Con el título de “Resta”, Fierro da a conocer su más reciente libro. Alfredo Fressia, su compatriota, argumenta a favor de no sustraerlo sino sumarlo a la calidad de su poesía.
LA OTRA
RESTA, de Enrique Fierro. Ediciones sin Nombre, México, 2010. 151 páginas.
NUEVO LIBRO DE ENRIQUE FIERRO
LA GRAN POESÍA RESTANTE
Alfredo Fressia
El presente volumen de Enrique Fierro (Montevideo, 1942) reúne un centenar de poemas, divididos en tres series: “Lugares comunes”, “Tren fantasma” y “Abandonada”. Los poemarios de este autor presentaban siempre una precisa datación de las composiciones o de las series donde se incluían, y había casi siempre una distancia temporal importante entre la fecha de creación y la de publicación.
Esta vez los poemas se presentan desprovistos de una fecha de composición. No se trata ciertamente de ninguna distracción editorial, sobre todo si se considera el título, tan definitivo, del volumen. Este es Resta, y en 2004 el poeta había publicado otro llamado Queda.
Los propios editores hacen en contratapa el paralelo inevitable entre los dos títulos (aparecidos en la misma editorial), como si se tratara de variantes de un mismo concepto. No lo son, aunque una de las lecturas permita en ambos casos acceder a la idea de “lo que queda” (o lo que “resta”). En ese sentido, la idea de una depuración se asoma sin duda en ambos títulos. Ciertamente toda la poesía de Fierro incluye elementos biográficos, pero debidamente sometidos a criba para que quede lo más colectivo, lo más universal. Pero el presente título, Resta, menciona explícitamente la sustracción (lo que evidentemente no sorprende en un uruguayo con muchos años de exilio en México y, últimamente, en Austin, Texas).
Sin la habitual indicación de fecha y bajo el signo de la resta, el poemario se puede leer como los signos –“restantes”, casi platónicos- de una poesía mayor, indecible, de la que quedan estos versos, nostálgicos tantas veces de un sentido perdido (en el exilio, por ejemplo, o en un Uruguay que ya no es). Y como siempre, la función del lector es reencontrar y recrear ese o esos sentidos que el poema le acerca.
Es allí donde Fierro se muestra un inmenso poeta (lo que por cierto no sorprende a sus lectores fieles). Trabaja por ejemplo casi que exclusivamente con versos cortos, muchas veces de metro fijo, como pentas o hexasílabos. Con cierta frecuencia los poemas se presentan en heptas (nunca en alejandrinos). Los de ocho, los de nueve (“Cenizas azules”, por ejemplo), y los de diez sílabas (“Cuando I”), caros estos últimos al poeta, son aquí menos frecuentes.
A la música, bastante obsesiva, de los predominantes versos cortos, se suman los segmentos de discursos reiterados, unidos a veces por pronombres que subordinan nuevos segmentos de frases. Obsérvense estos versos: “El dibujo de las cosas/ de las cosas que se queman/ que se queman en el agua/ en el agua que no llega/ que no llega a decir eso/ que el dibujo de las cosas(…)” (“El dibujo de las cosas”). Parecen juegos verbales, como estos versos comenzados con preposiciones, y que sin embargo –o a partir de esa estructura verbal- van mencionando una resta que el lector no vacila en captar: “desde aquí la ronca lira/ desde allí los orientales/ hasta allí las formas fluyen/ hasta aquí los eucaliptus/ desde allí las amenazas” (“Desde allí la nube azul”).
Sobre el depurado ejercicio formal de Fierro, y como sobre un bastidor para el bordado de las estampas temáticas, se van creando muchas menciones locales uruguayas, al punto que uno se pregunta si el lector do otras regiones no se sentirá “perdido” (o “sustraído”) a veces. Ocurre que la tragedia, uruguaya o no, es universal, algo que aprende el lector de este poema, llamado “Y”, que casi cierra el libro: “Vivir, cuarto de luna,/ el acento del agua,/ por los cuatro costados/ la busca del tesoro,/ la Venus, los Adonis,/ el final de la vida/ muerta, Montevideo,/ los jefes y la peste,/ los adentros del coro,/ las afueras del templo./ Y este rostro que quiere/ verse con el verdugo.”
DONDE LA SIESTA DEL FAUNO
la siesta del fauno donde la luz de Austin
la luz de Austin donde pecho palpitante
pecho palpitante donde los tristes trópicos
los tristes trópicos donde la nieve blanca
la nieve blanca donde caballo muerto
caballo muerto donde tarde secreta
tarde secreta donde mi prima Gladys
mi prima Gladys donde los días crueles
los días crueles donde deslices varios
deslices varios donde amores y espanto
amores y espanto donde la Vía Láctea
la Vía Láctea donde la piel que toco
la piel que toco donde no fuiste nadie
no fuiste nadie donde te dije todo
te dije todo donde los propios ojos
los propios ojos donde nada se sabe
nada se sabe donde fisura y corte
fisura y corte donde la letanía
la letanía donde nunca llegaste
nunca llegaste donde los pocos muchos
los pocos muchos donde Montevideo
Montevideo donde la cabellera
la cabellera donde la pesadilla
la pesadilla donde fosa común
fosa común donde todo es mentira
todo es mentira donde blanco y celeste
blanco y celeste donde vino y se fue
vino y se fue donde carta perdida
carta perdida donde insecto de la nada
insecto de la nada donde dos orquestas
dos orquestas donde la siesta del fauno
MEJOR MIRAR UNA MANZANA
Entre ficciones y dicciones,
metáforas y catacresis,
mejor mirar una manzana.
Entre carnales y corales,
entre Flebas y Palinuro,
mejor mirar una manzana.
Mejor mirar una manzana
que ribera de los regresos
y ceniza de los exilios.
Mejor mirar una manzana
que muda la sombra del puerto
de la ciudad que ya no existe.
Mejor mirar una manzana
que mitos, que ritos, que versos
hacia palabras, ilusiones.
ENTRE DOS: RIO ABAJO, TIEMPO ATRÁS
Cara a cara (la variante
de cara a cara), río abajo,
la profunda, la sorpresa,
tiempo atrás la somnolienta,
la butaca, la amazona
o el tornillo y el molde y el trapecio
o la hamaca o carretilla o posesión,
catapulta, acrobática, la doma
(la variante de la doma)
y el salvaje y el arco y la salvaje,
las aspas del molino,
el abrazo, el sometido (la variante:
la fusión del sometido)
tiempo atrás y río abajo
la variante de fusión.
POR LA VUELTA DE LOS ANGELES
Piedra que se coloca con la mano.
Mano que se lleva a la cabeza.
Cabeza que se llena de pájaros.
Pájaros que se entienden con la noche.
Piedra que se coloca con la mano
que se lleva a la cabeza
que se llena de pájaros
que se entienden con la noche.
Como aquella piedra
que se coloca con la mano
que se lleva a la cabeza
que se llena de pájaros
que se entienden con la noche.
Así afanes y tareas
de la ronda nocturna
de los ángeles
(la duda ofende)
para llegar a ninguna parte.
SUPLICA DE SABADO
Súplica de sábado
en el desierto: runas,
pliegues de las historias
rústicas y en colores
sordos como tu voz.
Deambulas por la hoja
de ruta de tus viajes
hacia aquel mudo parque
que nunca abandonaste,
al que nunca llegaste,
al que no llegarás.
Pierdes el tiempo, ave
que vuela y que te ignora,
mientras piensas y piensas
en tus amados muertos
presentes y que esperan
que abandones la tarde
de juegos y fantasmas,
que te unas a ellos
y alimentes el fuego
de la verdad. Oremos.
ELLA: IDA VITALE
Ella sola amanece:
abunda entre los tibios
decires del que cuenta
y lanza nombres propios
y ajenos y las cosas
regresan de los sueños
atroces o felices
y aletean, se posan
y vuelven a volar.
Comienza un nuevo día:
ella de par en par
abierta y afanosa
ordena y desordena
las cosas de la casa.
Para mí suficiente
paraíso real
y se lo debo a ella.
¿SE TRATA DEL ARCHIVO?
Si la noche no era
sería la mañana
y el clima más extraño:
un monte de cipreses,
oración, penitencias,
espíritu agitado,
retratos, claroscuros,
desprecio de las reglas
del dibujo, escrituras
inmóviles, ausente
cabeza gris y triste
y muerte para siempre.
¿Se trata del archivo
de la memoria viva
de aquellos ojos muertos?
PREGUNTA QUE SIEMPRE
La que trova, que yerra
y extiende su dominio
atiende a su demonio
por página ni trampa,
ni truco, negaciones.
Campo magnético,
silencio escondido,
memoria que llegaba,
casa del abismo.
¿Y el sello de los muertos?
Y
Vivir, cuarto de luna,
el acento del agua,
por los cuatro costados
la busca del tesoro,
la Venus, los Adonis,
el final de la vida
muerta, Montevideo,
los jefes y la peste,
los adentros del coro,
las afueras del templo.
Y este rostro que quiere
verse con el verdugo.
JUNTARSE, VOLVERSE
Del tronco la patria
épica de penas.
La roca resiste
las faltas de alguien.
Los siete demonios
bajemos los ojos.
Dispersa y esparce
mantis religiosa.
En el extranjero
lámina y adeudo.
Da gusto y de moda
juntarse, volverse.
DOMINGO, PORQUE SI
Los últimos colores
de la tarde de ayer.
Los ojos que se cierran
para más ver la noche.
La noche que la boca,
la boca que se abre,
la húmeda que lengua.
La boca que se muere,
los ojos que se abren.
Los últimos colores
de la tarde de ayer.