Christopher Domínguez Michael (México, 1962). La crítica en el gallinero mexicano

christopher-dominguezEntrevistado por el escritor dominicano Basilio Belliard, el crítico mexicano responde con franqueza cada una de sus preguntas que intentan confrontarlo con la comunidad que critica, incluye o excluye.

 

 

 

Entrevista a Christopher Domínguez Michael
La crítica en el gallinero

  Basilio Belliard

basilio-belliard
Basilio Belliard

 

Discípulo aventajado de Octavio Paz y hoy día una de las figuras más emblemáticas, no por polémica, de la crítica literaria en México, la personalidad intelectual de Christopher Domínguez Michael parece edificar un imperio en la vida cultural, literaria e intelectual en la patria azteca pospaciana. Por su vasta cultura en materia de historia de las ideas y de las religiones, su figura crítica parece asumir la del prototipo del auténtico crítico literario a secas, capaz de navegar en los meandros de todos los géneros literarios. Despertó el “gallinero” mexicano con su polémico y personal Diccionario de Literatura Mexicana, lo que le colocó en el centro del torbellino cultural por sus ideas, exclusiones, inclusiones y juicios críticos. Ensalsado por unos y vilipendiado por otros, lo cierto es que su mentalidad heterodoxa, su librepensamiento y su prosa documental, lúdica y vertiginosa, lo hacen ser uno de los más relevantes críticos y ensayistas de Hispanoamérica del momento actual. Ex miembro del Consejo Editorial de la revista Vuelta y actualmente de Letras Libres, Domínguez Michael responde, con firmeza, gracia y conocimiento, preguntas cruciales sobre teoría y crítica literarias, sobre las letras en México y una serie de temas de gran interés y actualidad. 

christopher-dominguez
Christopher Domínguez

 BB. He observado que en México impera una tradición moderna de una crítica práctica, como diría Edward W. Said, es decir, una crítica que se encuentra en el periodismo literario y que se expresa en revistas literarias y reseñas de libros, como por ejemplo la cultura que impusieron las revistas Plural, Vuelta y ahora Letras libres, frente a la crítica académica, universitaria, que pienso tuvo como fundador a Octavio Paz y como continuadores a ti, Adolfo Castañón, Aurelio Asiain, Guillermo Sheridan, Alejandro Rossi, Gabriel Zaid y José Emilio Pacheco. Hablo, por supuesto, de los integrantes de Vuelta, fundamentalmente. ¿Tengo razón? Ha vencido la crítica periodística a la crítica académica, la cual casi no se oye ni se siente fuera del ámbito mexicano?

CD: Algunos de los escritores que mencionas son académicos y muy ilustres (como Rossi y como Sheridan). Todos, creo, nos definimos como prosistas y ensayistas y formamos parte de la tradición de las revistas literarias que en México es muy fuerte y se remonta al otro principio de siglo. El problema no es la crítica académica (la hay y magnífica) sino las ideologías teóricas que secuestraron el pensamiento literario en los años sesenta y setenta y se han ido retirando. Si México es visto desde fuera como un refugio ecológico o una reservación de ensayistas que se reconocen en la tradición de Alfonso Reyes, de Pedro Henríquez Ureña, de Jorge Cuesta, de Octavio Paz, tanto mejor. Eso quiere decir que hemos hecho bien nuestro trabajo.

BB: Leyendo tu estupendo, valiente y enjundioso Diccionario crítico de la literatura mexicana (1955-2005), percibo que hay autores a quienes le dedicas pocas páginas, como a Alfonso Reyes (2 páginas), y a otros desconocidos, como a Héctor Manjarrez, más (19 páginas). ¿A qué se debe? ¿A qué Reyes ya no tiene la relevancia que tuvo o a una afinidad afectiva y electiva, en la que ha triunfado Paz?

CD: El Diccionario es, en buena medida, una colección de ensayos personales que expresa mi evolución intelectual; la extensión de las entradas de un autor o de otro no tiene ninguna relación con su importancia histórica o peso intelectual.
     El tamaño se debe a las condiciones en que escribí los textos: a veces son fragmentos de libros, otras reseñas o ensayos de mayor aliento. Es una antología personal. Sobre Reyes he escrito mucho; me pareció suficiente escoger sólo un fragmento que lleve al lector, si cabe, a otros de mis libros, como “Tiros en concierto” (1997) donde hablo con cierta profusión de los ateneístas. Por otro lado me da gusto que el Diccionario sirva para dar a conocer fuera de México escritores que merecen, en mi opinión, la lectura del resto de los hispanoamericanos.
      La historia literaria, por otro lado, es plural, expresa grupos y movimientos, sensibilidades que se disputan, sin anularse unas otras, la vida intelectual. Reyes no ha dejado del todo su lugar para que lo ocupe Paz. Son estilos a veces antagónicos y a veces complementarios. Y hay una continuidad ensayística entre “El deslinde”, de Reyes y “El arco y la lira”, de Paz, por ejemplo.

 BB. ¿Qué lugar ocupa en tu sensibilidad mi compatriota, el maestro Pedro Henríquez Ureña, quien fundó el Ateneo de la  Juventud en México, y a quien le decían el Sócrates, los propios ateneístas? ¿Por qué es tan poco leído, de tan poca influencia en la crítica literaria actual, en los estudios filológicos y lingüísticos y es más considerado como un maestro que como un escritor, a pesar de los elogios que le profesan Sábato, Borges y Reyes, hasta el punto de que no se le incluye como uno de los fundadores del ensayo hispanoamericano? ¿A qué se debe ese olvido y esa postración?

CD: A Henríquez Ureña lo tengo en mi biblioteca donde está la literatura mexicana, junto a Reyes y a Vasconcelos. Si a veces se lo olvida, en México, debe ser por su exceso de familiaridad, lo cual no es una disculpa sino una explicación. Es demasiado cercano.

 BB: Al leer tus libros, Christopher, veo que predomina más el historiador de las ideas y de la religión, que el teórico de la literatura, pues no asumes ninguna tendencia teórica ni tampoco un método crítico. Es decir, no observo ni al estructuralismo, ni a la semiótica, ni a la deconstrucción, ni al marxismo…, sino a un escritor con un estilo libre, personal, desenfadado, más a un novelista que a un poeta, aun cuando hay frases y oraciones definitivamente poéticas. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

CD:   Es cuestión de carácter y de preferencias. No se me da la teoría ni creo que la función de la crítica sea postular métodos teóricos. Alcancé a formarme en el marxismo, un marxismo heterodoxo y a la luz de nuestros días, ciertamente terminal, y en ello se quedaron mis ambiciones teóricas. En este año se festejó el centenario de Paul Bénichou (de hecho escribí algo sobre él en “Letras Libres” del mes de julio de 2008) y me parece que ese historiador literario francés es un ejemplo de cómo se puede responder con claridad y rechazar a las disciplinas exteriores a la literatura que creyeron descifrarla considerándola algo distinto a lo que, en principio es: comunicación voluntaria y tendenciosa entre quien escribe y quien lee. Esa distancia frente a las teorías no quiere decir que uno se lírico en el sentido peyorativo de la palabra. Mi obra crítica tiene un carácter histórico, documental y no pocas veces (lo menciono como autocrítica) hasta historicista.

BB: Tu caso es asombroso como crítico literario por tu madurez, cultura enciclopédica y conocimiento de tantas novelas, poesía, teatro, ensayos, cuentos, a pesar de tu juventud. ¿Cómo lo lograste?

CD: Solamente he sido un lector y he tratado de leer lo que leyeron mis maestros, los que me miran desde los estantes de la biblioteca, críticos literarios como Edmund Wilson, Cyril Connolly, Gaston Bachelard, para hablar de los maestros de otra lengua. También leí con mucho provecho a Barthes y a Foucault y a algunos otros que parecerían ajenos a mi perfil o a mi no perfil teórico. Dicen mis críticos, que los tengo y muy virulentos, que me he limitado a glosar a esos autores. Si lo he hecho bien como escoliasta, me doy por satisfecho.

BB: Octavio Paz pasó de la poesía a la crítica y al ensayo y ese fenómeno se observa con ostensible facilidad porque su prosa ensayística es una prolongación de su poesía. Pero en ti, que no eres poeta sino narrador, ¿qué está más presente, la poesía o la novela, ya que eres autor de una novela?

CD: Novela es decir mucho. William Pesador es un relato de menos de 100 páginas, un accidente biográfico con una relación apenas íntimas con mi trabajo crítico.

BB:  ¿Te consideras más un ensayista que un crítico?

CD: Soy crítico literario y ensayista. Un verdadero crítico literario sólo se expresa mediante el ensayo, el centauro de los géneros como decía Reyes. ¿De qué otra forma podría expresarse?

BB: Pienso que estás en la tradición crítica de Sainte Beuve, quien con su método biográfico y sus retratos literarios, dominó una época de la crítica oficial en Francia, y quien penetraba en la psicología de los autores. ¿Te consideras un Sainte Beuve mexicano?

CD: Para ser un Sainte Beuve me falta todo. Es como si un poeta quisiera ser John Milton o Jon Donne o Baudelaire. Me falta, además, todo el siglo XIX y, cosa muy importante, el gorro de dormir. Me identificó, eso sí, con los ensayistas y críticos hispanoamericanos que se educaron leyendo a Sainte Beuve, como don Baldomero Sanín Cano o el chileno Alone. Supongo que comparto sus defectos y sus manías.

BB. ¿Tiene en planes volver a la novela o incursionar en la poesía? ¿O temes a que los críticos apliquen venganza y se conviertan en críticos de tus creaciones?

CD: No, no tengo ganas de escribir una novela y nunca he escrito un poema y seguramente nunca lo haré. Tienen cierta razón los que dicen que la primera obligación de un crítico es no escribir malas novelas o mala poesía. Yo ya pequé una vez con William Pescador y espero no reincidir.

BB:  Al leer tu Diccionario, eres muy claro cuando dices que es a un tiempo una antología personal y un diccionario de autor, y sin embargo has encontrado tantos detractores en el gallinero mexicano. ¿A qué se debe esa reacción, casi siempre de los excluidos?

CD: Esta clase de libros son polémicos, muy polémicos Retratan a una literatura en movimiento, rica, multitudinaria y nada más natural que la vanidad herida por la omisión. E incluso en las críticas más viscerales y violentas he encontrado objeciones provechosas.

BB: ¿Te consideras un crítico francés o un crítico inglés que vive en México o un crítico iberoamericano?

CD: Me gustaría ser recordado como uno más de los eclécticos iberoamericanos.

BB: Me seduce mucho la crítica de Harold Bloom, el gran Buda de la crítica norteamericana, porque predomina el prosista, el escritor por encima del crítico, además por su vasta cultura como historiador de la religión, conocedor de la cábala, el psicoanálisis, el budismo y el misticismo. ¿Te pasa lo mismo que a mí?

CD: Bloom ha dado una gran batalla, en buena medida política, por el canon y hay que agradecérselo. Pero el mundo de Bloom me es en cierta medida ajeno: él cree que el mundo sólo está compuesto por sus estudiantes. Y sus opiniones sobre la literatura en español y en portugués son a menudo lamentables. Debió ahorrárselas: no agrega gran cosa y confunde un poco. Es un magnífico canonista de la lengua inglesa. Como escritor prefiero a su maestro Frye.

BB: ¿En qué corriente crítica te sitúas, cuáles son tus dioses críticos y qué piensas de la crítica académica?

CD: Admiro a Sainte Beuve, a Georg Brandes, a Mencken, a Connolly, a Clarín…
Son mis maestros y trato de imitarlos.

BB:  ¿Sobrevivirá la crítica fuera de las universidades, como dijo Harold Bloom, y como pienso que está sucediendo en México? ¿Sobrevivirá la crítica después de Barthes, Derrida, Soller, Kristeva, Foucault, Eco, Said, Bloom De Man, Frye, Genette, Richard o Trilling? ¿Están en crisis las nuevas tendencias críticas como las vanguardias literarias?

CD: La gran mayoría de los críticos literarios esenciales han sido profesores. Lo que no hubiera dado yo por ser alumno de Curtius o de Auerbach. Sainte-Beuve, por cierto, también fue profesor, en Suiza. Más bien es al revés: son poquísimos los críticos que no pasaron por la academia. Lo que se eclipsó fue un tipo de crítica académica, el postestructuralismo y sus derivados, lo que Bloom llama con genio la Escuela del Resentimiento, un grupo de escuelas que desnaturalizaron a la literatura mundial y que se han ido extinguiendo… Y la literatura moderna por definición es crítica, está en crisis. Y lo que pase en las universidades me interesa sociológicamente pero no creo que tenga mayor impacto sobre la literatura. Esa es la clase de cosa que les preocupa a los profesores y que alguien como yo, por no ser profesor de manera formal, escucha con asombro. Fuera y dentro de las universidades la crítica sobrevivirá. Faltaba menos. Donde persistan los lectores, deberá persistir la crítica. Nada se va a acabar.