Jorge Boccanera, quien conoce muy bien la realidad centroamericana, nos habla de uno de los poetas de mayor relevancia de la región y de su indeclinable defensa de Honduras, hasta su muerte apenas acaecida.
Roberto Sosa, crítico irreductible de la situación política de su país
Jorge Boccanera
El poeta nacional de Honduras, Roberto Sosa, cuya obra fue galardonada el premio “Rafael Alberti”, otorgado por el Festival Internacional de Poesía de La Habana y la Sociedad de Beneficencia de Andalucía, falleció recientemente en Tegucigalpa.La muerte de Sosa, nacido en 1930 en el pueblo de Yoro, ocurre no sólo en momentos en que en el plano de las letras le es conferido el citado galardón, sino cuando está a punto de regresar a Hondursa el depuesto mandatario hondureño Manuel Zelaya, quien también llegó a un acuerdo para que se legalice su partido, el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP).
Sosa, seguidor de Zelaya, había declarado en diferentes foros, tras la asonada que tomó el poder a mediados de 2009, que los golpistas habían convertido a Honduras “en un país cárcel”.
Su itinerario como poeta –una de las voces más relevantes de la poesía escrita en lengua española–, se inició en 1959 con el libro “Caligramas”, al que le siguieron “Muros”, “Marinterior”, “Un mundo para todos dividido” y “El llanto de las cosas”, entre otros.
Nacido en el poblado de Yoro, Sosa recorrió de niño pueblitos de Honduras y El Salvador, acompañándola banda musical integrada por su padre musiquero: “Conocí Tegucigalpa a fines de los ’40 cuando abandonaba el poder el general Tiburcio Carías, dictador de Honduras desde 1933. Carías les dedicaba a sus detractores la formula de: encierro, destierro y entierro”, había dicho en una entrevista.
Entre sus influencias, reconocía las voces del italiano Giovanni Papini, los colombianos Eduardo Carranza y Porfirio Barba Jacob, y el ruso Vladimir Mayakovsky; poetas a los que vuelve –decía- para descubrir siempre algo nuevo.
Entrevistado a fines de 2009 por TELAM, a propósito del golpe militar que derrocó al presidente Zelaya, Sosa expresó que esa asonada había sido: “encabezada por el general Romero Vázquez, jefe del Estado Mayor Conjunto, egresado de la Escuela de las Américas”.
El escritor no ahorraba palabras de desagravio hacia Zelaya a quien consideró, en ese diálogo: “Un presidente fundacional, progresista y verdaderamente democrático, que, además de otras medidas que tienen que ver con reformas sobre la tenencia de tierra, vivienda y educación, estableció por primera vez un salario mínimo”.
El golpe, aseguraba: “Fue apoyado por una oligarquía de diez familias que dominan el 98 por ciento de los medios de comunicación del país. Y aquellos medios opositores, como el canal 36 de televisión y Radio Globo, fueron saqueados y sufren mordaza”.
Y proseguía: “Hoy todo el territorio está militarizado, hay más de 30 víctimas fatales, cientos de heridos y numerosos presos, entre ellos líderes sindicales sobre todo de la educación; algunos campesinos indígenas debieron asilarse en la embajada de Guatemala”.
Sosa, habló también de “una resistencia masiva y organizada que no ha dejado de manifestarse contra el gobierno golpista; una resistencia que no baja los brazos”, integrada también por numerosos intelectuales, artistas y escritores hondureños que no han dejado de pronunciarse y denunciar la represión.
Si bien no es nuevo el exilio de intelectuales en Honduras –en los años 40 debieron marchar al destierro escritores hondureños de primer nivel como Martín Paz Medardo Mejía y Alfonso Guillén Zelaya– ya había expresado Sosa su negativa a dejar voluntariamente su país:
“Tengo conexiones muy fuertes a nivel familiar y tengo una raíz muy profunda, una cofia metida en el pedrero hondureño. Diría que en ocasiones me siento confusamente atraído por mi país”.
En los días sucesivos al golpe contra Zelaya, Sosa escribió varias notas, entre ellas el artículo “En Honduras las paredes hablan” –en referencia a los grafitis y leyendas contra la reacción que llenaban las paredes de Tegucigalpa- que fue reproducido en diarios del exterior.
Un tiempo antes de ese golpe, el presidente venezolano Hugo Chávez, visitó Honduras y citó versos del poema de Sosa, “Morazán vive”, en alusión a la situación centroamericana: “Vuelves de todas partes desde tu dignidad./ Estás entre nosotros./ Bajo la misma noche./ Repartiendo la luz, todos los días”.
Justamente uno de los últimos libros publicados por Roberto Sosa es un retrato biográfico del prócer hondureño Francisco Morazán: “Alta es la noche y Morazán vigila”, editado por decisión del presidente Manuel Zelaya con el sello de la Biblioteca presidencial.
Morazán (1792-1842),militar y político, fue el último presidente de la República Federal de Centro América, que congregaba a Honduras, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua y Guatemala.
Otra de las obras últimas de Sosa es la “Antología de la poesía política” hondureña: “Que abarca desde el padre José Trinidad Reyes, primer poeta nacional, a poetas jóvenes como Fabricio Estrada”.
Premiado hace una semana con el “Rafael Alberti”, Sosa había ya obtenido premios importantes como el “Adonáis” de España y el “Casa de las Américas” de Cuba y el Nacional Translation Award; además, en 1990 fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y Letras por el gobierno de Francia.
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