De “Mi casa se ha vuelto ave” son los poemas que este joven poeta nacido en Oaxaca y radicado en Durango expone a los lectores de La Otra.
Pablo M. Antúnez
Es autor de los títulos “El amor es una bestia sin huesos” (2008) y “Mi casa se ha vuelto ave” (2011). Varias revistas han publicado sus obras, entre ellas, la revista del Instituto Nacional de Bellas Artes de la Ciudad de México; Replicante de Guadalajara, México; Gavia de la Universidad de José de Caldas de Bogotá, Colombia; Paralelo 30 (Portugal-Brasil); la revista trilingüe ILA-To de la fundación Cross-over y muchas más. Poemas de él han sido traducidos a otros idiomas.
MÁS AZUL QUE TODOS LOS CIELOS JUNTOS
I
yo tuve un abuelo
que predicaba su muerte con un violín
por las avenidas de mi infancia
un día
cuando mi cielo estaba más azul que todos los cielos juntos
mi abuelo se cansó de mirar a los pájaros pardos
que sólo él veía con sus ojos de abuelo
la vejez
-esa rabia telúrica de los mortales-
le injertó demasiadas fantasmas a sus ojos
y fue la flecha más inhumana para mi niñez
llevar su nombre bajo la piel no es fácil
despertar cada mañana
sin la bofetada de su voz caliente
es resignarse a vivir de rodillas
sin su música
II
hay un calabozo de resignaciones que calcina poco a poco
mis pies y manos
¿qué duda cabe en la fe
cuando Dios nos asigna un punto en el tiempo sin derecho a elegir
siquiera nuestra propia tragedia?
ni hablar
mi abuelo me enseñó a masticar la lluvia de la vida
dormir sobre la lumbre ciencia-fe
aunque la fe
es un volcán en erupción que nos traga
nos desnuda
y nos arroja lejos de sí
¡me ha dolido la piel estúpida!
como si la muerte se anidara en mi boca
como si preparara una nueva embestida desde mi costado
para arremeter contra mi abuelo
tal vez la lluvia de tulipanes que cae en las madrugadas
borre la herida
para no arrastrar al mundo
ni sus templos funerarios
tal vez la mirada de la orquídea más divina
me duerma despacio
para no sentir
cuando el paraíso ardiente
se arroje sobre mis costillas
III
abuelo
ya no hay pájaros pardos
se han ido contigo
ya no buscaré la otra cara de la lluvia
ni las ciudades levantadas por los jejenes
ya no hay agua
que no sea imagen de tu patria
mar de angustia o sal de muerte
hoy
sólo tienes conciertos y miradas para Dios
nadie se arrastra en tu pozo de ausencia
si acaso tu violín
no es suficiente ser artesano de la mentira
para borrar tu música o tu rostro
abuelo
alguien te ha retratado
una lluvia
una orquídea
un ángel
alguien que te sabe masticar en mi memoria
renunciaré ser el adán sin costilla
quizá no tiene importancia serlo
hay otras locuras
caos que calan más en esta tierra prometida de la biblia
el olvido de Dios
puede ser más penetrante
que todos los abismos imaginados
tu ausencia es muy ancha
y aunque una reliquia divina me arrulla
el tiempo rueda quedito sobre mi pecho
pequeño animal
que me cura el rostro de la soledad
agua loca que me traga
cuando olvido la carne hecha polvo
en esta tierra petrificada por los ángeles justicieros
y tu sinfonía
esa música que dejaste en tu aposento
y luego
arrancaste mis orejas
debe ser enterrada en la última casa del cielo
tus manos sobre mis hombros
y tu sonrisa de abuelo
que ya es risa de muerte
deben ser incineradas junto al vino del olvido
abuelo
debo construir un altar para tu escapulario
la insignia de tu rostro
ahora será el rostro fúnebre de tu fe
lo sé lo sé
cada invierno tendré que añadirle un ladrillo
abuelo
desde que te fuiste
¡cuántas melodías se han entonado!
todas llanas todas iguales
todas negras e inútiles
¡cuántas aves han volado!
todas sucias
y sin cabeza
los versos de la biblia
que tus anteojos recitaron
ahora son
escondites de tus días
¡oh! Dios
y tus miradas
en aquellas ventanas
yo tendré que romperlas con mis lágrimas
¿en cuál jardín me dormiré ahora?
¿en cuál ciudad construiré mi cabaña?
¿en qué avenida sembraré el rosal que me dejaste
para no escuchar más tu música
que como un temblor rabioso
ahuyenta mi paz angelical?
tu recuerdo de abuelo me aprisiona
en esta cuenca feroz de la lluvia
y no hay barca
IV
abuelo
mi abuelo
amigo
hermano
de rodillas llegué hasta tu tumba
y arden las casas de papel que ya son noticias
que se desenrollan poco a poco en mis pupilas
las promesas se levantan en gesto de oración
sobre los arrecifes del dolor
las penas en manadas se arrojan sobre mi rostro
y me encajan sus garras hasta mis huesos
¡ay! ¡ay!
cómo muerden las espinas de tu ausencia
ésas espinas me odian demasiado
los girasoles en huelga marchan en tu jardín
y los claveles
almuerzan tus recuerdos
las aguas
te preparan el último adiós
con las miradas de un Cristo crucificado.
Primer capítulo del libro “Mi casa se ha vuelto ave”, colección “Textos para leer en las plazas (Instituto de Cultura de Durango, 2011)