José Antonio Moreno. Yuri Herrera

La nueva novela del mexicano Yuri Herrera es motivo para ver el ácido tema de la migración con los ojos de la ficción realista.

 

 

Antonio Moreno Montero

Señales que precederán al fin del mundo, de Yuri Herrera

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Antonio Moreno
Los relatos sobre migración poseen una fuerza narrativa que dilata su dimensión mítica, y suelen ser fantasmáticos como refundacionales porque originan cultura, aunque acentúan nostalgia y angustia. Una vez que el lector establece analogías, sin dejar de advertir que es uno de los principales eslabones de la historia mexicana reciente, puede percatarse que el nomadismo es el eco de un colapso que se ha extendido por todos los continentes. En Señales que precederán al fin del mundo (Periférica, 2010), segunda novela de Yuri Herrera (Actopan, 1970), el autor pone en escena—como anticipa el título— los espectros de un éxodo inexorable mediante personajes en fuga o prófugos de sí mismos, con el propósito de remozar el mito del viaje.

Herrera cumple con rigor rulfiano (porque está consciente que Comala o Luvina no son mundos distantes ni ajenos) la tarea de percibir  de manera irónica y autocrítica las prácticas y saberes que conforman las cosmogonías del presente mexicano. Narrar el éxodo hacia el Norte en las últimas dos décadas no sólo devino tendencia literaria de nuevo cuño [otras producciones destacables son Los perros de Cook Inlet (1998), de Alberto López Fernández y Por amor al dólar (2006), de J. M. Servín], orlada de incertidumbre, movilidad e intersticios; es también la necesidad de captar el gesto agresivo de una época de la que emergen mundos que antes eran secretos y subterráneos.

Se sabe que los mitos son intemporales y cambian de indumentaria en épocas caóticas, y se les atribuye la capacidad de proyectar una honda enseñanza que ayuda tanto a comprender conflictos humanos particulares, como a iluminar todo un núcleo temático extraordinariamente importante; y que la novela de Herrera no pasa por alto: está presente, desde luego, el viaje de Makina hacia el Norte como eje generador de la trama, con su mundo indígena lleno de sensaciones, premoniciones y experiencias sensibles llevado a cuestas, sin excluir los temas del doble y el fantasma.

Son fantasmas vivos, ausentes, pero el relato oral—la palabra—como arte mimético, les concede la oportunidad de acortar distancias mezclando lo real y lo onírico. Los inmigrantes son mudos e invisibles allá en el Norte; y esos mismos que se han marchado, huyendo de la vida miserable, cobran formas fantasmales en el lugar de origen cuando son evocados. Como no hay viaje que carezca de sentido, Makina, una mujer joven del altiplano mexicano que habla tres lenguas (castellano, una lengua indígena e inglés), pone a prueba—es un decir— la capacidad fabuladora de Yuri Herrera, habilidoso urdidor de historias, dueño de una segura transparencia de estilo y claridad, quien hace de ésta una novela arborescente y portento de lenguaje.

Sorprende la manera en que el autor asume su estar ante la realidad y la perspectiva femenina y étnica que le otorga la novela en un contexto que va de lo local a lo transnacional. Por cuyas características, Señales que precederán al fin del mundo se podría circunscribir no sólo dentro de  una específica literatura de viaje sino dentro de esa rica tradición creada por Rulfo, en la que los personajes permanecen en el sitio donde echaron raíces hasta quedarse convertidos en polvo o marcharse de una vez para siempre; y es aquí cuando el relato fantasmático de la migración entra en juego.