Tres poemas de este poeta, académico, traductor e investigador nicaragüense, nieto de Pablo Antonio Cuadra.
Pedro Xavier Solís Cuadra
La caja de colores del corazón de mi hijo
Pintemos algo divertido, le digo a mi hijo.
Y él, lápiz en mano, traza unas líneas curvas para las olas
y unas líneas rectas para la casa del Lago.
Con un amarillo-limón colorea el círculo del sol en medio del índigo
y con unas rayas naranja sus rayos fúlgidos
sobre las aguas pardas.
Y en una esquina del papel pinta una nube negra para la tormenta
y pone un verde moteado en las líneas de los palos.
Ahora observo que dibuja algo así como una ardilla o un gato color cacao.
“Es mi perro Pirata”, me dice como quien sobra la explicación.
“Sos todo un artista”, alcanzo a decirle.
“Ahora voy a pintar la casa de mi mamá”, dice.
Y frunce el ceño mientras dibuja y hace florecer margaritas en el jardín.
“Mirá”, me señala, “esta es la casa.
Aquí está la terraza con vista al madroño de las flores amarillas.
Desde esa ventana de marco de madera se ve tu cuarto.
Allí están la cocina y la mesa poniéndose y tu silla.
¿Ves papá? Aquí estás leyendo.
Ahora doblo el papel y lo meto en mi bolsillo.
Es la llave para dejarte dentro”.
Tortuga
Todo parece inmóvil: el viento, la danza de las hojas.
El agua quieta como una losa. Un follaje de lama
vegeta en la pila antigua. Todo parece inanimado: la vida.
Dos ojos enajenados, tremebundos, se asoman casi de piedra.
Coraza convexa, granujienta, murmullo de un muro a cuestas.
Sus tardos muñones mueven un suave ocio eremita.
Todo parece nirvana: la muerte, la entraña.
Suspiro de provectos días: la casa, la cuna, la fosa.
Cocuyo -a dúotono
"Sálvame Díos mio, las aguas me acosan angustiosamente".
Tomas Transtromer. Bálticos (1974)
El amanecer, entre la verja de hierro, nace dividido
y el corazón, como una barra más, se torna claroscuro.
Redivivo tantas veces… tantas más desfallece…
como el cocuyo se enciende y apaga, se enciende y apaga.
Tras la baranda, el mar piafa y resopla espuma en la orilla.
Pero el corazón –aferrado a sí mismo como a una reja–
es un náufrago que se niega a morir, reverdecido de algas,
asido al vaivén de una tabla de luces y sombras
sin poder alcanzar la orilla borrosa, largamente
hundido en una realidad que no le pertenece.
Pedro Xavier Solís. Managua, 1963. Poeta, crítico e investigador literario, ensayista. Miembro de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Directivo del Festival Internacional de Poesía de Granada. Coordinó la publicación de las Obras Completas de Pablo Antonio Cuadra, su abuelo. Ex Director de redacción de la revista El pez y la serpiente. Entre sus publicaciones destacan: El Movimiento de Vanguardia de Nicaragua (análisis y antología 2001); Poemas del éxodo (1992); Palimpsestos (cuento 1995).