Nicanor Parra, ya no tiene tiempo para leer a Cervantes, ni para viajar a España a recibir el Premio, sólo piensa en el “ser o no ser” de Shakespeare y en que toda solemnidad es tonta. Jaime Quezada sintetiza la ceremonia en una hoja de Parra.
Jaime Quezada
NICANOR PARRA Y EL “DISCURSO” DEL PREMIO CERVANTES
El mundo literario iberoamericano esperaba con expectación, y no oculta curiosidad, la presencia de Nicanor Parra en la ceremonia oficial y real de la entrega del Premio Cervantes 2012 el pasado lunes 23 de abril. Y, por sobre todo, el discurso de agradecimiento que el antipoeta chileno diría en tan solemne y ritual ocasión. Y nada menos que en presencia del Rey de España y en el mismísimo paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares de tanta tradicional relevancia cervantina.
Sin embargo, y en definitiva, ni Parra fue, ni fue el Rey, aunque reyes ambos. La negativa de uno a los viajes aéreos –“un viejo de noventa y más años no debe y ni puede subirse a un avión”, dijo Nicanor. Y las circunstancias y aventuras elefantinas, en el otro, su Alteza Real: “fue un error, no volverá a ocurrir”, dijo, reconociendo públicamente su cacería africana. Al fin y al cabo, acciones de arte y de vida, por cierto, propias y muy propias del ser y del hacer del uno y del otro.Así, entonces, la antipoesía ya estaba dando sus propias universales lecciones. “Se acabó el engolamiento”, había dicho Parra. “Hay que modernizar esta ceremonia”. Y así fue. Nuestro criollo y chillanejo Nicanor Parra pasó, en gloria y majestad, a ser el Rey en su pompa y circunstancia. Después de todo era el homenajeado y, a su vez, protagonista de tan solemne y seria ceremonia. “Toda seriedad es cómica”, reafirmaría el antipoeta.
Y, a su vez, y de otra manera ¿cómo se entiende una vieja máquina de escribir –una Underwood o la máquina del tiempo, como la llamó Parra-, comprada, acaso, a última hora a un anticuario en El Rastro madrileño, y puesta allí en un sitio especial, entre pendones académicos y muy vigilada y protegida por elegantes guardias reales? Cosas de Nicanor, sin duda. Alterar el territorio de la escena y desde la escena misma, porque ese es uno de los fines de la antipoesía: mantener en vilo al auditorio. Entonces, queriéndolo o no, Parra estaba ahí, cuerpo y alma en un objeto, aun estando tranquilamente a esa hora mirando el mar en su lugar de Las Cruces de Chile.
¿Y el discurso? Bueno, quedó pendiente: “Mi abuelo me ha encargado que pida prórroga de mínimo un año. Del 23 de abril del año 2012 al 23 de abril de 2013, para sí poder pergeñar un discurso medianamente plausible”, dijo el joven nieto de Nicanor, con la gallardía de un príncipe y en presencia real de otro Príncipe, el de Asturias. Parra entraba entonces como quien dice pidiendo excusas para sorpresa y acaso incomodidades de un tan circunspecto y docto público asistente a la ceremonia. “Yo demoro seis meses en armar un discurso que se lee en 45 minutos y que parece que estuviera improvisado”, agregaba Nicanor en su mensaje, “toda vez que Don Quijote no cabe en un fin de semana”.
Y aquí queda de manifiesto un Nicanor Parra en lo mejor de sus dialécticas y sus contradicciones. A decir verdad, Parra tuvo por lo menos cinco meses, desde que se anunció el Premio Cervantes en noviembre de 2011, para pensar y preparar y escribir su discurso. Claro, pero la máquina del tiempo le falló, o lo “pilló” rodeado de cuántas ediciones de Don Quijote tuvo a la vista y a su lectura. Agréguese aquel fin de semana con un Rey viviendo su aventura cazadora en un continente africano más el malogrado asunto –para España- de las expropiaciones petroleras argentinas en este otro continente. Circunstancias que hicieron, sin duda, alterar el presunto “discurso” que Parra bien preparaba y, al final, desistir definitivamente de él. Y, acaso con nostalgia en la retirada, dejar de lado una letra de tango –madre hay una sola- con la cual pensaba, de seguro, latinoamericanizar a la Madre patria y nada menos que en compañía gardeliana con el Ingenioso Hidalgo.
Así las cosas, Parra dejó de lado el proyecto “discurso”, y como don Quijote no cabe en un fin de semana, salió brillante y audazmente del paso preparando una propia antología-discurso. Y esto es aquí revelador, para sorpresa y admiración no solo de aquel docto público de Alcalá de Henares, sino también para los lectores todos de Parra, pues queda de manifiesto que Soliloquio del individuo, por ejemplo, o Autorretrato o el Hombre imaginario parecieran ser, al menos en esta ocasión, sus poemas y antipoemas preferidos y para siempre permanentes en su obra.
El antipoeta, puesto en el trance de ser “el fulano de tal que tiene la palabra”, preparó así un texto antológico y lectural de doce páginas con casi todos sus registros imaginables: poemas, antipoemas, artefactos, avisos, frases, en fin, su propio y mismísimo arte de birlibirloque. Se diría que con el Discurso del Premio Cervantes 2012 –el discurso que está por escribirse-, o Discurso de Alcalá de Henares, mejor, Nicanor Parra inaugura, y a sus 97 años, una sorprendente nueva forma de relacionarse con su prójimo, con su otro, con su interlocutor en la lengua de Cervantes. Don Quijote lo habría aplaudido, y lo aplaudió.
Alcalá de Henares, abril, y 2012.
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