Elizabeth, Eli, Neira, poeta y periodista chilena, entrevista a su coterráneo, quien ahora vive en Francia. La conversación gira en torno a las propuestas estéticas de Bakero.
LARGO VIAJE DE LA PALABRA AL SONIDO
Elizabeth Neira
Cuando el poeta Martín Bakero se fue de Chile, huyendo no de los terremotos como podría pensarse, sino del lenguaje, y llegó a París el año 98, con la intensión de hacer un doctorado en sicopatología, tuvo la suerte de conocer a los pocos días, en el bar indicado, a las personas indicadas. Se trataba de un grupo de poetas con una marcada inclinación a la experimentación sonora, lo mismo que él, quienes lo invitaron de inmediato a una lectura en un lugar donde las nuevas tendencias eran la línea de trabajo. Había encontrado a sus pares.
El problema fue que Bakero no hablaba casi nada de francés por lo que leer en un auditorio compuesto casi exclusivamente de francoparlantes, se transformó rápidamente en un dilema cuya solución devino en la obra.
Esta consistió en un huevo (como el huevo de Colón) hervido y cocido en el escenario, en la mesa de lectura, el que luego, en la boca del poeta, se transformó en un verdadero traductor del lenguaje de Babel.
“Como no sabía qué hacer, cocí un huevo en una hervidora y me lo puse en la boca y traté de leer así” cuenta de esa performance que le valió una inmediata aceptación del público galo que entendió perfecto el mensaje que el cruce de lenguas implicaba en la su situación.
“Después de ese recital se me acercó gente y me dijo: Oye lo que tú haces es poesía sonora” y a me dio mucho gusto saber que lo que yo hacía se llamaba así, porque acá pasaba por una pintada de monos, sentí que estaba en el lugar correcto”
Cuando te vas de Chile ¿Lo haces escapando de esa falta de espacios, de criterios para la poesía experimental?
Yo creo que me fui un poco de Chile escapando del castellano, de la lengua materna, escapando también de una poesía que para mi gusto se había transformado en algo muy semántico. Yo quería mas libertad, huir del sentido de las palabras. Quería hacer algo más cercano al objeto. Ocupando un poco el cliché de Huidobro, “Hacer florecer la rosa, no cantarle a la rosa”. También me fui escapando un poco del ambiente poético chileno que es muy cerrado, muy estructurado, muy vinculado a grupos generacionales o vinculados a instituciones como el taller de la Fundación Neruda. Yo siempre me alejé de eso. Me fui buscando oxígeno.
La poesía experimental en Chile tiene una tradición que viene desde Huidobro a nuestra época, pasando por Juan Luis Martínez, CADA, etc. ¿Eran los 90 receptivos a esta tradición?
Cero receptividad. Cuando yo comienzo a escribir, la época post Pinochet, en Chile no había nada, comparado con lo que sucede ahora por ejemplo. Por eso todo se aglutinaba en torno al taller Neruda porque no había nada más. Pero aparte de las charlas hasta altas horas de la noche y el acostumbrado “Box” entre colegas, no había una reflexión seria en cuanto al poema, a su evolución.
¿Y para dónde iba en esos momentos tu poesía?
Lo que yo estaba comenzando a hacer ya tenía mucho que ver con el sonido y lo visual, con el poema hecho carne, movimiento, cuerpo, mas allá del texto y la metáfora.
¿Qué poetas eran tus referentes?
Siempre me interesó mucho lo que hacían las vanguardias de principio de siglo, por supuesto la obra de Juan Luis Martínez, Guillermo Dreissler, siempre fui sensible a esa ruptura, a esa sensación que venia de los grupos vanguardistas, de ciertos poetas que se plantearon frente al poema como una creación que involucraba vida y arte. Por eso mismo nunca pude leer sentado en una mesa, siempre me tuve que parar, subir sobre algo, hacer con el cuerpo un movimiento que tuviera que ver con el impulso. Yo necesitaba que el poema hablara a través de mi, yo solo ser el medio, el canal, la antena que permite que el poema se manifieste. Entonces claro, eso provocaba muchas reacciones adversas en el medio local.
¿Por qué Francia y no Brasil por ejemplo donde estaba todo el desarrollo iniciado por los concretistas?
En ese momento yo no conocía mucho a los concretos y por el otro lado había sido muy influenciado en la adolescencia por Apollinaire, Rimbaud, Mallarmé, que hablaban de las calles de París, calles que eran parte del poema. Me interesaba igualmente el francés fonéticamente si bien no entendía nada. Por otro lado, está el tema de que la sociedad francesa si bien es una sociedad completamente burguesa y estructurada, tiene por el arte y por el arte experimental un respeto que acá no existe. Es cierto que es muy difícil sobre todo para los inmigrantes, pero al mismo tiempo hay reconocimiento por lo que estás haciendo si lo haces de manera consciente, intensa y sistemática.
¿En qué sentido cambia tu obra con la llegada a París y tu inserción en este grupo de experimentación?
Cambia radicalmente ya que yo me encuentro allá con gente que sabía más que yo acerca de lo que estaba haciendo y me lo hacen ver, entonces me pongo a investigar y a descubrir muchas cosas. Encontré más que un camino, un método de investigación y de experimentación. Me di cuenta que el sonido había sido desde niño un camino mucho mas rápido a lo que yo quería decir en poesía.
¿Y que te pasa con la visualidad?
Es que yo no separo las cosas.
Pero, ¿Se podría decir que el eje de tu trabajo poético hoy es el sonido?
Para mi estos años ha sido mas o menos así. También he trabajado mucho en lingüística y hago un seminario para sicoanalistas sobre poéticas del inconsciente, que es cuando el pensamiento se estructura a partir de una cosa ecolálica, mas en un trabajo sonoro que en un trabajo de sentido. Los niños y los locos lo saben, ellos juegan con las palabras, con sus ecos, sus sonidos.
¿De eso se trata la poesía neumática?
Lo neumático tiene que ver con el aliento vital, con el soplo, que recibimos al nacer y que se nos va al morir. El neuma sería lo que transmite la vida a los objetos. Con poesía neumática yo quería nombrar ese momento en el cual al hablar o al poetizar, tú das vida a algo. A mi me interesa el poema en cuanto es una creación de vida, eso pasa por aspectos visuales, aspectos performáticos, sonoros. Yo no hago mucha diferencia en todo eso porque en un recital mío hay elementos visuales, sonoros, perfomáticos. Ocupo todos los elementos que tengo a disposición para dar vida a la obra, a lo que se está comunicando a través de mi y que muchas veces ni yo lo sé. Un momento clave en un recital es cuando estoy leyendo un texto y atravieso ese texto y aparecen otras textualidades que se manifiestan como en una especie de trance. Entonces los elementos estéticos están en función de comunicar este neuma que me atraviesa y que viene de no sé dónde. Más que interesarme lo que es poesía semántica, poesía visual, poesía sonora, es el momento en que se pierden los límites y se exploran nuevas fronteras
¿Cómo incorporas lo poético a tu trabajo en terapia?
Bueno, yo soy por formación sicoterapeuta y por mucho tiempo mantuve separados estos dos dominios, el del arte y el de la terapia. Como terapeuta he trabajado toda mi vida con esquizofrénicos, autistas y enfermedades relacionadas con el lenguaje. En la esquizofrenia por ejemplo no hay diferencia entre las palabras y las cosas. Entonces hay en la enfermedad mental una relación con lo poético que siempre me interesó, pero siempre mantuve siempre esa separación porque en Chile cuando yo trabajaba en el psiquiátrico era impensable juntar el ámbito clínico con lo poético. Entonces en el día yo tenía mi doctor Jekill e iba al hospital todo riguroso y de noche eran las reuniones con los poetas, era extravagante, con borracheras y toda esa esquizofrenia. Eso hasta hace algunos años cuando comencé a juntar estos ámbitos y creamos junto a un amigo belga, este concepto de TERAPOETA.
¿Algo similar a la sicomagia de Jodorowsky?
Si por supuesto. Alejandro ha sido desde que lo conocí en Chile a los 17 años una persona muy importante para mí. Yo le dije un día “mira tengo un dilema, soy sicoterapeuta, tengo mis estudios y todo, pero también quiero ser poeta, ¿Qué elijo?” y el me dijo, “Pero por qué tienes que elegir una. Haz las dos” y de a poco fui juntando los oficios. Me di cuenta que yo era muy útil en la terapia de la locura gracias a mi trabajo con la poesía y que eso era un plus con mis pacientes que facilita el contacto. Por otro lado mi trabajo con la locura me da para la poesía un conocimiento de los lenguajes del inconsciente que no tienen los demás. Entonces hace poco empecé con estos talleres de TERAPOETA donde trabajo con artistas médicos y terapeutas.
¿Harás esos talleres acá en Santiago?
Si, los he hecho en Santiago, Barcelona, Madrid. Es probable que en agosto del 2010 haga uno acá en Santiago y están invitados toda la gente que está vinculada con el arte y también con la salud. No es arte terapia sino mas bien la terapia como un arte.
Pagina web:
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