Federico Díaz-Granados consagra esa vieja amistad e identificación cultural entre dos países que se hermanan en la cruel felicidad: una antología de ida y vuelta. Jóvenes, no tan jóvenes y maduros poetas. Jotamario Arbeláez, el camaján fraterno, lo dice así…
POETAS COLOMBO CUATES
JOTAMARIO ARBELÁEZ
En la Feria Internacional del Libro de Bogotá tuve el privilegio de presentar varios libros, uno de ellos el que pasaré a referenciar. Lo hago públicamente porque estos textos introductorios, escritos con emoción y devoción, suelen no pasar del oído de los asistentes a los eventos. Y si uno tiene una tribuna que el lector frecuenta, ¿por qué no hacerle el honor al libro de expandir su alcance? Si hay un renacimiento de la poesía editada hay que jugársela por que circule.
Debo confesar, antes de hablar de la antología de poesía joven colombo-mexicana preparada por Federico Díaz-Granados, e impulsada por nuestro embajador y poeta Florencio Salazar Adame, que mi primer contacto con las cosas del mundo y de la poesía tuvo que ver con México a través de sus libros y películas, y por ello le debo tanto a Amado Nervo, autor de ‘La amada inmóvil’, como suelen ser todas ellas, y a Manuel Gutiérrez Nájera, autor de ‘Las novias pasadas son copas vacías’, como suelen terminar todas las copas, como a los laboratorios Churubusco Azteca, que me pusieron en contacto con Dolores del Río y Pedro Armendáriz, María Félix y Arturo de Córdoba, Elsa Aguirre y Jorge Negrete.
Puede ser que los poetas nombrados no fueran los mejores del mundo, pero por algo se empieza, como explica Gabo. Después llegaría a Paz y a Jaime Sabines y a Alí Chumacero, quien alivió de comas a Pedro Páramo, y al Buñuel de ‘Los olvidados’.
Era por entonces un joven con ínfulas de poeta, interesado por esa escuela del demonio, como consideraba por entonces la beatería las pistas de baile. Y camaján por añadidura. ¿Sabe lo que era un camaján en esa época? Un bailarín arrebatado de música mexicana y caribeña de los años 50. Su atuendo consistía de pantalones de bota angostísima con doblez estilo tarro y chaqueta de paño a cuadros con solapas anchas -como ancha era la pretina del pantalón por encima de la correa bien angosta- y cuyos bordes daban hasta cuatro dedos abajo del largo de la mano. Zapatos combinados y con puntera punteada, más una extra de suela en los tacones por aquello de la estatura.
El cabello, que formaba una bomba sobre la frente llamada ‘mota’, se apretaba con gomina en los parietales y se entrecruzaba en la perpendicular del occipital. Al caminar, oscilaba sus brazos por detrás del cuerpo y las puntas de los zapatos apuntaban hacia los lados. Su ídolo era Daniel Santos, quien en Cali tuvo un sosías, el cantante Tito Cortés, introductor de la yerba en el tablado de los artistas del ritmo.
El camaján, también llamado ‘pachuco’, era el preferido como chulo por las prostis de postín. Cada vez que se encontraba con alguien lo primero que expresaba era “uy, hermano”, oración heredada de los cómicos mexicanos Resortes y Clavillazo, que marcaban la tónica gracias a Churubusco Azteca. Su jerga impuso la palabra ‘legal’ como sinónimo de bueno, agradable. De allí armé en un arrebato iluminado mi frase famosa: “¿Qué necesidad hay de legalizar la marihuana, si la marihuana es ‘legal’?”, como parece que se les está olvidando a quienes siguen en la campaña. De todas maneras no se legalizó a tiempo, y miren en las que andamos metidos. No legalizar la droga es una manera indirecta de darle patente al narcotráfico, con la violencia que conlleva.
El hecho es que México fue definitivo en mi vida, así me critiquen por el machismo que aprendí de sus películas. Si me preguntaran cuál es el país que más amo aparte del propio, diría que México. Claro que si estuviera delante del embajador de Cuba diría que Cuba, como si estuviera delante al de los Estados Unidos diría que Venezuela.En México encontraron los poetas surrealistas franceses el surrealismo hirviendo en su propia magia. Les recomiendo los textos de Artaud y la reciente biografía de Leonora Carrington por Helena Poniatowska. Y en ese escenario que suceden las alucinantes escenas de Las enseñanzas de Don Juan. Para acentuar mi deuda de gratitud con México debo consignar que allí me fue publicada mi obra ‘Paños menores’, que con tanta fortuna me ha abierto tantos planes por el planeta. Este testimonio de afecto por la tradición cultural popular mexicana la refrenda con sus experiencias propias Federico Díaz-Granados en su prólogo esclarecedor. En verdad que seríamos otros, más pobres mental y culturalmente, si no nos hubiéramos asomado a Pedro Páramo y a La muerte de Artemio Cruz.
Podrá resultar que éstas mis sinceras palabras resulten un festival de alabanzas, pero no soy avaro con el elogio cuando se impone. México ha puesto en Colombia, en los últimos tiempos, un embajador que, amén de su impecable gestión diplomática, ha conquistado los círculos intelectuales con su actividad generosa, invitando poetas mexicanos a Colombia y colombianos a México, propiciando eventos y publicaciones, como la antología que esta noche se lanza a los cuatro vientos en esta Feria del Libro.
Del autor, Federico, podríamos decir que es el ejecutivo del año de la poesía, si la palabra ejecutivo no fuera tan sospechosa, casi tanto como las palabras año y poesía. Porque para la poesía no existe el tiempo. Desde su gabinete en la biblioteca del Gimnasio Moderno, entre verso y verso y entre tinto y tinto, despliega una actividad cultural sin antecedentes en ningún claustro. Todos los días hay talleres, lecturas de poesía, presentaciones de libros, espectáculos artísticos, proyección de películas. Homenajes consagratorios de poetas vivos y honores antes del entierro de poetas muertos.
Hace poco estuve en Montevideo y en un puesto de prensa encontré una antología de poesía joven de Uruguay y Colombia, compilada por quién iba a ser sino por Federico. Y ahora tenemos, la Antología de poesía contemporánea México y Colombia, donde participan 25 poetas jóvenes y representativos de cada país, que acaba de salir de la imprenta a la Feria y por lo tanto no hemos tenido aún oportunidad de saborear. Pero allí están nuestros jóvenes amigos de las dos latitudes. Que entraremos a conocer, convencidos de que deben estar allí porque confiamos en el olfato de Federico.
Tengo el convencimiento de que la poesía sana y salva. Que la poesía despierta, la poesía redime, la poesía reclama, la poesía maravilla. Qué otra cosa son los milagros de los taumaturgos sino poemas. Qué son sino poemas los tratados de paz con la tinta fresca. Qué sino un poema multitudinario es lo que acaba de hacer el poeta Javier Sicilia en la Plaza El Zócalo en ciudad de México, como protesta por el salvajismo que le arrebató a su hijo como a otros 37 mil hijos de sus papás. Centenares de miles de personas protestando en silencio. “Lo que vimos a partir de ese silencio fue la poesía en acto, en sentido de comunión, para decir ¡Ya basta!” dijo el poeta.
Si tantos puentes hay tendidos entre México y Colombia, este volumen lírico es un nuevo puente de integración, de hermanaje. Hermanados en el amor como en el dolor, en la pena como en la furia. Que viva México en Colombia como viva Colombia en México. Este libro de poesía hace que seamos un solo corazón contra las tormentas