Yo es otro en los zapatos del otro
José Ángel Leyva
Para Javier Sicilia
Si algo sabe Yago es romper los vínculos que unen al uno con el otro. Conoce bien las debilidades de Otelo y las virtudes de Desdémona, su mujer. Otelo es incapaz de confiar en sí mismo, lo traicionan los celos, la desconfianza, la insidia y el veneno de Yago que lo empujan al crimen y al suicidio.
La sociedad latinoamericana, pero en particular la mexicana está ahora secuestrada por la sospecha y la falta de credibilidad en sí misma. Se repiten los linchamientos, a veces equivocados, de supuestos delincuentes, porque nadie cree en un sistema de justicia, puede más el impulso y el ánimo de venganza que la credibilidad en sí mismo. En la tragedia de Otelo, son los celos, pero sobre todo es la intriga de un personaje que ambiciona el control y el poder sobre los demás, sin importar la vida de los otros, y posiblemente tampoco la propia.
La situación geográfica de México sería envidiable si su relación con los vecinos del norte fuera de respeto y mutuo apoyo, pero somos conscientes de que no es así. Para estar bien con el gigante habría que aceptar la sumisión y la incondicionalidad, la servidumbre, no ser nosotros sino ser ellos. La identidad y la pertenencia tienen un precio; la vida de los mexicanos, su sangre, vale poco o nada. El tráfico de armas, el gran mercado negro de estupefacientes que representa la economía más grande del mundo, la mutua desconfianza, son oscuras fuerzas que cierran o abren la frontera para sembrar la muerte y la crueldad del lado mexicano. Yago realiza su labor entre las sombras, pero la sociedad mexicana es víctima de sus propias deficiencias y debilidades, la corrupción, la impunidad, la indolencia, la falta de voluntad son caldo de cultivo para el crimen organizado y la política a sueldo.
El clamor del poeta Javier Sicilia en su Movimiento por la Paz con Justifica y Dignidad, o en la campaña “En los zapatos del otro”, demanda la recuperación del tejido social, la solidaridad, la unión, el compromiso ciudadano para ser el otro, el yo de un nosotros. Cada acto de injusticia cometido contra alguien debe vivirse como un agravio a un nosotros. El perverso Yago no puede triunfar en una colectividad segura de sí misma, justa, capaz de indignarse y de exigir respeto a las leyes, capaz de ver, oír y sentir por sí mismo y por el otro.
“En los zapatos del otro” es una campaña de un grupo de actores y personajes públicos que pretende no sólo conmover sino concientizar a cada mexicano de la urgencia de reconocer, en primer término, una realidad que es una tragedia nacional. Hay una negación de la verdad en una buena parte de la sociedad, como si decenas de crímenes y actos demenciales no fuesen parte de nuestra cotidianidad y nuestro dolor. El sufrimiento, la destrucción y los asesinatos se viven como estadísticas, simples números que ascienden como llamaradas abstractas en las pantallas de los televisores. El reconocimiento de la verdad es el primer paso para tomar conciencia del mal que nos aqueja. La ciudadanía es inexistente, tal como lo decimos en un próximo número de revista UIC, de la toma de decisiones, de la indignación, del manejo de un país cuya riqueza está concentrada en unas cuantas familias, de la ley, de la justicia.
La cultura, no como la manifestación de las bellas artes, sino como el ser y el hacer de una sociedad padece la gangrena de la sospecha y la falta de confianza en uno y en los otros. Somos nuestros propios enemigos y eso nos está matando. El individualismo prevalece bajo el grito de “sálvese quien pueda”. La descomposición pasa por sectores que supondríamos las conciencias morales, los referentes éticos. Los intelectuales y los escritores están dominados por esa misma lógica de la ganancia y la prebenda al costo que sea. No son pocos los escándalos que vuelven poco confiables los mecanismos, los procedimientos y los dictámenes para conceder apoyos o premios a los creadores o a los académicos. La noción del héroe individual que refería Rubén Bonifaz Nuño para elevar la miseria humana al rango de la dignidad languidece ante esa praxis de ambiciones sin escrúpulos. No se puede esperar un mañana para obras y autores que no creen ni esperan justicia.
Que sean pues actores y artistas los que nos llamen a ponernos en los zapatos del otro es un bálsamo en medio de tanta desolación y desaliento. El otro es yo, es nosotros.
José Ángel Leyva
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