En un rito grabado en la cantera de los sueños, en la fresca e inmutable realidad que va meciéndose rocío, sobre la realidad de la vigilia, Zoelia Frómeta oficia la danza de las cosas, involucrada con la voz, el espasmo y el desierto. Su canto maduro lava los pies de las palabras, en la entrada de su más intimidante alegoría, y sin embargo despierta, nos habla de la vida; tenue, fiel y terrible como la consagración del fuego.
——————————————————————————-
Coordinador de la sección: Luis Dellamary
Zoelia Frómeta Machado (Bayamo, Cuba) Poeta y narrador. Licenciada en Literatura y Español, con estudios en Bibliotecología y Periodismo. Actualmente reside en México. Se desempeñó como académica en la Universidad Veracruzana, Miembro de la Sociedad Internacional de Escritores (SIE). Galardonada con diversos premios en su país y el extranjero, entre ellos: Premio poesía Concurso Santiago de Literatura (1993). Premio poesía Concurso Nacional Primero Sueño Homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz, Revista Vivarium. La Habana (1995). Premio poesía Concurso Nacional Al Sur está la poesía, Cuba (1997). Premio poesía del Concurso Fidelia, UNEAC, Cuba (1996). Segundo accésit Concurso de la Revista Palabras Diversas. España, (2007). Finalista del Concurso Poesía Eres tú, España (2009).Tiene publicado los libros de poesía: Pasos de ciego. Cuba (1995).Ave de tránsito. Cuba (1997). Dos poetas cubanos. Colombia (1997). Pasión de los delfines. Cuba (1999).El fervor de las bestias. Virginia, E.U (2007). Auto de Fe o Libro del Hereje. España (2009).
Variaciones
De Consagración del fuego
Se quiebran las palabras, el asombro.
¿Dónde quedaron los barquitos de la niñez, los espejos,
el olor a cilantro y a cebolla en los mediodía de la casa?
¿Acaso el corazón es solo un trozo de carne asustada? (1)
¿Qué pasó con las devociones, sueños, tristezas?
¿Es la tristeza un estado del ser o una alucinación
pervertida del pensamiento? Este callar asusta, el sonido
que a hurtadilla teje en su labranza el corazón.
Ruidos que arrastra el polvo por la simpleza de viejas paredes
encaladas de recuerdos. Desde el espejo reconstruyo
sombras de tu rostro con asceta levedad.
¿Acaso fui alguna vez el cordero? Antes saber quién soy.
Cómplice negocié con la libertad y el heroísmo.
¿Cómo hago para mirar desde la inocencia manchada de mis ojos el mundo?
Las escaleras no son lo que parecen, hay un hastío manso, anciano
reposado en sus escalones, un olor a madera envejecida.
Ahora sé, siempre hay un lugar al que estoy por llegar,
una mano que esconde acompasada ternura.
Muéstrame la otra cara de la noche. Muéstrame qué hay
escrito en la palma de tu mano dónde un idioma extraño
interroga. Estoy brisa al galope, flor, verbo, eternidad
insospechada en el interior de una menuda piedra.
Tú siempre lo supiste entre el deseo y lo que digo ser
hay algo más que un intento y una confesión.
La sombra del ave en el estanque
De Consagración del fuego
La tarde curvó su mano en un gesto de bailarina y dejó caer toda su sucia tristeza, cual piedra tirada con rabia sobre las arrugas indulgentes del agua donde la sombra viva de algún ave todavía flotaba silenciosa.
Solo un pequeño gesto, remedador y único, hecho de arrogancia y penumbra, así de extraño y aventajando a mi olvido, para que no pudiera silenciar la cólera que predecía su metafísica, fue toda la presencia de un instante, junto a la sombra del ave en el estanque.
Entonces escuché como huían y pensé que por fin dejaba de ser reo de un viejo y enfermizo dolor. Es bueno saber que los espectros que nos atormentan, un día, sin rituales o conjuros, parten.
Y cuando nada queda por reclamar, en los odres del día, porque las horas se fueron en puntillas como en marcha sin fin por una largo preludio, la tarde ya anciana se viene nubarrón sobre la naciente noche y me sé pensando en el poeta griego, enamorado de la ilusión fugaz de aquellos jóvenes cuerpos, que pasaron ofreciendo el susto de sus carnes como una música amada que jamás será oída.
Este día, me digo, se marchó tan de prisa que no hubo tiempo de descifrar los verbos en el papiro de mi lengua reptil, ser música en el intervalo de unas manos, que conocen todos los misterios prohibidos, o acaso, al final de apretada tarde, ser aquel rostro en la sombra del agua que pudo saberse deseo de resonancia infinita, en el corazón de Dios.
Rostro única razón de ser, silencio del gato mojado en la ventana, mujer que exhibe su fémur de barbarie. Al final del día un trago de café devuelve la inocencia de unas manos. Serenidad de un rostro de inclemente transparencia. Sabemos en ese segundo, por qué mirar un rostro amado nos regresará, siempre, de todos los temores.
En ese segundo de calma, esa taza de café, ese rostro amado, son solo la sombra del ave aún viva en el estanque.
Consagración del fuego
De Consagración del fuego
Llegan los viajeros, traen la fecundidad de sus cantos, la algarabía, lo insólito en sus sueños, que parecen engendrar realidades desconocidas. Nada podía vaticinar los días después; la paloma sangrante, palabras difusas, la mudez ociosa. El abismo abriéndose memoria en la nostalgia de un sábado. El exilio escama en mi lengua, otra pesadilla. Apostando mis naipes sobre una suerte que no existe, ¿sabes tú, qué es la suerte? me pregunto y Zoelia no responde ¿De qué textura está hecha su filosofía?
No sé, puedo decir que soy este sueño, observado desde mi ojo óptico, en tanto destejo esdrújulo a esdrújulo los amuletos del Soy. Nunca te hablé del frío liado en el alma, las noches en la casa solitaria, los escritos heréticos, un amor que devoró mis acertijos y fue un pálpito de luz en mi ánfora de locura. En la garganta los segmentos de una vieja duda, en las manos el delirio de un verso que no consagra, no importa las ciudades que hay habitándome, más que esto soy. No tengas miedo, siempre se vuelve de la muerte como del acto desesperado de la escritura, donde glorificas el dolor del silencio cual acto de redención.
No eres y sin embargo, un camino traza tu paso, como un destino. ¿A dónde vas, ahora que sabes que eres y el origen en tu mano es un verso. Nada es más cierto que tu mano, muda de gritos, memoria de un amor, un amor ciego de carne y ceguera animal. Tu ojo, al descubierto para que vieras que había en la almendra del corazón: desnudez, desnudeces, acaboses.
No eres, sin embargo, te nombra un espejo, un gesto, una fotostática, un hombre que dice haber dormido con tus ojos debajo de su soledad, arcaica y visceral, con sus predios y efluvios de cotidianas incertidumbres, pero sabes que un hombre no es testigo de nada, como tampoco lo eres tú, de ti o de la otra. Silencia un instante tu mano y voltea para que veas quien eres, no temas, Zoelia es solo la piedra en la palma de la mano de una sombra sorda, que trazó el vacío del agua por la prolongación de una caricia, un deseo y la espalda del hombre excretando su propia inmisericordia. Un hombre que no puede perdonarse, tampoco que su debilidad sea el hambre que devora su boca de bebedor, masticador de yerbas. Ella le trajo la palabra y la fuente. Demasiado tarde el hombre moría. Solo pensé en la noche que se descolgaba de sus ojos y escapó.
Tú , óyeme ahora, el tiempo no existe, la noche no existe y soy aquel extraño y oscuro Tiresias recitando la verdad que tal vez nunca conociste. Sé que ya estuve, dije tu nombre y dibujé tu sed como un rastro de fuego ad infinitum, y amé todo lo que eres sin reclamos, sin remiendos, sin excusas, un día supe había llegado la hora del viaje, de volver a la génesis del vuelo, a la consagración del fuego en un sueño de crepúsculo y oro. Ahora, solo escúchame, mientras rubrico estas palabras, en silencio, solo escúchame, en silencio.
Jalapa, México, 2009-2010
Cotidianos
De El libro de los amores difíciles.
Entristecerá tu ausencia otras tardes
JORGE LUIS BORGES
Apenas, recelosa va cayendo brasa la tarde que discurre.
Junto al árbol habitamos la más cotidiana existencia.
Revolotean los colibríes nuestro silencio, la tarde
como un recuerdo absoluto ahoga las palabras.
Otra cerveza. Rompió tu voz la calma entre las hojas.
Cotidianos nos hicimos en los instantes
Adentro el arroz con pollo se calentaba. Tu mano acarició
con pausa sigilosa, mi boca sostuvo la tibieza
de tu aliento. El camino interminable de su aliento en mi boca
era una pequeña digresión en el discurso de la tarde.
Éramos cotidianos verbos deseosos viviendo la sencillez de Ser.
Otro sorbo de cerveza y un poco de abrazos y tu mano
rodando entre mis piernas, saboreando los contornos, bebiéndome
los ojos, el deseo recluso en tus manos.
Los efluvios del arroz se colaban por la desnudez
que abrazan los cuerpos sudorosos; acaricia amable
posesiva, tu boca, desafía la impreteridad anhelante.
Otro sorbo despacio, el cigarro se opaca sobre la mesa.
Estrenan mis caderas tus reclamos, hace demasiada noche.
Vamos haciéndonos, deshaciéndonos en un amor cotidiano
entre el arroz con pollo, botellas escanciadas de cerveza
y el ronroneo de tu gata del otro lado de la puerta, que sospecha
nos estamos comiendo a sorbos a pedazos a mares a vientos
definitivos, entre los sabores del romero y la albahaca
nos estamos haciendo, derrochando, cotidianos en las manos del otro
en el sexo del otro, en las ganas del otro, en la calma del otro.
La noche nos ojea, alguien tose detrás de la puerta.
Despabilamos las ganas con la certidumbre de que el amor
siempre espera, a la vuelta de las esquinas, las habitaciones, la esperanza.
Sentido Común
De Sentido Común
Para Charo
Las personas hablan
de tener sentido común.
– ¿Qué es el Sentido Común?
se preguntaba
… pensar el vacío
como trozo de silencio
en absoluta… (silencio) … absoluta oscuridad
o acaso
ser el silencio todo
de humano noche.
Concluyó Madame Bablasky
mientras absorta contemplaba
cómo las partículas cuánticas
de sus pensamientos colapsaban
en su taza de té silenciosa.
1. Osip Mandelstam
8 comentarios