Rosy Palau expone los motivos para pensar en la casualidad de este número, el 13, que apareció como despedida de dos queridos escritores: Tomás Segovia y Daniel Sada.
La Otra 13, la buena y mala suerte
Rosy Palau
En La Bella Durmiente, de los hermanos Grimm, la hija del rey quedó condenada a dormir cien años porque sus padres solo tenían doce platos de oro y así no pudieron invitar al hada número trece para celebrar el nacimiento de la hija.
Se preguntarán: Qué tiene que ver esto con el hecho de estar aquí presentando el ejemplar de la revista.
Pues eso. Que es la número 13.
Lo primero que me asaltó al saberlo, fue la superstición. Pensé en aquello que por costumbre, leyenda o mito, llevamos dentro de nosotros convertido en creencia.
Sin embargo esta superstición es occidental ya que en Oriente es considerado un número de buena suerte y como tengo la libertad de escoger, a esta última es a la que me acojo.
Pienso: sí, es una mala suerte que desaparezca un poeta de la talla de Tomás Segovia; pero no fue la fatalidad la que se lo llevó, sino el tiempo –que pertenece a la poesía y a los poetas- La premonición de quienes hacen esta revista, le ha brindado un homenaje al apuntarse a tiempo a despedirlo.
Tomás Segovia, el que según sus palabras no perteneció ni a un país ni a otro, ni a ningún grupo, generación, corriente literaria, ni nada parecido y que alguna vez comentó como una verdad muy simple : "Casi toda mi vida me he ganado la vida honestamente, o sea, no como escritor"
Ha muerto pues un poeta, màs nunca su poesía, la cual aseveró, nos hace màs humanos.
Ahora el azar, esa posibilidad de que un hecho ocurra sin que sepamos cómo, ha hecho de las suyas por dos razones.
Que precisamente el dìa de la muerte de Tomás, acabara yo de transcribir uno de sus poemas para incluirlo en una Antología que preparo sobre la Luna.
Que nunca pensé que habría de leerlo ahora en este sencillo pero sincero homenaje póstumo:
Luna De Verano
En esta calle a oscuras que boquea amordazada
Bajo el negro sofoco
Sólo la luna y yo
Marcho hacia ella y retrocede
Me quedo quieto y se detiene
Atónita y curiosa
Tan blanca tan redonda tan grande tan de hielo
En la espesa negrura amoratada
No sería creíble fuera de este momento
Pero en este rincón confuso
Tan ardorosamente extraviado
Tan lejos ella y yo de todos y de todo
Naufragados de un mundo irrecordable
Espiando mutuamente nuestros cursos
No pensamos en eso.
“La otra”, en principio, es de una calidad impecable.
Denota en su cuidado estético toda la experiencia que hay detrás de quienes toman muy en serio su trabajo, pero también de aquellos que piensan que es necesario un punto de encuentro en el que se brinde un espacio a la reflexión y por supuesto a la crítica.
Muestra de ello es la pluralidad de sus colaboradores.
Diversas vertientes con ideas que desembocan, en un solo fin: comprender no sòlo el hecho literario, sino a uno mismo, a los demás, y al mundo.
¿Pero por qué hacer una revista literaria, sobre todo en un país donde no se lee ni se vende poesía. Donde hemos sido testigos de la muerte de tantas?
No intento ponerlos pesimistas. Lo que quiero es llegar al punto que esclarece la pregunta, que ha sido planteada de muchas maneras, pero que al final se funde en un mismo significado.
Porque tal vez sea la manera de conservar la memoria de un tiempo, la huella de una existencia. Porque a través de ellas se va bosquejando un mapa de épocas, presagios o descubrimientos. Acaso porque alguien sueña haber inventado una forma para reinar sobre la muerte.
Yo viví la experiencia hace muchos años como parte de un grupo que editaba una hoja literaria que pudimos mantener en circulación algunos años, gracias a las aportaciones simbólicas, por puritita fe y màs que nada a la esperanza de ofrecer un lugar de encuentro para todos aquellos escritores anónimos y otros que no lo eran tanto, pero que buscaban la manera de que algún dìa, en alguna parte, fueran, leídos y quizá recordados.
Con el paso de los años, he podido comprender que lo más importante, la misión de una aventura como ésta, fue, es y será, la de ser capaces de mostrar que existe esa otra parte de la realidad que hace que miremos ahì, donde no se trata de creer que inventamos algo, sino de descubrir y descubrirnos, dándole un sentido a nuestra existencia.
No puedo dejar de mencionar que vivimos en un mundo donde cada vez se vuelve màs difícil dar un tono de certeza a lo que buscamos reconocer como arte, donde se ha pasado del asombro, del deslumbramiento que nos invita a la búsqueda, a la extrañeza de quedarnos solos frente a una tendencia que nos tiene presos en una idea de modernidad que quizá esté muy lejos de convertirse en algo de verdadera trascendencia.
Todo esto, creo yo, puede ser el resultado de que no hemos sido capaces, de formar los criterios que nos permitan no sòlo tener derecho a una libertad de expresión, sino a la responsabilidad de apoyar nuestras ideas, no en ese inestable estado de confort en el que nos ha colocado la relatividad, sino en fundamentos sólidos que hagan de la búsqueda de nuestra propia individualidad, el espejo donde otros puedan encontrarse.
No hace mucho, que tantos, sin otra academia que el tiempo que les dio la observación de sus días, establecieron con mucha màs claridad, lo que a nosotros por la prisa del mismo, nos tiene a veces tan confundidos.
Aprender a ver màs abajo, màs allá, esa es la verdadera enseñanza.
“La otra”, cuyo nombre me sugiere la metáfora de la continuación, de algo que siempre será, forma parte de ese universo de voces, de esa región de los que practican el ejercicio espiritual, ese constante diálogo con la ausencia, que no busca demostrar, sino mostrar el estado único, la consecuencia de un sueño, una fantasía, un constante regreso a cuestionarse los permanentes enigmas de nuestra vida.
Suma de aventuras individuales, donde parafraseando nuevamente a Tomás Segovia, “el poema no es lo que está escrito, sino lo que ocurre entre lo que está escrito y el lector” a lo cual agrego aplica para todas las disciplinas del arte.
Por último, si como dicen es verdad que cada quien es la causa de su suerte, si podemos ser capaces de adaptar las circunstancias a nuestros deseos, “La Otra” seguramente seguirá corriendo la fortuna de su permanencia.
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