Textos de los ganadores y merecedores de menciones honoríficas del concurso “La Poesía como una casa”, convocada por la Casa Silva de Poesía de Bogotá, este pasado 2011.
ACTA
Concurso Nacional
LA POESÍA COMO UNA CASA
Reunido en la fecha, el Jurado del Premio, “La Poesía como una Casa”, convocado por la Casa de Poesía Silva de Bogotá, decidió otorgar los siguientes premios y menciones:
Premios
Por unanimidad
• Hipótesis tardías, seudónimo Martín Vicuña, identificado con el número 0540
• Morada de niebla, seudónimo Luto, identificado con el número 0008
Por mayoría
• Refugio , seudónimo Leonard T. Blue, con el número 0595
• Donde está la vida, seudónimo el Inquilino , con el número 0028
• El falso llanto del granizo , seudónimo Ray Stromo, número 0208
Menciones
• Al final de la jornada , seudónimo Alejandro Montejo, con el número 0296
• Cuando el poema , seudónimo Lao, con el número 0116
• A Lino Hernández , seudónimo Roch, con el número 0871
• Círculo , seudónimo Celeste, con el número 0088
• Nietzsche era un mariachi en chapinero , seudónimo Raúl, con el número 0154
Los miembros del jurado consideramos que la convocatoria rebasó las expectativas, no sólo por la cantidad de participantes, sino por el elevado rango estético de premiados y mencionados.
POEMAS GANADORES
PREMIOS
# 0540
HIPÓTESIS TARDÍAS
Si mi casa estuviera hecha con palabras no me calcinaría el silencio,
la humedad y las grietas no serían más que metáforas del frío
que se alimenta con mis huesos.
Si mi morada fuera un poema tendría una fuente en la mitad del patio
y las monedas oxidadas por la memoria de tantos deseos perdidos
no hablarían en los bolsillos del hambre.
Si la argamasa de los muros estuviera hecha de aliento incontenible,
si las vocales llenaran las horas con ese humo que no asfixia,
sería difícil desprenderse del fuego,
alejarse cuando el crepitar se hace canto y la luz sube por la garganta:
no mediarían en la atmósfera los vocablos de la muerte,
no podría, como ahora, olvidar la manera de respirar.
Sandra Uribe.
Seudónimo Martín Vicuña
*****
# 008
MORADA DE NIEBLA
Paciente espera detrás de la puerta
viendo el paisaje de un largo corredor,
o atisba parapetada en el silencio
de unas habitaciones que rezuman
cantos y rondas infantiles de otras épocas,
o se acerca insegura como la hoja
que callada cae desde el almendro,
o surge de una caótica algarabía
de pequeños duendes que en la sala retozan,
o la acompaña un mar en calma que alberga
como en la tina que no había,
barcos de papel que al mojarse naufragan.
Su fuerza viene de aquí o de allá,
del gastado carbón que brasea en el anafe,
del aire o de los cielos que hacen
de la ventana una pintura inquieta.
Se hace añicos parece que partiera
como cuando se ausentan los hermanos
y ya los padres abandonan la partida.
O como un Big Bang del alma estalla,
se aturde ante el azar de las palabras,
los cimientos se quiebran
bajo el andamiaje de los versos.
Así la casa, así la poesía,
nos observan de lejos como
a extraños huéspedes “tocados”
que tiemblan en la espera
a que la poesía, como la casa,
reticente y posible,
espabile los ojos de un niño extraviado.
Rafael Escobar de Andreis
Seudónimo: Luto
*****
# 0595
REFUGIO
I
Por mis fantasmas acechado, llego hasta el libro, acechado por mis fantasmas.
Abro nervioso una página, buscando una palabra, una clave, un talismán,
una migaja dejada caer por un poeta en el bosque de la noche,
al fondo de la noche, para iluminar la noche,
para indicar senderos que sólo indican senderos
hacia allá, donde perdiéndonos, nos encontramos:
La lectura.
(Una fragata para tierras lejanas, una cabaña con leña seca, la máscara que talla, lentamente, nuestro rostro)
Los acentos me descubren y me ocultan,
Son capaces de rasgar mi carne y rozar el borde de mis labios.
Quedo impregnado de sintaxis,
Menos solo, al fin,
Como quien construye una caricia.
Como quien siente que las lágrimas han hecho su labor redentora,
como quien cree, quiere creer que cree, que ha encontrado el adjetivo perfecto.
II
Las palabras no son mías, pero ahora -por un instante- también
me pertenecen.
El ritmo me hala la camisa
Y me lleva, bordando las esquinas con hilo de recuerdos.
No sé si salté por la ventana, o escalé por las líneas de una frase aventurera.
Ya no estoy solo,
es cierto.
Los gatos son versos con cola y bigotes, susurrando sinuosos al oído de la noche:
Una casa de palabras es un manantial que fluye desde el corazón.
III
Tenemos una serie de surcos en nuestra piel de vinilo, para que pase la aguja de las canciones que nos hacen llorar.
Pero además, tenemos una serie de puertas y ventanas,
Un recoveco de afectos impresos por ambas caras,
Un salón donde entra la luz de las tinieblas y el abismo,
Unos brazos abiertos para guardar en su memoria los poemas que nos definen,
Siempre cambiantes,
Siempre de paso,
Siempre mariposas,
Siempre murciélagos.
IV
Una sílaba me cobija en un frío rincón
El papel me acoge entre sus pliegues
Ruedo por una de las vocales de tu nombre.
Capturas el instante con un juego de espejos:
Al otro lado del tiempo, mis ojos se cierran y mi espíritu se eleva ante el aroma
De tu piel.
Te leo,
Me habitas,
Te habito.
Enrique Trujillo
Seudónimo Leonard T. Blue
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# 0028
DONDE ESTÁ LA VIDA
En esta casa
donde cambian de sitio las memorias
cada palabra es aleteo del insomnio
un canto una meditación un quejido
que vienen del silencio.
El color de la luz es cada hora diferente
y si el viento se asoma a las ventanas
es otra la sombra de todos los mortales
otro es el gato que sube a los tejados
o el perro que ladra ante la puerta.
Alguien golpea
como buscando lugar a su tristeza
un sitio a la alegría
una página en blanco
la pantalla de algún ordenador
luz que se enciende con el tacto
música grave
que de lo profundo llega
Se abre la puerta
y uno por uno entran los vocablos
se instalan en una habitación
como poniendo en su lugar los muebles
y se encuentran las luces y las sombras
como puertos celestes.
Entran
sonidos que ascienden o descienden
por el pentragrama
se posan en la página
letras que salen del lápiz o el teclado
y caminan mirándose a los ojos
acomodan sus voces y sus tonos
auscultan los rincones
se ubican en el patio o en la sala
y saben que ahí está su casa
donde cada palabra y cada gesto
a todos nos reúne
como en última cena.
Con todos los vocablos
– dóciles ecos de la luz -1
oímos el canto de los pájaros
que rasgan el aire como un chelo
o gritan como un violín que rompe el arco.
Se oyen de una pared a otra
caminan del corredor a la cocina
habitan esta casa
donde la vida pasa breve
tomada de la mano con la muerte.
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1 Armando Rojas Guardia
Luz Mary Giraldo
Seudónimo El inquilino
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# 0208
EL FALSO LLANTO DEL GRANIZO
I
Me enamoré alguna vez de una mujer con los pechos recién ungidos
Era el tiempo de la guerra
Ella recogía esparto
en estaciones violentas
y yo veía crecer dos o tres caídos sobre la hondura del agua
La noche en que durmió el búho cetrero
un estruendo levantó las tapias
y la trepadora
que ascendía hasta los tejados
dejó su rastro a los pies de las bisagras
Nuestra casa
una pluma en la memoria
¿Con qué adobe está hecha su voz
que aún se oye
por el derruido cielo raso?
II
Es la lágrima del ángel que se hunde entre las losas
o son los muslos de la muerte trenzando su sudario
Hay un latido sordo
un galope súbito en los azulejos del alma
¿Bajo qué baldosa ofendida
encontrar su eco de ceniza y espanto?
III
Me enamoré alguna vez de una mujer con los pechos recién ungidos en tiempos de guerra
Su piel de araucaria se vino abajo
con los muros que construimos
Mientras veía desatarse
el indómito fuego
y el falso llanto
del granizo
Helman Giovanni Pardo L.
Seudónimo Ray Stromo
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MENCIONES
# 0296
AL FINAL DE LA JORNADA
Casi al final de la jornada mi padre venía
y se sentaba a la mesa,
y luego nos sentábamos nosotros, uno a uno,
en el verde-olivo de sus ojos.
Y la risa de mi madre desde la cocina
era como una canción humeante.
Una canción que llenaba
los estrechos corredores de las habitaciones;
que trepaba por las paredes blancas de la casa
hasta hacerse con la noche murmullo,
susurro triste entre los árboles
que vigilaban el patio.
Recuerdo por ese breve momento
aquellas migas de luz,
aquella paz aligerando el peso
de la pobreza sobre nuestros hombros.
Y entonces seguíamos, tan juntos seguíamos,
hasta el final de la jornada.
Justo Javier Gafaro Montejo
Seudónimo Alejandro Montejo
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# 0116
CUANDO EL POEMA
El mar que llevo dentro me separa del mar.
Y si la oscura mirla se posa en la alambrada
otra es la cerca y otro es aquel pájaro
hechos enteramente de nostalgia.
La noche no es la noche,
es miedo, es embriaguez o pesadilla.
El amor no es presencia,
él es tan solo aroma de inestable mañana.
Pero cuando te nombro, oh mar, en poesía,
cuando como a horcajadas de cabello salvaje
llega hasta mí la noche en la palabra noche,
cuando el amor, el pájaro, la soledad y el árbol,
cuando el poema,
allí el mundo me habita
y yo habito el mundo
como a mi propia casa.
Luis Alfonso Otálora Bonilla
Seudónimo Lao
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Y LA CASA OLVIDÓ LA NOCHE….
A Lino Hernández
Y la casa olvidó la noche.
La madrugada llegaba con el aire gris, que limpiaba la sangre de los espejos.
Mientras que en cada árbol, un pájaro despertaba.
La casa del pueblo.
Papá, mamá, hijos, nietos… en un solo olor de madera.
Atrás un corral, las vacas, y de nuevo la tierra.
La casa.
El viento que danzaba bajo el sol, jugando con los niños.
El centro del principio.
El lugar de todos los lugares.
Más allá de los caminos, el frío y la lluvia.
No había gobierno para los caballos de la noche…
La abuela en la cocina.
Nosotros escuchando el estrepito de los platos…
La dulce fuerza de sus manos.
Luego sentados en la larga mesa, junto a los caballos.
Y un viento nos sacudía, diciéndonos…
Que la eternidad… ya había comenzado.
Margareth Ríos Hernández
Seudónimo Roch
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# 0088
CÍRCULO
en cada espacio de la casa un pedazo de mí
algo
en el umbral del día
corre abismado
mientras me oculto de la noche bajo el techo blanco
María José Losada Vargas
Seudónimo Celeste
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#0154
NIETZSCHE ERA UN MARIACHI EN CHAPINERO, ACUÉRDESE
a mi padre por supuesto
la poesía perdió prestigio cuando abandonó la casa de mi padre
la casa de mi padre perdió a la poesía pero de hecho
ganó en independencia
fue entonces que se sublimizaron las metáforas
atraídas por el olor que alimenta un ajo crudo
y el poema pasó a ser su verdadero espacio
(no la noche en esta sala de recibo)
mi padre era un curador de insanos confundidos
que lavaba su cabello con sábila licuada para que
así renaciera un poco más en luna llena
las materas de helechos eran paso de corte en el pasillo
dando vuelta en la esquina cuando entraba el verano
el sol hurtaba con malévolo placer las flores deshojadas
de un patio despejado
después llegaban lluvias en los octubres turbios
en ráfagas de vientos que caían sobre las tejas blandas
donde lenguas de gatos limpiaban excrementos de murciélago
el agua resbalaba sin pausa en las cornisas
se entraba en la casa ahora iluminada
por patéticos rayos invisibles
la poesía perdió prestigió cuando abandonó la habitación
donde dormía mi padre
incólume en su oficio de fabricar palabras sublevadas
o al menos testimonios
o mínimo arengas maltratadas
la poesía abandonó el segundo piso de la casa de mi padre
donde detrás de cada puerta
se oficiaba un poema a mano alzada
la casa perdió la poesía pero ganó en poemas menos raros
pues mi padre escribía sobre teclados tristes
entre fotos del siglo diecinueve
que contemplaban impávidas los dedos de su cara
por eso se secaron las cisternas de los baños quizás
por estar un poco más que abandonadas
o el piso resbalaba en los dedos de los pies sin los zapatos
la poesía abandonó el estudio de la casa de mi padre
donde él había vivido mutilado por textos trasnochados
mientras expulsaba en sus humos asfixiados
los habanos de cuba
la casa perdió la poesía pero ganó el poema que es en verdad
su verdadero espacio
la poesía abandonó el cuarto de los huéspedes con sus malos placeres desolados
donde nadie dormía por temor a morir al día siguiente después del chocolate
la poesía dejó algunos nombres de ilustres personajes grabados
en ese anónimo cielorraso envejecido
que se cubría en el patio asediado por los perros
la poesía abandonó la habitación de mis hermanos donde el odio
era espuma sangrienta por la boca
ellos no se dieron cuenta pues andaban cazando los ratones
que huían del veneno amanzanado
ingrávido en los estantes de la biblioteca
la casa perdió la poesía pero ganó en volúmenes de ensayos metafísicos
con un Nietzsche sonámbulo debajo de su sombra en medio de los libros
abiertos en la herida
(Nietzsche jamás durmió en aquella casa)
la poesía abandonó la sala de recibo de la casa de mi padre
donde había una escopeta con dos tiros
vertida en las entrañas de un florero para que nadie escuchara tan de cerca
la música asesina de los pianos de cola
la casa perdió la poesía pero recuperó sin duda los sueños no dormidos
y el tedio jorobado de mi padre hastiado de escribir porque el epíteto
lo había convertido en un hombre cotidiano
de modo que ya todo el mundo en esa casa era escritor de poemas sin poesía
o era la poesía que no necesitaba del poema
la poesía abandonó la esencia de la imagen que se traga la luz a través de la ventana
donde se abrían los miedos después de medianoche
la poesía abandonó la claraboya del pasillo un día en que no salió el sol
y fue cuando mi padre empezó a perder la visita sin fiebres sintomáticas
por tanta ropa sucia atrapada en los armarios
fue entonces que el glaucoma se le rio en la cara
acomodado en el anacrónico ropero
la casa perdió la poesía pero aún así recuperó la luz de un nuevo día
porque quizás la poesía no necesitaba del poema
la poesía abandonó las camas empotradas de antiguos coitos genealógicos
la casa perdió la poesía pero se creció en herencias que mantienen su riqueza en el poema
la poesía abandono la casa de mi padre la noche en que yo nací con un trauma severo
doliendo el omoplato como un putas
la casa perdió la poesía y se quedó conmigo
para que cada día entronice su desmedida ansia protagónica
la casa perdió la poesía pero yo me quedé para siempre en el poema
me quedé con el índice que revuelve este whisky de mi padre bohemio
en mangas de camisa
sin corbata
yo me quedé con sus libros y su música
con sus habitaciones
con sus medias de lana
su pipa y su pijama
yo me quedé con su almohada
donde noche tras noche anido mi cabeza
y leo sin leer ese inmenso poema que es la casa
para deletrear su nombre Poesía
sólo para que ella se acueste a mi derecha
me ame sin amor
sin palabras de odio
sin sueños criminales.
Raúl Flórez Jaimes
Seudónimo Raúl
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