El reconocido escritor argentino, Jorge Boccanera, profundo conocedor de la cultura mexicana, revisita deslumbrado la prosa del recién fallecido Monsiváis.
Carlos Monsiváis, tradición literaria e historia
Jorge Boccanera
Con una prosa brillante y haciendo gala de vastos conocimientos culturales, el escritor mexicano Carlos Monsiváis da, en los diez ensayos que conforman uno de sus últimos libros, titulado “Escribir, por ejemplo”, un registro posible de una tradición literaria que, afirma, “se subvierte a sí misma, se reconstruye, se inventa”.
En este libro, editado por el Fondo de Cultura Económica, la mirada crítica de Monsiváis (1938-2010) cruza la historia de vida y el análisis literario al indagar la obra de los escritores Juan Rulfo, Jaime Sabines, Carlos Fuentes, Agustín Yáñez, José Revueltas, Julio Torri, Alfonso Reyes, Rosario Castellanos, Ramón López Velarde y Augusto Monterroso.
Todas las facetas de Monsiváis –el cronista, el narrador, el ensayista, el biógrafo, el periodista- se dan cita y potencian en las páginas de “Escribir por ejemplo”, título tomado del poema número XX del libro de Pablo Neruda “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”.
Aunque la poesía sea uno de sus afanes menos conocidos, no es el menos transitado; en “Escribir por ejemplo” analiza la obra de Rosario Castellanos, López Velarde y Sabines. Anteriormente había compilado la antología “La poesía mexicana del siglo XX” y escrito sobre diversos poetas, entre ellos, Salvador Novo y Juan Gelman; a este último le prologó el libro “Otromundo”, en ocasión de que le fuera conferido al argentino el Premio Cervantes.
El agudo análisis de Monsiváis plasmado en “Escribir por ejemplo”, es a un tiempo indagación estética y semblanza del personaje, en un movimiento doble: por un lado la observación de los diversos recursos formales, por el otro el modo en que resuena esa producción en el marco de la tradición literaria y el contexto de su época.En este sentido, también la historia y el género biográfico atraviesan las páginas de su libro, sobre todo un hecho que marcaría a fuego a la sociedad azteca tanto en lo político y en lo cultural: la denominada Revolución Mexicana que se extendió de 1910 a 1917 con un saldo de alrededor de un millón de muertos.
Dicha Revolución –la primera gran revuelta social del siglo XX- recorre varios capítulos del libro, como los dedicados a Agustín Yañéz (quien hereda de los narradores de la Revolución una dimensión trágica de la novela) y al ensayista Alfonso Reyes, hijo de un general, secretario de Guerra y aspirante a la presidencia.
Pero también el texto dedicado a Juan Rulfo, en el que sostiene Monsiváis: “‘El llano en llamas’” es un pasaje extraordinario de las formas de vida que la Revolución llevó a la superficie para dejarlas allí muriendo, consumiéndose, vulneradas por su propias, implacables reglas de juego”.
No es forzado encontrar en “Escribir por ejemplo” ciertas afinidades del autor con sus escritores elegidos; algo de Monsiváis circula por el rigor ensayístico de Reyes, la militancia política de Revueltas, la mirada exenta de idealizaciones de Rulfo, el trasfondo gozoso de la poesía de Sabines y “el rechazo sarcástico a la sensiblería” en Rosario Castellanos.
Pero la identificación mayor sin duda se da con su compatriota Julio Torri y el hondureño-guatemalteco-mexicano Augusto “Tito” Monterroso; éste último vivió en México desde su exilio a mitad de la década de los años ‘40 hasta su fallecimiento en 2003.
Como escritor, Torri –un lector voraz que renuncia a cualquier carrera literaria- adoptará la brevedad “como el espacio idóneo de su exactitud,” desmarcándose de los géneros; fluctuando sus escritos entre el aforismo y la microficción, reivindicando: “el mal, la burla de la muerte, el choteo de la tragedia, la falta de misericordia”.
Respecto a Monterroso –un autor inclasificable, ligado al cuento breve con quien comparte una ironía demoldora- Monsiváis destaca su “amor por la paradoja”, el “dislocamiento lógico”, “el goce de la furia paródica” y “el humor donde la falta de lógica construye sus silogismos inolvidables”.
Sobre el hondureño agrega, en uno de los capítulos más interesantes del libro, que: “… concentra inquietudes, puntos de vista, aforismos, evocaciones amistosas, circuitos literarios, lecturas, localizaciones de zonas vedadas, jactancias eruditas, devociones profundas”.
En “Escribir por ejemplo, el Monsiváis observador sagaz del devenir vertiginoso de la ciudad de México –el protagonismo de la masa, la lucha libre, el danzón, el burlesque, las divas del cine, el machismo y, entre muchos, un registro de los ídolos populares que va de Cantinflas Luis Miguel- deja paso al riguroso crítico literario.
Aquel que subraya el modo en que el poeta López Velarde encuentra sus maravillas en los pliegues de la modorra provinciana; Revueltas da una prosa “elaboradísima, barroca… en el vértigo exasperado”; Rulfo narra “sin grandilocuencia” una “épica del desastre” y Fuentes hace gala, ya en su primera novela “La región más transparente”, de una prosa flexible “de gran arrojo lírico”.
Que Monsiváis es uno de los grandes escritores de la lengua, queda refrendado en su trabajada prosa y los elementos que vincula; también una mirada por fuera de los lugares previsibles y el conocimiento al detalle de la minucia cotidiana. El escritor que reunió a la experiencia con la erudición, se auto calificada como un “simple lector”.
De su extensa obra, destacan los libros: “Días de guardar”, “Amor perdido”, “Escenas de pudor y liviandad”, “Amor perdido”, “Los rituales del caos” y “Apocalipstik”.
Un comentario