En la Facultad de Economía, de la UNAM, el escritor mexicano habló del heroismo y la ficción. Elizabeth Moreno nos hace la reseña.
Óscar de la Borbolla
Los héroes de la ficción son antihéroes
Elizabeth Moreno
El pasado viernes 20 de mayo, en el aula Jesús Silva Herzog en el marco de conferencias organizado por el maestro José Ángel Leyva, Óscar de la Borbolla impartió la conferencia “Los héroes de la ficción son antihéroes”. Con el tono picante característico del escritor, explicó la génesis del papel del héroe y antihéroe en la novela. Comenzó con una mordaz comparación entre las puertas de tamaño interés social hechas a la medida de nuestra achaparrada autoestima con aquellos grandes portales del Partenón donde reflejaban su grandeza los griegos con sus dioses. Haciendo énfasis en “héroes de ese tamaño” habla de la Odisea donde Odiseo finalmente no es el héroe sino Aquiles. ¿Por qué es tan importante La Odisea? responde el mismo Óscar que además de por sus monadas técnicas y onomatopéyicas, es grande porque Odiseo gana. Pero, ¿quién es Odiseo?, un rey de Ítaca que cuando deciden defender a Menelao a quien le han robado la esposa, se da un pacto extraño y todos los héroes griegos se tienen que juntar cuando uno de ellos resulta lastimado. Cuando Odiseo decide participar en la guerra se lleva a todos sus contemporáneos a la aventura, se echa diez años de aventura, luego vuelve solo, encontrando que la esposa ha estado de coqueta y el hijo crecido, llega entonces matando a la siguiente generación completa o sea a los padres y a los hijos, dos generaciones de nobles perecen ahí. Los itacenses levantan una revuelta para vengarse de la masacre que Odiseo hizo en el castillo. Pero Odiseo, junto con Telémaco, asesinan a todos. Hay un momento en que la escena se traslada a Hades, quien alarmado por el banquete de sangre en la superficie, manda un mensaje a Zeus para que intervenga a través de Atenea. Atenea en su caballo se le pone de frente a Odiseo, quien no hace ningún caso, teniendo que ser el propio Zeus quien baja y se interpone para frenar la matanza. Odiseo le pone el arma al dios del Olimpo y ahí termina la Odisea. Este es un héroe típico porque su vida repercute en la vida de todos los demás, en este caso de una manera terrible.
Luego viene el incesto de Edipo que no solo trae la hemofilia en los descendientes, sino también provoca una serie de plagas sobre Tebas, todo lo que éste hace repercute en la comunidad. Los héroes de la literatura en un principio tenían este carácter de tamaño descomunal: epopéyico.
El parteaguas se presenta cuando aparece Flaubert con una señora intrascendente como protagonista: con esposo mediocre, envenenada con la literatura rosa, dos amantes, uno de ello, Rodolfo, que le saca la vuelta, el otro a quien tiene que comprar con regalos, pero como su esposo es un médico mediocre y tienen una mala economía, pide a un abonero (cosa corriente) que le fie unas corbatas y con ese si se le hace. ¿Cuáles son las consecuencias de Bobary? que cuando se traga unos puños de arsénico se muere, del amante ni se sabe, el amante se la quitó de encima, el marido acaba muy triste porque encuentra en la buhardilla las cartas de Emma, cartas a sus dos amantes y allí está llorando en una banca Carlos Bobary. Es todo lo que provoca, o sea la vida de Bobary repercute sólo sobre ella y tibiamente en los de su alrededor. Aquí tenemos un personaje ya no epopéyico, donde su suerte se traduce en el destino de un pueblo, ya no se retrata al héroe máximo. Madame Bobary representa un momento de angostamiento de la estatura del héroe.
Más acá, en la literatura con “Manhattan Transfer” se van relacionando listones, pequeñas historias que van narrando historias de personajes de Nueva York, gente con muchísimo empeño, que tenía una pequeña anécdota que contar, cada uno de ellos es importante pero no merecedor de una novela completa. Una serie de voces que permiten reconocer la edificación de nueva york, a través de personajes chiquitos. Entendemos por qué ahora se buscan héroes desteñidos, intrascendentes, que valen la pena por su tratamiento formal pero ya no por sus anécdotas. Parece que cualquier miserable es merecedor de una novela, ya no se exige que el personaje sea el desmesurado. Aura, de Carlos Fuentes, por ejemplo, no es extraordinaria, los mismos personajes de “La región más transparente” ninguno de ellos es algo sobrecogedor o extraordinario. Lo desmayado del asunto es que ya no son personajes grandes. En “La rebelión de las masas” que trata del hombre masa, del hombre promedio, el que es nadie: el que ve la tv, el que compra cosas no muy caras, aquel de conducta estándar, el que se deja influir por los mensajes políticos a la hora de la votación, o sea la mayoría, el grueso-grueso de la población por el que actualmente se determina todo, por el que se nos impone todo, indica de la Borbolla: “no crean que actualmente hay detrás de los medios un comité que determina maquiavélicamente con que envenenarnos, sino lo que hay detrás de los medios son estudios de caso, estudios focales para ver qué quiere la gente y eso les dan, en el momento que ya no lo quieren lo retiran…”. Este hombre masa llegó a volverse por lo menos estrella de la pantalla chica, era un imbécil que tenía como vocabulario extenso “güei”, que se pasaba todo el día sentado en algún lugar, hasta veía la tele, luego se paraba daba una vuelta y se volvía a sentar, lo tenían monitoreado veinticuatro horas, sí, “Big Brother” consiguió por fin hacer que la asíntota del héroe grandote llegara a cero. Esta es más o menos la historia de los héroe.
Luego, explica de la Borbolla, sobre el levantamiento del mapa del habla que comienzan hacer algunos escritores: “aquí hablan rarito entonces niñas de Polanco, allá al contrario entonces “ñeros” de Tepito, por aquí en cortito hasta los de la roma ya tienen vocero con sus crónicas marcianas (romanas) que son intentos de hacer la calca de las voces…” Todas son y coexisten: lo más representativo y emblemático. Ahora en la modernidad con un mosaico de época fragmentada, cada quien le rasca y busca por donde quiere. “A mí los héroes grandotes ya no me llaman la atención, odio a las masas; las desprecio, me resultan repugnantes, ¿qué es lo que a mí me gusta? “nada” por eso escribo y confío en que también a nadie le guste nada de lo que hay y se meta a mi libro, no pretendo enseñar la realidad, que asco, no, a mí me gusta una especie de algoritmo, generar una cosa tantito distorsionada…” aclara Óscar para enseguida explicar la génesis de la aventura en lo desconocido. Primero se terminó con el escenario de África y las islas raras, luego entonces se colocó la aventura en América, después en el mar, cuando se saturó el mar, se fueron a otro mundo. Cuando se gastaron los planetas, o sea el espacio, comenzaron viajes en el tiempo. “¿Dónde podemos situar la aventura? Necesito lo desconocido para presentar lo inusitado…” Leyendo “Los amores difíciles”, cuenta Óscar quien se dice fanático de Calvino, descubrió que en los títulos de los cuentos “aventura de un fotógrafo”, “de un paseante” “de un oficinista” no encontraba la aventura por ningún lado, cosas muy simples, pero justamente en la sustancia de cada cuento se encontraba un hueco que no estaba ocupado: el de cotidianeidad más vulgar, donde sucede algo formidable. Un tipo sale de pasar la noche con una compañera de oficina y no encuentra a quien contárselo, él defiende su recuerdo, aun cuando el jefe le hace un recordatorio de trabajo por teléfono el tipo quería decir “y yo la acaricia con las manos y ella suspiraba”. La aventura es lo que hay contar pero “si no tengo donde demonios contarla lo que hago es distorsionar la realidad para crear ahí un hoyo nuevo, que aparezcan cosas que no estaban…” poner cosas que valgan la pena contar, por ejemplo: en Bellas Artes pintores que pinten con fuego, pintura india, la inauguración de una exposición que funcione bien en Bellas Artes, esa, dice Óscar, es una ucronía, o sea una reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder. Otra ucronía que nos cuenta el escritor sería que en México hubiera un museo del sexo, como el que existe en cualquier lugar del mundo, pero no en México. ¿Cómo podría ser este museo del sexo para que valiera la pena? “Primero se me ocurrió una fonoteca, cincuenta mil ruidos emitidos durante la relación coital que provoquen un paisaje sonoro verdaderamente excitante y luego unos estantes con vajillas francesas donde en el plato de la entrada haya una pareja en una banca de parque…” Óscar invento un museo. Continúa sobre sus ucronías “….me gustaría que hubiera una modista mexicana de la talla de Christian Dior, Oscar de la Renta, Givenchy, ¿por qué no?, ahora que todo mundo trae una marca por fuera, hasta los narcos traen su Polo grandote, pus que le llamen María López ¿por qué no María López?…” el tipo de ropa a inventar sería una ropa que permita el estampado laser, conseguir que el holograma se pueda poner en la tela, que adopte las formas del cuerpo, habría por ejemplo camisetas poéticas con el verso aquel de Carlos Becerra “vuela un ave al final de tu pecho” padrísimas para visualizar la imagen del poeta. Otra línea de camisas que ilustraran versos, otra línea para travestis, en la que se modifica la perspectiva, donde lo prominente se hace hundido, cosas así. Línea de corsetería “atrévete” que cambiara el sexo simplemente al meterse en un traje completo. Para toda esta inventiva “me eche mi investigación, tuve que rastrear los momentos más importantes de la moda…. ahí estaba Coco Channel que por fin consiguió que las mujeres se vistieran como hombres, los levi’s luego como el tercer momento de la revolución”. Todas estas ucronías se publicaron donde se dejaban hasta traspasar la realidad: “me querían dar una lana los del Palacio para que les consiguiera la exclusiva de la venta de esa ropa, me paso muchas veces, yo al principio no sabía bien que pasaba, sólo sabía que tenía que mentir, hacer parecer veraz lo inverosímil…” Doce años con la columna ucrónica y así Óscar aprendió lo que necesitaba: un narrador quien contara las historias, “no podía ser yo profesor universitario de filosofía de la que ya lleva tiempo salido”, mientras de la Borbolla era ayudante de Eduardo Nicol, cuenta, se le abrió la oportunidad de escribir y tuvo que inventarse una personalidad publica “… mi personaje principal, el que ahora les está dando esta plática, medio inocente, bonachón, disque culto, pícaro, compañeresco; un mexicano, pero como a mí me gustaría que fuera el mexicano, o sea no totalmente corrupto pero tampoco incorrupto… me invente ese personaje” Personaje que creció a la sombra de las ucronías. Cuando se propuso crear personajes enserio, descubrió que le gustaba la picaresca, los personajes canallas porque le servían para hacer denuncia del mundo en el que estamos. En “Nada es para tanto” tenía un prostituto, una prostituta, un narcotraficante, que algo tienen de antihéroes porque uno como lector no se puede proyectar en ellos, sobre todo con un Benito Correa un pobre miserable que se suicida o con Quintano el niño que a los ocho años ya capitaneaba una banda de robadores de supermercado y termina fingiendo ser el sobrino de uno de los capos más importantes en México, al que luego mata y se queda en su lugar… No hay manera de identificarse con ello. O el marinero que se la pasa todo el tiempo masturbándose frente a la claraboya viendo la costa en “V” cosa en la que ha reducido a las mujeres, única forma a la que vale la pena dirigirse, este tipo aficionado con las “V” fornica con una prostituta que no es “V” sino una “W” luego una “F” luego la “W” se vuelve “M” y de pronto “WWWWW” además este marinero tiene la fijación por matar a todos los filósofos, termina echando a todos al lago, entonces en México se dicen puras pendejadas porque mataron a todos los que pensaban. Todos estos personajes son detestables. “En fin creo que los héroes son aquellos en que nos proyectamos, que nos sirven un poco como emblema de nuestra propia vida, que sirven para sentirnos. Los antihéroes en cambio son aquellos que nos resultan detestables, yo defino sobretodo antihéroes” concluyó el escritor. Nos preguntamos si nuestros héroes- “dioses” dejaron de tener la estatura de los grandes portales del Partenón, ¿cuáles son las dimensiones ahora? Quizá la estatura de cualquier ser humano, no con la autoestima achaparrada sino engrandecida y plasmada sobre un enorme espectacular que nos cuestiona: ¿por qué no probar un refresco? O quizá la circunferencia de un “chicharito” puesto a rodar sobre campo verde tan verde como él para una gran masa de arroz blanco con pantallas chicas y grandes de Alta Definición (HD) donde lo High es lo más definitorio, donde embobados millones fueron testigos de un “cuento de hadas” donde un princesa lo mismo cruza la puerta de una gran Iglesia o Palacio Real, que la salida de emergencia de un antro en compañía de faranduleras norteamericanas igualmente “héroes” o “ebrias antihéroes” de esta modernidad con mosaico de época fragmentada, donde cada quien le rasca y busca más que por donde quiera, por donde puede.