Entrevista con Carlos Tello Macías

La revolución de los ricos
José Ángel Leyva
LeyvaHace unas semanas se presentó el libro La revolución de los ricos, de Carlos Tello Macías y Jorge Ibarra. Hará poco más de dos años hice una entrevista a Tello Macías a propósito de una fuga de divisas de México. El texto lo titulé precisamente así, con ese concepto que exhibe un plan de los poderosos para controlar el Estado y la sociedad. Desigualdad, pobreza, crimen, violencia, desgarramiento del tejido social.

 

Entrevista con Carlos Tello Macías
La revolución de los ricos
José Ángel Leyva

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Carlos Tello
Autor del libro Estado y desarrollo económico: México 1920-2006, Carlos Tello Macías es un personaje central en la vida política de México. Ha sido subsecretario de Hacienda y Crédito Público, secretario de Programación y Presupuesto, Director del Banco de México y embajador de diversos países. Tiene un doctorado por la Universidad de Cambridge y actualmente es profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y del Colegio de México.

“Huyeron del país 14 mil 650 millones de dólares, el equivalente al 63% de las reservas usadas para frenar la devaluación y más del doble de la inversión foránea que ingresó en el 2008”, es el encabezado de los diarios del 4 de junio, día en que nos reunimos con el doctor Tello Macías para realizar la entrevista. Iniciamos la charla en torno a este lamentable hecho –por decir lo menos– y entramos sin darnos cuenta en nuestro tema. ¿Qué hemos hecho en el país para que ocurran estas barbaridades que nos hunden más en la crisis? ¿Qué hay en marcha que no podemos frenar o no hemos querido modificar? El profesor universitario da inicio a su reflexión.

La revolución de los ricos tenía en esencia dos propósitos. Uno el de recuperar la participación de los ricos en el ingreso, que habían perdido hacía varias décadas. El otro propósito era que sus ideas sobre la marcha de la nación dominaran el futuro. O sea, recuperar dinero y que sus ideas prevalezcan sobre las ideas de los demás. Para ello era necesario conquistar el futuro, que sólo se podía hacer apoderándose de las universidades mexicanas. Es decir, hacer sus propias universidades e influir sobre las universidades existentes. Podemos observar como modelo o emblema al Tecnológico de Monterrey, que sólo estaba limitado a Nuevo León, y en pocos años se convirtió en una universidad nacional e internacional. La estrategia era: “Con mi universidad voy a entrenar a los gerentes del mañana, con mis ideas e intereses, con mi ideología –que viene de ideas y de diálogo, esencia del proceso enseñanza aprendizaje– voy a conquistar el futuro, porque el mañana está allí, en la formación de los nuevos ciudadanos y de los nuevos cuadros profesionales”. El crecimiento de las universidades privadas ha sido exponencial, mientras, el de las universidades públicas se ha detenido. Desde los años setenta, fuera de la universidad que fundó López Obrador, no se ha creado una más en el Valle de México… tampoco en las entidades federativas.
La conquista del futuro estribaba en la conquista de las universidades por la gente de dinero, por los ricos del país, para imponer teorías económicas, teorías del derecho, teorías sociales cercanas a los intereses de esas cuantas familias y grupos propietarios del capital mexicano, ideas de lo que ellos suponen debe ser México hoy, México mañana. El Consejo Coordinador Empresarial surge en México en 1975 como parte de un movimiento mundial. Hace pública su declaración de principios, que contiene la idea de lo que ellos consideran debe ser la marcha de la economía nacional, desde ese momento, 1975, se ponen a trabajar para conquistar el poder, el mañana. Con el ascenso del empresario Fox, quien así se reconoce, como empresario, llegan a la Presidencia, se hacen con ella. Luego viene el presidente Calderón a darle continuidad a esa conquista del Consejo Coordinador y del PAN. Eso no fue de un día para otro. Podemos ver ese proceso, ese mapa de la conquista del PAN en territorio nacional, desde Maquío Clautier en  Mazatlán, luego vinieron Durango, Ciudad Juárez, Tijuana, Baja California, Chihuahua, Nuevo León, Guanajuato, Querétaro, Morelos. Así conquistaron la Presidencia de la República; su punto de partida estuvo en esa declaración de principios de 1975. Algunas personas vieron esa acción, otras no se percataron, pero los resultados están a la vista.

Muchos mexicanos afirman que no hay proyecto de nación, que hay puntos de vista y posiciones ante la perspectiva del país, ante el porvenir, que como usted señala fue privatizado. Pero ¿el PRI y la izquierda mexicana tienen proyecto? Uno muy claro fue el del presidente Lázaro Cárdenas y otro el de su hijo Cuauhtémoc cuando encabezó el movimiento del Frente Democrático Nacional en 1988? ¿Qué opina al respecto?

Definitivamente hay proyectos de nación, y la revolución de los ricos atiende justamente a un proyecto muy claro, aunque seguramente no es incluyente. Mi libro Estado y desarrollo económico: México 1920-2006, se dedica a examinar justamente ese tema. Con respecto a la izquierda, si la definimos como la fuerza que actúa políticamente, es decir el PRD, tiene un proyecto de nación, sólo que en el área estrictamente económica tiene, en mi opinión, un proyecto muy lamentable, semejante al del PAN y al del PRI, por eso siempre hay unanimidad en la aprobación de todas las leyes. Se ponen muy contentos y orgullosos porque hay consenso y unanimidad a la hora de votar el presupuesto, que es el instrumento por excelencia de política económica. Uno se pregunta ¿por qué buscan la unanimidad?

Pero entonces ¿qué impide ponerse acuerdo en temas como la Reforma del Estado, si hay esas coincidencias?

En los últimos 30 años ha habido dos grandes reformas, la reforma política y la llamada reforma económica de carácter estructural. La primera buscó transitar hacia una sociedad democrática, liberal, representativa, con alto contenido de la experiencia occidental, europea y estadounidense. Entonces se comenzó a trabajar en el área estrictamente electoral… y se avanzó. Las elecciones de hace 30 años a las de hoy en día son distintas de manera sustantiva, pero no se avanzó en otros aspectos en la reforma política. Incluso nos quedamos sin perfeccionar la cuestión electoral. Hay por eso una campaña muy activa, abrumadora, que critica de manera drástica a la política y a los políticos, a los partidos, a los legisladores, y llama a no ir a votar o depositar el voto en blanco. Es muy preocupante porque se mueve con el falso argumento de que los ciudadanos deberíamos tomar el poder, pero el poder ciudadano está representado por los diputados y senadores, por los presidentes municipales, etcétera. El problema entonces es que la reforma política, en esta transición se quedó en el nivel electoral, y por eso hemos demorado tanto en esta transición.
La otra reforma fue la llamada económica estructural que descansó en dos aspectos, uno, disminuir hasta minimizar la participación del Estado en la economía. Se vendieron empresas públicas, se cerraron otras, se redujo el gasto en educación, se redimensionó al Estado y por otro lado se da la apertura nacional, pasamos de ser de una de las economías más protegidas a una economía totalmente abierta y desprotegida.

¿Y sobre la reforma energética, qué nos puede decir? porque usted ha participado de manera muy activa y destacada en la discusión.

No es algo que haya surgido hoy, viene de tiempo atrás. La actividad energética es en esencia generación y distribución de energía eléctrica y producción de petróleo y sus derivados. La actividad energética es muy importante, es un insumo, es parte de todo un proceso productivo, desde el trabajo en el campo hasta una fábrica, el transporte que permite el intercambio y produce para el intercambio. Es esencial para la marcha, y México, desde la época del presidente Cárdenas, ubicó a la energía como pivote central –además  correspondía la época a ideas similares en otras partes del mundo– del proceso de expansión de una conomía ciudadana. Durante mucho años, sólo el Estado actuó en la actividad energética. A principios de los años 90 se permitió a los particulares generar electricidad, siempre y cuando esa energía eléctrica la utilizaran en su consumo; si hubiese sobrantes se debían de entregar a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). El sector privado comenzó a participar en la generación de energía. En el petróleo no. La participación privada en el sector petrolero era a través de contratos para hacer un pozo, para desarrollar un campo, para hacer una refinería, que sólo la hacía de manera parcial y completaba el proceso. Desafortunadamente dejamos de atender este proceso, en los años ochenta y después, a tal grado que importamos la mitad de la gasolina que se consume en el país, es decir, dejamos de hacer refinerías y dejamos de explorar yacimientos, de tal manera que empezamos a consumir las reservas de 50 años ya identificadas contra la producción anual, actualmente tenemos reservas para 12 o 13 años contra la producción anual. Se presentó la necesidad por distintas razones de meterle dinero a la actividad energética, porque consumimos todo lo que se había generado en los años 80. Habíamos estado viviendo de las finanzas públicas, más de la mitad de lo que produce el petróleo. Se pensó entonces que los particulares debían hacerlo; según los que lo propusieron, éstos lo harían mejor. El presidente Calderón envío una iniciativa de reforma mediante la cual se abriría aún más la actividad energética a los particulares; entre otras cosas se iba a permitir que los particulares hicieran refinerías. No se hacían refinerías desde 1979. Las necesidades de petróleo han credido, por supuesto. Bajo el principio de que los particulares lo hacen bien y Pémex y la CFE lo hacen mal, bajo esa idea central,  se empujó dicha iniciativa de reforma a las Cámaras. Se dieron las discusiones que ya conocemos; no se aprobó esa reforma de Calderón pero se aprobó otra que mantuvo cerrada las puertas de la actividad petrolera a los particulares, el Estado lo seguirá haciendo. Los particulares seguirán colaborando con Pémex por la vía de los contratos, como lo habían hecho, pero ya no por asignación de dedo, sino bajo una política de transparencia administrativa, más equitativa y transparente. Se aprueba la Reforma energética: se fortalecen Pémex y el sector eléctrico. Los particulares pueden todavía generar energía eléctrica siempre y cuando la empleen en su consumo y, si hay un excedente, lo entregarán a la CFE. Yo participé por supuesto y di una charla en ambas Cámaras, misma que fue publicada.
La Reforma energética no pretendía vender Pémex sino abrirla más a la participación de los particulares. Es decir, además de Pémex, posibilitar que los particulares hagan ductos, petroquímica, refinerías, todo lo que sólo a Pémex la ha sido permitido.

Siempre existió una fuerte desconfianza de la sociedad a una iniciativa que pretendía abrir las puertas a los particulares para luego allanar el camino a las trasnacionales y se perdiera un sector que es un emblema de soberanía. El temor no es infundado, sobre todo en un sistema político donde campea la corrupción y la impunidad.

Hay toda una historia que ha definido como emblemática a la industria petrolera, pero es a toda la industria energética. Con la expropiación petrolera de las empresas inglesas y estadounidenses en los años treinta, por el general Cárdenas, el propio nombre de Petróleos Mexicanos tiene un significado directo muy arraigado. Pasamos de ser un país que producía muy poco petróleo a uno de los primeros en el mundo en materia petrolera, porque además tenemos por fortuna el recurso. En la discusión esto tiene un enorme peso, no sólo por razones históricas sino por la importancia y trascendencia en la economía, pues para todo necesitamos petróleo, incluso para la generación de energía eléctrica, pues en un 87 por ciento la electricidad se genera a partir del petróleo. La generación eléctrica es a base de petróleo, combustóleo; además la generación eléctrica hidráulica es mínima, porque además somos por otro lado un país sin agua. Entonces hay razones históricas, hay razones económicas y también una razón práctica, y es que hasta los años ochenta fue Pemex la que puso a México como uno de los principales productores de petróleo en el mundo. Es decir, esa empresa paraestatal lo ha hecho bien, aunque hay quienes opinan que lo hace mal. Me parece que lo puede hacer mejor, pero lo puede hacer. Contra esas razones iba la iniciativa del presidente Calderón, acabar con ellas.
Claro, se pierde soberanía al entregar este recurso a las trasnacionales que sólo van a actuar en función de sus intereses específicos. Los países petroleros en América Latina: Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y los países del Oriente Medio, Rusia, Kazajistán y otros países que surgieron cuando se dividió la Unión Soviética, tienen empresas nacionales. Ecuador le dio a explorar un territorio a las trasnacionales y arrasaron con los ecosistemas, deshicieron  la selva. Lo mismo sucedió con Arabia Saudita, y por eso el Estado recuperó allí a su industria. No significa que el sector privado no participe, lo hace sobre todo en la comercialización y en la refinación, pero no en la exploración y en la explotación. Definitivamente, el petróleo sí tiene implicaciones muy significativas con la soberanía.

En su experiencia como diplomático en diversos países, en sus distintas épocas e instancias como alto funcionario ¿tiene, gracias a su experiencia, un balance de la conducta y la trayectoria del país contra esa visión de un mundo globalizado? ¿Qué ha cambiado en el concepto de soberanía que nos enseñaron en la escuela, en esa perspectiva cultural e histórica, de una nación que ha sido fracturada, invadida situada al lado de la economía más grande del mundo?

Pienso que las enseñanzas escolares de hace 40 o 30 años, siguen siendo válidas en un mundo globalizado. Es un mercado global en sus distintas dimensiones: en la circulación del dinero, en términos de producción y venta de lo generado en cualquier lugar del mundo, que a su vez es consumido en cualquier lugar del planeta, y también desde el punto de vista de la información. Las computadoras personales es un fenómeno de los últimos 20 años y la internet es aún más reciente. Pero ese mundo global tiene dos características, y es que es global pero segmentarizado, un ejemplo de ello es la Unión Europea, que es de los más ricos, y en América Latina está el Mercosur, el Grupo Andino, con sus altas y sus bajas, pero es un segmento económico, en Asia hay varios, y la mayoría gira en torno a Japón, y luego los tigres asiáticos muy relacionados con el segmento japonés, y nosotros con el TLC. Pero no sólo segmentados, pues dentro de los segmentos existen los Estados nacionales; éstos, no se han acabado. El estado nacional francés tiene su idioma como elemento clave de identidad y de soberanía que los une y los ata, y una tradición que los identifica; es una forma de pensar y de hacer las cosas, formas de ser. México es un país pluricultural y dentro de su concepto de nación hay diversas regiones y culturas diferentes entre sí. Tiene más de 64 idiomas indígenas vivos. Tenemos una frontera en más de un sentido, no solamente hay dos formas de ser y de hacer que se juntan en nuestra frontera norte, en esa cicatriz que representa la pérdida de más de la mitad del territorio nacional. Allí se juntas dos idiomas y dos formas diferentes de ser y de hacer.
Si usted mira el mapa verá que somos el único país que tiene frontera con una economía del norte, y curiosamente con la más grande del mundo. Pero en verdad, ningún país del sur tiene frontera con una economía del norte, ni en Asia, ni en Africa. Se puede argumentar que Turquía tiene frontera con Grecia, pero son dos economías semejantes. Eso, la frontera norte, ha sido una cicatriz que nos recuerda siempre nuestra situación ante una potencia; pero no hemos perdido identidad, somos profundamente mexicanos, no nos hemos aculturado, hemos agregado a lo nuestro lo de Estados Unidos. Es una frontera física y es una frontera cultural. Esa vecindad ha entrañado muchos problemas, pero también ha entrañado identidad, porque aún los habitantes de Ciudad Juárez o de Tijuana son profundamente mexicanos, responden a ciertos patrones culturales e históricos que no corresponden a los Estados Unidos. Pero además, somos un país en donde no entra un policía o soldados de otras naciones. No nos gobiernan extranjeros. Hemos mantenido la soberanía, el principio de identidad en un mundo globalizado.

Lo que no hay, me parece, al margen de los proyecto de nación particulares, de partido o de grupo político, son acuerdos nacionales para el desarrollo. ¿Cuál es su opinión?

Tal como lo describo en mi libro, pienso que a partir de 1983-84 se definió un proyecto de nación; lo definió el gobierno, el Ejecutivo Federal, porque en México la decisión es unipersonal, el presidente, los demás son sus empleados, y lo pone en práctica. Es lo que se llama ahora proyecto neoliberal o el Consenso de Washington que aún determina el rumbo del país. Dicho proyecto se apoyó en dos reformas fundamentales, la política y la económica, a través de la apertura y la redimensión del Estado. Ese es un proyecto de nación. No ha sido exitoso, no ha dado los resultados que de él se esperaba; en ese sentido, si se quiere, ha sido un fracaso o no ha tenido los éxitos que se esperaba o han sido insuficientes. Es muy importante leer las memorias de Miguel de la Madrid, Cambio de rumbo, cuyo título del libro lo dice todo. También es importante leer las memorias de Carlos Salinas de Gortari,  México: un paso difícil a la modernidad. Allí plantea a detalle la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que finalmente cristalizó el 1 de enero de 1994, con el que hemos convivido hasta la fecha, y sobre el cual el presidente Calderón acaba de declarar que seguiremos luchando por el TLC, bajo la idea de la apertura y la no protección. Hay pues un proyecto de nación en lo económico que llevó a la venta de Teléfonos de México, de los bancos, a que las carreteras ya no las haga Obras Públicas del gobierno sino los particulares, se vendió la industria siderúrgica, a extranjeros, por cierto; se vendieron los casi 70 ingenios azucareros propiedad del Estado a las empresas ligadas a la industria refresquera. Es, desde luego, un proyecto de nación, que responde a un cierto sistema de ideas.

Ligado a ese proyecto de nación que usted señala, a su fracaso o insuficiencia, hay un desencanto social por la política y por los partidos políticos, que no han sido capaces de responder a las expectativas generadas por la anunciada transición democrática. Los partidos han resultado ser un gran negocio de familias y de grupos, por un lado, y un botín de puestos y nombramientos políticos. Mientras tanto, la frustración ciudadana se acumula y la violencia en el país se convierte en un estado de ánimo, en una noticia que deja representar novedad. Eso, me parece, es cultivar una planta de dinamita. La corrupción es la mecha. Además ¿qué hacer con la corrupción que socava al país?

La corrupción no se inventó en México, ni es privativa de este país. Hay casos muy recientes en Estados Unidos, como es el de Bernard L. Madoff, ese personaje de las finanzas que estafó a  cientos de países, empresas y personas; poco antes se había destapado la corrupción en la industria energética y la participación del vicepresidente de los Estados Unidos. España no está fuera de esos escándalos y constantemente aparecen figuras públicas acusadas de corrupción. Claro que hay corrupción en México y se practicó ayer y se practica hoy. Lo cotidiano es la corruptela, la participación del ciudadano que ofrece dinero a un servidor público, sea a un policía de tránsito, que es lo más común, o a un funcionario de gobierno en una ventanilla para agilizar su trámite, para que lo atiendan rápido. Generalmente es el ciudadano el que ofrece, el que soborna, para recibir algo a cambio. La corruptela, la mordida, entraña dos actores, el que ofrece y el que la recibe. Una práctica de la que se habla mucho y contra la que se han puesto en marcha diversos programas para combatirla sin mucho éxito. Pero está la corrupción, la corrupción con mayúsculas que implica no sólo al gobierno sino también a las empresas privadas. Esta se ha venido combatiendo aunque no se ha eliminado. Se ha dicho que la obra pública se demora mucho por todos los trámites que deben ser cumplidos, pero se ha hecho de esa manera con el fin de reducir la corrupción. Para evitar la corrupción se requieren dos cosas, una que se respete la ley y que la persona esté dispuesta a ejercer sus derechos. Ni se respeta la ley ni la gente está dispuesta a ejercer sus derechos. Desde el cartero, el policía, el ciudadano, las grandes empresas y el mismo gobierno, nadie está dispuesto a hacer que se respete la ley y a ejercer al mismo tiempo sus derechos. No es una tarea fácil.
La crítica que se hace a la política y a los políticos, que se traduce en una convocatoria a no participar en el proceso electoral, yo no la acabo de entender si no es para desacreditar a la política, para que prevalezca, no sé, la política de los medios, el dominio de los medios masivos. No conozco país donde no haya elecciones y donde no haya partidos. Se ha definido como parte esencial de la democracia la libertad de votar y ser votado. Parte esencial de la cultura occidental, judeocristiana, pero también de la oriental: votar y ser votado. La organización de todo ello es a través de los partidos. Así es en todo el mundo. Por eso pienso que hay que votar por el partido o por los candidatos que mejor nos parezcan o que advirtamos como menos malos. Pero es necesario ejercer nuestro derecho al voto, para luego exigir que se cumpla, que respondan a sus representados.

Insisto, me parece que hay tal acumulación de frustraciones que la gente considera ese proceso electoral como un simulacro, no tiene confianza en las instituciones ni en las personas que buscan representarnos. Me parece que esa campaña forma parte también del hartazgo, de un fuerte riesgo de explosión social.

Sin duda. Yo no sé si llegue a explotar, pero sí tendrá sus consecuencias. El diputado que llegue a la Cámara se sentirá menos responsable si sabe que llegó a su curul con pocos votos a favor. Y los partidos que propusieron a sus candidatos se sentirán menos comprometidos con la ciudadanía. Pero ¿cuál será la credibilidad hacia los acuerdos y las leyes que aprueben esos políticos que llegaron con votación minoritaria? Si no hay un respeto a las leyes tampoco habrá el convencimiento para ejercer los derechos.
Un ejemplo. Utilizamos la credencial de elector para identificarnos, para cobrar un cheque, para abordar un avión, para cualquier actividad donde se requiere demostrar nuestra identidad y pertenencia, ¿no debería de servir para ejercer el voto? Para eso fue hecha en primera instancia.

Por último, ¿qué le parece esta noticia de la fuga de dólares?, como si los billetes verdes tuviesen alas y voluntad propia. ¿Qué significado tiene en la perspectiva de esa revolución de los ricos que usted ha descrito y qué repercusiones en la economía actual?

Es algo recurrente. Sucedió en distintos momentos: 1975-1976, 1981-1982, 1994-1995, y ahora vuelve a ocurrir. La gente, en particular los ricos, sacan su dinero en dólares a los bancos de Estados Unidos donde reciben cero interés, pero tienen enorme confianza en ese país, en su moneda, que es la moneda de referencia. Además de sacar el dinero que está aquí trabajando, es un recurso que fue depositado en bonos de gobierno y un dinero en dólares que se emitió para dinamizar la actividad productiva del país, para pagar a un maestro o para hacer la carretera equis, para sostener el funcionamiento de una empresa o para cubrir el salario de un obrero. Esos dólares abandonaron territorio nacional para ser depositados en bonos de Tesorería de Estados Unidos, trabajarán allá, servirán a esa nación a resolver su crisis, pero agravará la nuestra. Significa una sangría recurrente, un costo altísimo para México.
Hace tiempo se introdujo control de cambio, para que los ricos no se llevaran esas divisas que tanta falta hacen a nuestro país. Desde 1986 hay de nuevo libre convertibilidad. Cualquiera que tenga dinero puede ir y pedir un millón de dólares. Ese señor X que adquirió dólares, no los generó él ni su empresa, sino Pemex, o llegaron como remesas del trabajo que realizan miles de mexicanos en el extranjero para sostener a sus familias.  Esas divisas, que genera el gobierno o los trabajadores mexicanos son retornadas, sin mayor esfuerzo, por los mexicanos de dinero al vecino del norte.

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José Ángel Leyva