(Cal y arena, 2010), por Antonio Moreno.
Antonio Moreno Montero

No le hagas al Mickey.
Mickey y sus amigos (Cal y arena, 2010), del mexicano Luis Arturo Ramos, es una novela que nos introduce a la vida secreta de Paula Parham y Tobias S. Truman, enanos que prestaron sus servicios a la empresa Disney (de Orlando, Florida), insuflándole vida, en tiempos distintos, al ratón simpático y orejón de Ciudad en Miniatura. Corría la década del setenta, una época de contradicciones políticas e inercias absurdas. Mientras el flower power y la psicodelia mostraban otras alternativas de escape, Estados Unidos seguía insistiendo en la agitación militar a secas y ponderaba un hábitat cultural opresivo.
Con semejante marco cultural, las tropelías de Toby adoptan matices políticos. Mas no sus desviadas simpatías por los niños, motivo del puntapié que lo echaría de la empresa; y permitiría a su vez el ingreso de Paula—una mujer negra—al mundo inmaculado pero tenebroso de Disney, donde además de enternecernos por su profundo desamparo emocional, perdería la vida en circunstancias extrañas.
Tras enterarse del deceso por conducto de Jesús (alias Jessie, Wetty o Beaner), un mexicano que trabajaba legalmente (sic) como fotógrafo oficial en el parque de diversiones, Toby intentaría extorsionar a la empresa por un acto de justicia —aunque exigía una buena suma por las fotografías que delataban la verdadera identidad de Mickey Mouse, en cuyo interior se observaba a una Paula moribunda saliendo del vientre de la botarga. En ese pequeño mundo privaba la degradación y el dominio humillantes. No lograría su cometido, pero pondría al descubierto los colores grises que pintan a Ciudad en Miniatura —linda metáfora del mundo glo-cal, de disfraces que esconden el tufillo rancio de las falsas identidades e imposturas políticas como morales.
Las creaturas de Disney otorgaron a la cultura de masas el sentido lúdico del mundo común que habitamos. Los animales que Esopo hizo hablar para propinarnos una lección moral se han convertido en un producto de marca que ha allanado el camino para persuadirnos de que la vida posee un destino romántico e idealizado. Nadie puede negar en ello la imposición de una ideología dotada de una estética que promociona la artificialidad y el maravilloso mundo del chantaje.
Me quedo con la rabiosa y anárquica imagen de Toby tratando de hacerle al Mickey, espabilado por el whiskey y los cigarrillos que se fumaba con el mejor forraje para atemperar las ideas marxistas que lo asaltaban por ósmosis. Y muy comedido a las avideces de su clientela: Polvos mágicos para los hechiceros, yerba para los herbívoros. Píldoras para príncipes cuya única aspiración era conservar su calidad de princesas luego de las doce campanadas. En efecto, era un enano y sus regímenes afectivos se oponían al discurso profiláctico (pero draconiano) establecido en Ciudad en Miniatura. Y Ramos hizo bien en no psicologizarlo ni patologizarlo como un ser anormal y grotesco. ¿Por qué?

Más información: http://luisarturoramos.blogspot.com/