Máximo Simpson. Jan Palach, suicida y héroe de Praga

El escritor argentino, Máximo Simpson, nos ofrece un poema y un texto publicado por Radio Praga sobre la muerte, en 1969, del joven activista que se autoinmoló como protesta por la invasión soviética en Checoslovaquia.

 

Jan Palach

(El suicida de Praga)

Allí en un cementerio pequeño como un cuarto,
austero como brasa clandestina,
allí está para siempre
la ventana cerrada de su alma,
la mesa de su vida,
el escritorio de su muerte.
El asesino de sí mismo mira el mundo,
y desde el polvo aúlla
en la tranquila tumba.

Máximo Simpson (Argentina, 1927)

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Máximo Simpson

Jan Palach

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Jan Palach
Hace treinta años se autoinmoló en protesta contra la ocupación soviética de Checoslovaquia el estudiante Jan Palach, de 21 años de edad. Palach estaba profundamente convencido de que su deber era intentar sacar a la nación del marasmo en el que estaba hundida. Y al comprobar que la salvación del país exigía un recurso extremo, no vaciló en sacrificar su propia vida.

El 16 de enero de 1969, cerca de las tres de la tarde, ardió en la Plaza de Venceslao, en Praga, una antorcha humana. En el corazón de la capital checoslovaca se autoincineró el estudiante de la Universidad Carolina de Praga, Jan Palach, de 21 años de edad. Con este sacrificio supremo el joven protestó contra el aplastamiento del proceso democratizador de la Primavera de Praga por los tanques soviéticos, y contra el letargo que tenía sumida a la nación.

En la carta que escribió antes de inmolarse, Jan Palach demandaba la abolición de la censura. Es decir, con su muerte quiso alertar sobre la mentira, sobre la tergiversación de la verdad. La abolición de la censura en 1968 fue la más importante conquista que el movimiento popular arrancó a los dirigentes del Partido Comunista de Checoslovaquia. La libertad de expresión que logró reinar en la Checoslovaquia de entonces sólo unos pocos meses, irritó al máximo a la cúpula del Partido comunista soviético y fue una de las causas que pusieron en movimiento a las tropas del Pacto de Varsovia que el 21 de agosto de 1968 invadieron Checoslovaquia.

Los ocupantes soviéticos empezaron a publicar el periódico titulado "Noticias" en el que la brutal agresión era llamada de "ayuda fraterna. " En una misiva escrita antes de su muerte, Jan Palach exigía que el Gobierno checoslovaco prohibiera la circulación del burdo panfleto divulgado por las tropas de ocupación. El joven quiso alertar con su sacrifico a la opinión pública para que ésta se opusiera a la insidiosa infiltración de la mentira.

Pocos días después de la muerte de Jan Palach tuvo lugar un intento de escamotear el sentido político de su sacrificio. En una reunión de los comunistas más ortodoxos, celebrada en Praga, circuló un panfleto que rezaba:"Jan Palach pretendía emplear un líquido especial que produjera la llama fría, pero alguien se lo cambió por gasolina. Así se produjo la autoincineración. "

Sin embargo, el secretario de Estado del Interior desmintió la patraña sobre la supuesta llama fría. A comienzos de 1969 ni el propio Ministerio del Interior se atrevía a desvirtuar la realidad. No obstante, cuando en abril del mismo año tomaron las riendas del poder los sectores más dogmáticos del Partido Comunista de Checoslovaquia, encabezados por el secretario general, Gustáv Husák, los agentes de la policía secreta desarrollaron numerosas operaciones para borrar de la memoria de la nación el sacrificio de Jan Palach.

En sus operaciones anti-Palach, la policía secreta atropellaba todas las normas civilizadas. Dichas operaciones se centraron en la tumba de Jan Palach, en el praguense cementerio de Olsany. A: En la sepultura de Jan Palach siempre ha habido muchas flores y han ardido velas en su memoria. Mayor número de personas acudía al cementerio el día 21 de agosto, aniversario de la invasión de las tropas soviéticas en 1968, y el 16 de enero, aniversario de la autoinmolación de Jan Palach. Entre la multitud solía haber numerosos agentes de la policía secreta que exigían a los presentes que se identificaran. Frente a la puerta del cementerio solía patrullar un carro policial.

La madre de Jan Palach debía comparecer a menudo a la administración del cementerio donde unos señores -ella no sabía si gerentes del cementerio o agentes de la Seguridad del Estado- la instaban a trasladar los restos mortales de su hijo al pueblo natal de Vsetaty.

En agosto de 1973, la señora Palachová ya no pudo acercarse a la tumba de su hijo ya que la misma estaba rodeada de vallas. Ante nuevas intimidaciones sintió miedo y acabó por ceder a las presiones. En un día otoñal del año 1973, a las cuatro de la madrugada, los agentes de la policía desenterraron los restos mortales de Jan Palach y los incineraron en el crematorio cercano. A la madre le entregaron la urna.

Con estos actos delirantes la policía secreta del régimen totalitario no logró nada. Jan Palach seguía inspirando a la lucha por la verdad, convirtiéndose para la joven generación en el símbolo de sus anhelos de libertad. Ello se puso de manifiesto en enero de 1989, al conmemorarse el 20 aniversario de su sacrificio:
Durante una semana se registraron en la praguense Plaza de Venceslao enfrentamientos entre jóvenes manifestantes y la policía. En las dramáticas jornadas de la llamada Semana de Jan Palach empezó a gestarse el poderoso movimiento que en el otoño- invierno de 1989 derrocó en Checoslovaquia el poder totalitario.

La Semana de Palach detonó la caída del comunismo en Checoslovaquia

Enlazando con la nota anterior, nos referiremos ahora a la Semana de Palach, como se conocen los acontecimientos de enero de 1989 que representaron una de las primeras grandes manifestaciones de repudio contra el régimen comunista checoslovaco, en esa época.

Se trató realmente de una semana dramática. Las unidades antimotín del aparato represivo del régimen comunista arremetieron brutalmente contra las masas de jóvenes que protestaban contra las arbitrariedades del sistema, entre otros, contra la violación de los derechos humanos y la falta de libertad de expresión.

"Es una situación muy incómoda y delicada que debemos resolver cuanto antes. No podemos permitir que un grupo de rebeldes agite a las masas de la capital contra el Gobierno" comentaban entonces entre sí los dirigentes comunistas.

La Semana de Palach fue impulsada, hace 10 años atrás, por un grupo de ciudadanos que decidió rendir homenaje a la memoria del estudiante Jan Palach, pues en esa ocasión se conmemoraban 20 años de su autoinmolación en protesta por el aplastamiento del proceso democratizador checoslovaco de finales de los años 60.

Todos los días, entre el 15 y el 20 de enero de 1989, tuvieron lugar masivas manifestaciones en el centro de Praga que siempre terminaron asfixiadas por la policía, que no dudó en emplear contra los jóvenes sus cachiporras, cañones de agua y gases lacrimógenos.

La Semana de Palach concluyó el 21 de enero en la localidad de V¹etaty. Las masas que participaron en las manifestaciones de la capital se trasladaron al lugar donde descansaban los restos del joven Jan Palach. Sin embargo, la operación de la policía fue tal que obstaculizó el acceso al lugar cerrando herméticamente el cementerio.

Los acontecimientos de esa semana, en la que la población demostró su decisión de enfrentarse al régimen comunista, representaron el inicio del fin de los comunistas en Checoslovaquia, situación que culminó con la caída del régimen en noviembre de 1989.

Jan Zajíc

Hace 30 años, en enero de 1969, se autoinmoló en protesta contra la ocupación soviética de Checoslovaquia y contra el letargo que invadía a la nación, el estudiante Jan Palach, de 21 años de edad. Ello será el tema de la presente edición del espacio Legados del pasado – testimonios del presente.

Cuando el 16 de enero de 1969 Jan Palach ardió como una antorcha humana en la Plaza de Venceslao, Checoslovaquia vivía el quinto mes de la ocupación soviética. Las tropas del Pacto de Varsovia ocuparon Checoslovaquia el 21 de agosto de 1968, aplastando el intento democratizador de la Primavera de Praga. Las unidades polacas, húngaras, búlgaras y de Alemania Oriental se retiraron al cumplir su misión, pero las tropas soviéticas se acuartelaron en el país y nadie sabía por cuánto tiempo.

Los gobernantes checoslovacos, temiendo que los ocupantes ahogasen en sangre todo intento de resistencia, cumplían obedientemente las órdenes emanadas del Kremlin. Los dirigentes checoslovacos se encontraban en una situación ambigua:por un lado no querían perder la cara ante la opinión pública y, por otro, tampoco deseaban desagradar a la cúpula soviética. Prometían a los ciudadanos la continuación de las reformas socioeconómicas, pero por otra parte apretaban los tornilllos de la censura, expulsando de los medios de comunicación a los periodistas que habían suscitado la saña de los ocupantes soviéticos.

La vida bajo una ocupación extranjera suele doblegar los caracteres. Y así fue también en Checoslovaquia. De cara a las maniobras y mentiras de los gobernantes, entre la ciudadanía cundía el desánimo que corroía las almas y los corazones. Al vivir a la sombra de los tanques soviéticos y presenciando cómo los ídolos políticos de la Primavera de Praga, incluidos el dirigente comunista Alexander Dubçek y el presidente Ludvík Svoboda, hacían concesiones a los soviéticos, los ciudadanos experimentaban un profundo desengaño. Empezó el deslizamiento hacia un peligroso letargo.

Las declaraciones de los políticos checoslovacos atentaban continuamente contra la verdad: se hablaba oficialmente de "normalizar" la situación, pero en realidad las medidas de la supuesta normalización suponían implantar en el país la anormalidad política, la supresión de los derechos cívicos renovados durante la Primavera de Praga.

Al presenciar la invasión y proliferación de la mentira, el estudiante de historia y política económica, Jan Palach, de 21 años de edad, optó por el mayor de los sacrificios. . .
La autoinmolación de Jan Palach movilizó a los estudiantes, a los obreros e intelectuales. Los funerales de Palach se convirtieron en una multitudinaria manifestación. En vísperas del entierro, los praguenses habían aguardado en filas de varios kilómetros para dar el último adiós al estudiante de la Facultad de Filosofía y letras de la Universidad Carolina de Praga.

En el acto fúnebre, celebrado en la Universidad Carolina , los discursos de despedida revelaron que la comunidad académica había entendido la apelación de Jan Palach…
Por ejemplo, el rector de la Universidad Carolina , Profesor Oldrich Stary, destacó en su discurso:

"Tu acto, Jan Palach, es una manifestación de un corazón puro, de un amor supremo hacia la verdad, la libertad y la democracia. Tú has hecho el supremo sacrificio en aras de la nación. ..Somos una nación pequeña que ya varias veces ha estado al borde del exterminio…Esta antorcha humana apela a todas las personas de buena voluntad…"

El estudiante Zdenek Tous subrayó que la autoinmolación de Jan Palach no había sido un acto de un desesperado…
"Es una protesta consciente y un acto heroico, hecho en pro de la vida," declaró el joven, afirmando más adelante:" Jan Palach no se sacrificó tan sólo para su generación sino para todo el pueblo de este país y del mundo entero.Hizo este sacrificio para sacudir la conciencia de todos- o sea también la de quienes han lanzado este país y a esta nación a la servidumbre con la que jamás podrá conformarse.La muerte de Jan Palach fue una protesta contra quienes admitan que en el país impere la fuerza brutal, no se respete la voluntad del pueblo y sean conculcados los derechos elementales, como el derecho a la soberanía nacional y a la liberdad de expresión y asociación…"

El párrroco de la Iglesia Evangélica , Jakub Trojan, reflexionó sobre la sepultura de Jan Palach en el cementerio capitalino de Olsany acerca de la dimensión ética y espiritual de su autoinmolación que lo acercaba a las grandes figuras de la Humanidad, como el Maestro Juan Hus o Martin Luther King:
"Jan Palach comprendió a través del estudio de nuestra historia y gracias a una admirable sensibilidad hacia la dimensión espiritual de la vida humana, que las pequeñas naciones acabarán siendo grandes si defienden valientemente la verdad.Sin embargo, Jan Palach comprendió asimismo que tomar partido por la verdad exige del ser humano una ardua prueba, y a veces hasta una prueba ratificada por la muerte.Y él no la esquivó, asumiéndola voluntariamente.Estamos profundamente conmocionados por su extraordinario acto que nos desvela las dimensiones de la verdad que antes ni siquera atisbábamos."

Tras la muerte de Jan Palach ardieron otras antorchas humanas… "Ya que a pesar del sacrificio de Jan Palach nuestra vida vuelve a sus anteriores cauces, he tomado la decisión de despertar la conciencia nacional como la antorcha humana número 2," escribió antes de inmolarse el joven Jan Zajíc, de 18 años de edad.

Jan Zajíc, alumno de la Escuela Ferroviaria de la ciudad de Sumperk, a 350 kilómetros de Praga, llegó a la capital a fin de participar en una huelga de hambre organizada por un grupo de estudiantes, en apoyo a las demandas formuladas por Jan Palach, como la abolición de la censura.

Después de los funerales de Jan Palach, Zajíc escribió un poema dedicado a su memoria. El joven percibía dolorosamente la erosión de los valores por los que Jan Palach sacrificara su vida. Jan Zajíc concluyó que tan sólo un acto similar sería capaz de despertar la conciencia de la sociedad en la que se propagaba el virus de la cobardía.

Exactamente un mes después de los funerales de Jan Palach, el 25 de febrero de 1969, ardió en Praga la antorcha nro. 2, Jan Zajíc. Durante los veinte años posteriores a la autoinmolación de Jan Palach, su memoria alimentaba entre los jóvenes checos el espíritu de resistencia contra el régimen comunista. Hace diez años, en enero de 1989, durante la llamada Semana de Jan Palach, se produjeron en el centro de la capital auténticas batallas campales entre la policía y jóvenes manifestantes. Fue el comienzo del fin del régimen comunista en Checoslovaquia, derrocado en otoño del mismo año.

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