Salomón Amkie dobla el silencio, multiplica las señales y regresa a casa con el oficio del verso ejercido en todos los ángulos del tiempo. La realidad es fragmento, cabo siempre suelto de una madeja que la palabra hace y rehace, aparentemente deshilando. En esta selección de ‘Mundo y variaciones’, el poeta se presenta ante el filo de la estética de todos sus espacios y lo sujeta con la mano.
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Coordinador de la sección: Luis Dellamary
Nací en la Ciudad de México el 12 de abril de 1979. Soy poeta por vocación, pero he tenido diversas profesiones, ocupaciones y distracciones, algunas necesarias y otras inevitables. Los poemas que anexo pertenecen al poemario inédito "Mundo y variaciones".
Del mundo… (Del poemario Mundo y variaciones)
Es silencio,
silencio no de callarse,
silencio no de no ruido,
es silencio de silencio,
silencio de sangre moviéndose,
de savia
ciega
como sangre,
como savia,
es silencio de sol
y nada,
no nada de ausencia,
nada de nada,
de nada,
espacio ciego,
ciego mundo
en silencio, silencio, mundo,
ciega luz fijando en mundo
a toda arista,
a todo mundo,
en un solo,
ciego,
silencio.
Todo esto que desde dentro
me expulsa,
este parto o partir
desde lo que sé
o debo saber
hasta lo que más allá es
-jardín sin voces, pared o máscaras-
con el mismo peso que desde la carne
me devuelve a sí, me adentra
en piel o tierra
o silencio o voz:
voz que
se vuelve sutilmente
el hueco o eco
del ausente:
hueco que se llena de huecos
o piedra, cuerpo o hueco
alimentando cuerpos,
o huecos,
o piedras.
Rómpete, piel,
para que entre el afuera,
rómpeme adentro, afuera,
la piel, para vaciarme de afuera,
para tragármelo todo
con el cuerpo todo.
Roto lo demás, los demás,
no habría otro ni piedras de ningún color,
ningún, ya, dedo,
una uña continua,
una moneda de un solo lado,
abajo sin arriba, soledad completa
de una sola y maldita vez.
Manoseado, digo,
magullado casi por esto que es estos
y que no por eso me cabe en nombre.
Esto que es estos y de todos lados vienen
pero es de aquí de donde al final vienen,
de aquí esto que es con lo que me hago presente
aunque más quisiera hacerme hormigas
para perderme en abajos muy abajos.
Porque no cabe uno en sí
cuando lo que derramaría de ser vaso sería negro,
pegajoso como miles de agujeros
por los que me colaría al mismo tiempo.
Traigo calzado el hueco,
el posible vaciarme dentro,
la hasta curiosidad por olerme cómo huelo
una vez dentro.
Pues si la espina es todo yo,
¿cómo es que me la saco?
Mientras, a otra hora,
alguien le pone nombre a su caerse
y lo deja chorreando de fronteras,
desdifuso desde aquí hasta acá,
prensado entre puntos y comas,
quemable, eventualmente propio
o apropiado,
y el vacío se sacude las alas
y se deja volar.
Telurismo
Hoy tierra yo,
tierra tragando tierra,
náufrago de barro
devorándose dedo a dedo para
sobrevivir hasta mañana:
nunca es mañana.
Yo hambre ciega hoy,
y estúpida,
tierra hambrienta, ciega y estúpida,
tierra lúbrica,
deseando
tierra la tierra,
sin menguar tragándose,
tierra perpetua
yo hoy,
perpetua y estúpida,
tierra en tierra
tragando tierra,
tierra triste
yo hoy.
Pleamar
El grito húmedo desde mi estando
eres tú,
desde mi me miras.
Continuidad de gotas,
la derramante timidez que me vigila,
tu lúcida superficie dispersa
lavando mi lecho
de arena viva.
Soy nosotros, tendido,
soy temblando.
Se enfría con la tarde tu estar,
la visible presencia de tus mareas
de vida húmeda
sobre mis menguantes lunas de piel.
O por qué no de pie,
de puntitas por qué,
para ser quizá
más alto que yo,
más que siempre,
para tal vez leerme por sobre el hombro
una angustia
que es puro tallo,
un ramo de huecos
por los que caer suciamente
y sin gritar,
en la sola soledad
de la locura,
cayéndose ya en sí,
pero los pies, los pies
siempre tan pesados,
con ese riesgo
que son para andar
sobre agua
o sobre nubes,
los pies.
Sin haberte alejado te alejas,
tan aquí que para tocarme te entro y salgo,
desde dentro y fuera y desde allá
pero acá,
acá es donde,
acá donde eres manos
que se entretejen
con las manos de mis manos,
con los dedos de mi frente
que ya no saben qué,
habiendo encontrado
aquí todos mis ritos de agua satisfechos
y todos mis vientos explicados,
siendo tallos de roca
atravesando la tierra,
siendo a veces la tierra misma
que nos captura,
siendo siempre demasiado pesados
como para dejar de parir plumas,
manzanas o miel.
Déjame que me vaya,
que me vaya yendo,
que me vaya cayendo déjame.
Que me ahogue aquí en seco déjame,
inhalándome hasta quedar con la piel hacia dentro,
frío y acobijado,
ablandado por las horas,
ensalsado y servido,
envejecido de dejadez déjame,
ido, venido y yéndome, sin remedio ni remedo,
arrojado y apachurrado y arrugado y arrastrado,
atado y ajado y roto,
sobre todo roto,
déjame que me vaya codeando con la ambivalencia,
que me le abra entero para dejarla
entrarme hasta al borde y dejarme luego,
miope andrajoso,
que me tropiece los lunes y los miércoles
con todo esto ajeno que ya no soy capaz de mirar.
De este vaciarse
de todo en todo,
de este vertirse
de todo en mí
voy llenándome ojos
y boca,
tomo prestadas las agujas y
los hilos,
tomo el rugido
de lo que se tensa
y se sabe tenso
y me abro
sin romperme del todo,
lúcida muerte sin muerte,
derrota posible de la piel
que no es
sin dejar de ser.