es la sustracción total. Eso es lo que
pasa con Santiago y con Gerardo, con todos los personajes de
la historia. Los traquetos suman dinero, pero restan vida. Adition
and sustration”.
Carlos Henao es prácticamente el polo opuesto de Hugo
Restrepo. No elude la bohemia, en la que suele extraviarse de
vez en cuando, pero es disciplinado, sistemático, estudioso. Es
un cinéfilo apasionado y un agudo contrincante que defiende
sus ideas y sus gustos con ardor. Ha sido durante años la mano
derecha de Gaviria, en calidad de asistente de dirección, pero
participa con igual empeño en todas las etapas de la producción
cinematográfica. Practica la fotografía, dicta conferencias y da
clases ocasionalmente. Posee una interesante colección de libros
de cine y una selecta videoteca. Su trabajo se reduce a establecer
unos canales de comunicación, a servir de puente entre el
equipo técnico y las necesidades del director, es decir, a tratar
de asistir al director en todas las necesidades que demande la
película. En la etapa de preproducción, por ejemplo, su trabajo
se limita al análisis y desglose del guión y del casting, es decir, a
coordinar el trabajo de casting y selección de actores, a coordinar
las visitas a las locaciones y el trabajo del director de arte.
Guillermo López, “Memo”, como lo llaman cariñosamente,
es un hombre simpático y bonachón que se bandea con igual
desparpajo en la administración y en la producción de campo.
Integra una llave perfecta con Carlos Zárate, que es su más cercano
colaborador. Zárate es también un valioso aliado de Gaviria;
es el hombre que soluciona sus necesidades más inmediatas.
Suele ocultar su sencillez y su frescura tras una máscara de arrogancia,
que por momentos lo asemeja a un guardaespaldas, a un
celoso guardián de los intereses y la seguridad de su patrón.
No resistí la tentación de preguntarle a Gaviria qué opinaba
de su equipo de trabajo, mejor dicho, de su pandilla, y él
me respondió: “Yo creo que en Colombia hay dos formas de
trabajar en el cine. Bien como profesional independiente que
presta ocasionalmente sus servicios o bien como integrante de
un grupo que intenta hacer cine de acuerdo con unas propuestas
éticas y estéticas. Yo he optado por la segunda opción, en
donde se mezcla el conocimiento, pero también la inexperiencia.
Amigos de mucho tiempo o gente que llega nueva y va
acumulando una experiencia, pero que no la presenta como la
experiencia de un profesional. Los profesionales en Colombia
son personas que cobran de acuerdo con un taxímetro y siempre
te están recordando que son profesionales, trabajadores del
cine, y no parte de un grupo de trabajo que cree en unos proyectos,
en unas propuestas cinematográficas. Yo he trabajado
con gente profesional, pero que no se cree profesional, sino que
trabaja con una gran informalidad. Y la informalidad se crea
porque no tenemos plata. Entonces tienes que trabajar con
gente que sea informal, con el deseo de compartir unos ideales,
de hacer unas películas. Es, como quien dice, una especie de
complicidad. Yo he trabajado siempre con mis amigos. Eso me
ha dado a veces la posibilidad de controlar algunos momentos
de la película, de manejar las películas con mucha subjetividad.
Pero la verdad es que solo este amor entre nosotros y al
cine es lo que ha hecho posible estas películas. De otra manera
no se hubieran hecho con ese sacrificio de tiempo, de horas,
de horarios. Un sacrificio desinteresado de mucha gente que
no solamente está para ganar un sueldo, sino que a veces se
entiende que tiene que trabajar ganando y a veces aportando
su trabajo, su talento, en busca de unos ideales que no son solamente
comerciales”.
— ¿Un equipo de cómplices?
— Sí, claro, un equipo de cómplices. Muchos de ellos permanecen
todo el tiempo conmigo. Otros se van, porque les sale trabajo
en otras partes o porque se cansan de esperar una película
que se demora tanto, como Juan Ceballos, con quien empecé a
escribir el guión.
— Es un grupo muy activo, muy trabajador, ¿no?
— Estamos todo el tiempo investigando, ya que mis películas
son producto de una búsqueda de múltiples puntos de vista. Me
gusta siempre tener con quien discutir el guión. Son amigos o
asistentes de guión. Pero el diálogo no es solo con los guionistas.
Es también con el camarógrafo, con el director de arte, con los
que hacen el casting, en fin, con toda la gente necesaria para hacer
una película.
— Es un diálogo constante.
— Sí, la película es un diálogo constante. A veces en los créditos
no aparecen todos los que participaron en el guión, por ejemplo,
o los que sugirieron algo en la edición. Es un colectivo muy real.
La realidad es un relato construido por todo el mundo, ¿no es
cierto? Entonces el realismo se da en la medida en que reunamos
todos los puntos de vista.
— ¿Y en el rodaje quiénes son sus cómplices?
— En el rodaje hay dos cómplices que aprecio enormemente:
Rodrigo Lalinde y Ricardo Duque. Ricardo hizo la dirección
de arte en Rodrigo D. No futuro y La vendedora de rosas. Y, por supuesto,
en Sumas y restas. Nos entendemos muy bien. Ricardo es
supremamente talentoso en todas las áreas. Es alguien con quien
también hablamos del guión, y ocurre que él siempre tiene todas
las experiencias vitales que le van asociadas. Tiene también una
gran claridad conceptual. Además es actor, hizo teatro en el
Teatro Experimental de Cali (TEC) durante mucho tiempo. Es
también escenógrafo, escritor. Es de todo. Y Rodrigo Lalinde, el
fotógrafo, es una persona que aporta mucho en las películas, de
una calidad y un nivel fotográfico alucinantes. Es un fotógrafo
de resultados muy complejos. En su trabajo superpone capas de
luz como si fuera un pintor, y sobre la luz va creando las sombras,
el claroscuro. Es un cómplice total.

 

 

2 comentarios

  1. ADRIAN POLANIA