Luis Ernesto González Soto (México,DF, 1966). Poemas

Algunos textos de su más reciente libro Poemas de la bruja, junio de 2010, Ediciones Eón.

 

 

Luis Ernesto González
Luis Ernesto González Soto, nació en el DF en 1966. Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la ENEP (hoy FES) Acatlán (UNAM) y realiza una maestría en Letras Españolas, en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM).
Sus poemas aparecen, de tanto en tanto, en suplementos culturales nacionales y locales desde 1985. Ha publicado los poemarios Mar y bosque se buscan (2001) y De las formas del desierto (2002), ambos en la colección Voces del Viento (UAEM/Unicedes). Junto con el inédito Cumbre de nevada sombra, éstos conforman la trilogía Cartas geográficas. El libro Poemas de la bruja apareció en junio de 2010 con el sello de Ediciones Eón. En el cajón, Urania en la caverna y otras historias.
Ha sido antologado en Flor’ kaj kanto (1999, edición bilingüe, Federación Mexicana de Esperanto), Está en chino (2007, colección Algarabía, Editorial Lectorum) yLas virtudes (colección “Siete pecados capitales”, Poesía en el andén, Alforja Poesía, 2008). Ha sido jefe de redacción, editor y colaborador en diversas revistas y un diario y, en el estado de Morelos (donde radica actualmente), ha participado en programas de difusión de la literatura por radio y, eventualmente, por TV. Colabora en el blog literario-político La Hormega (http://hormega.wordpress.com).

Luis Ernesto González Soto

Pesadilla

Vi lagos reducidos a charcos aherrojados,
peces con barrotes en la boca
y jonases escupiendo al pueblo que no espera.
Cuánta sed. Mi sudor
aún no me da las lágrimas
para saldar la sal comprometida
por vivir extranjero en mi país.
¿Vendrá la vida a refundar su ruta?
Orden molecular adicto a conservarse.
¿Goza el mar su espejismo, desierto,
gota de arena estrellada en la proa?
Patria, mi moribunda,
mi leprosa asfixiada.
Vi montañas con cáncer repoblado,
señales de humo de remitente muerto.
Sálvanos, patria, despertando de súbito.
Sálvate. Basta ya
de empanizar tu carne para nuestros autófagos.

 

Y después de las asfixias del asfalto…

Tras la reseca costra
respira el cerro.
Cuando el viento lo busca
desgaja el suelo.
Cada hogar se coagula
—mancha extendida—.
Si lo cerca la lluvia
revienta en vida.
Dale tiempo a la Tierra;
por eso es madre.
En fuego está tu casa.
destruida, pare.

 

El artista, decía Paz, es un ser marginal

Qué talento
de la abeja tan alta,
enmielada de aurora.
Lleva lejos
polen en sus patitas,
tan sola y a deshoras.
No comprende
por qué ha sido exiliada,
si este viaje es de todos.
Por qué quieren
que nadie eleve el vuelo
por volar codo a codo.
Qué talento
de la abeja con hambre
en vuelo sideral.
Y la reina,
que nunca sabe nada,
devora jalea real.
La creadora
intercepta la luz
y hace más rojo el haz.
(Ya la nube
lo volverá memoria
de una estrella fugaz.)

 

La firma del artista

Llegaste, te propusieron,
te negaste
—rebeldía que abre las otras puertas—.
Caminaste, miraste,
corriste al aire fresco
—ese murmullo insensato—.
Ahora llegas al fin
y miras hacia atrás. ¿Qué ves?
Era tan simple:
no había instructivo.
Todo lo que has logrado
es la danza brevísima
de un garabato.
Miras al cielo.

 

Nocturno

Sus pies,
las olas de la noche;
una tristeza dulce como de canción rusa.
Sumerge poco a poco
en el líquido oscuro
tobillos, piernas,
hombros, cuello.
Ondas de luz, de sombras.
Apenas la bahía.
Más allá, noche llena.
Ahora moja el cabello.
Una estrella se enreda
arriba de la oreja.
Olas, noche, canción.
Que no amanezca,
aún no.

 

Que no se apague

Heroicidad.
La columna de humo,
—qué gentil—
quiso robarse la luz,
pero el reptil
devoró la flama que la contuvo.
Alumbrará.
Cuando trepe en el muro,
—¿o es cantil?—
vivo, vibrante cazuz,
del cielo atril,
goteará la sombra de nuestro ayuno.

 

¿Cuántas veces más?

Es tan tarde, sólo así puedo verlo.
Oigo deliberar en el cuarto contiguo.
Es mi voz, oro. Suplico que se olviden
de quien he sido persistentemente.
Era un error, ahora lo sé, pido clemencia.
De ahora en adelante sabré vivir, les digo.
Murmullos.
Pájaros estuvieron en este árbol
frente a mi ventana
hace apenas un rato. Me di el lujo
de ver al otro lado. Uno era tan extraño,
me miraba
como quien sabe que está viendo un perdido.
¿Lo escucharé mañana? Si aparece y me ve
sabrá que ya he llegado.
Se ha detenido el tiempo, salvo por el tic tac
de una arritmia en mi sien.
¿Clarea ya?
¿Habrán aplazado la ejecución?

 

Gotas

¿Viste la lluvia anoche?
¿Cómo puede la luz
ser líquida y el agua
curvo contenedor?
Cuerpo frágil, añoso,
pisas charcos y eres
presagio de luz pura
cuando caes hacia el cielo.

 

 

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