Margarito Cuéllar hace un recorrido por la trayectoria poética y vivencial del poeta argentino Jorge Boccanera, Bahía Blanca 1952, quien acaba de recibir el Premio López Velarde del Festival Internacional de Poesía de Zacatecas, 2012.
Margarito Cuéllar
LOS PASOS DE JORGE*
UNO
Empezaré hablando de cosas que ya nadie o pocos recuerdan, y que estoy seguro fueron de gran relevancia para la formación mexicana de nuestro querido Jorge Boccanera, quien llegó a este país en calidad de exiliado a raíz del golpe militar en Argentina. La estancia en México se prolongó hasta 1984, con sucesivas incursiones.
México es un país al que Jorge siempre vuelve, y a sus amigos mexicanos nos gusta porque nos permite descubrirlo cada vez, ya sea en su faceta de poeta, de periodista, dramaturgo o de ensayista; las cuales ejerce con la misma pasión.
El primer libro de Jorge que llegó a mis manos fue la plaquette Música de fagot y piernas de Victoria, publicado en 1979. La edición tenía una portada en sepia en la que una mujer cruza las piernas cubierta por un vestido parecido a una nube de flores; la mujer descubre ligeramente su hombro izquierdo, hacia donde inclina la cabeza. El libro había ganado dos años antes el Premio Nacional de Poesía Joven Francisco González León. Sin duda su autor, quien radicaba en México desde 1974, era un tipo interesante.
La foto de la contraportada mostraba a quien para entonces había dejado de ser una joven promesa de la poesía, pues tres años antes, a sus 25 años, Jorge Alejandro Boccanera, como firmaba en aquellos años, había ganado el Premio Casa de las Américas, y publicado su ópera prima Los espantapájaros suicidas (1974), Noticias de una mujer cualquiera (1976) y Contraseña (1976).
Había obtenido también el Premio Nacional de Poesía Querétaro con Zona de niebla y en compañía de otro Jorge, Jorge Sposari, experimentaba la poesía gráfica, registrada en las muestras Colectiva de El Ladrillo, Poesía Para Ver y Afichemas, entre 1974 y 1976.
Paralelo a Música de fagot… hubo dos libros más que marcaron a una generación de lectores tardíos, entre los que me incluyo, pese a que Jorge me llevaba apenas cuatro años. Hablo de una especie de biblia de la palabra para quienes asumíamos la poesía militante, la antología Poesía rebelde en Latinoamérica y de Novísima poesía Latinoamericana.
Música de fagot… registra un desenfado verbal a la hora de abordar temas como el amor y el erotismo y la presencia de una dosis ideológica reivindicativa, sin caer nunca en el panfleto ni en la propaganda. ¿Ecos? Sí, ¿por qué no? Pablo Neruda, Walt Whitman, César Vallejo, Juan Gelman. Aunque es notorio que Boccanera, pese a su juventud, tenía una voz propia.
Con estas líneas concluía Música de fagot y piernas de Victoria: “Ultimo Momento”: “Distintas informaciones recibidas hoy/ de fuentes extraoficiales/ indicarían un acercamiento entre tu corazón y el mío/ voceros señalan una cuestión de piel irremediable/ los observadores estiman que te amo”.
Para cerrar un ciclo, intenso, productivo, de exilio y buena estrella, Jorge publica en 1979 Poemas del tamaño de una naranja y en 1980 Los ojos del pájaro quemado. Habían transcurrido apenas seis años de la publicación de su primer libro. Ciertamente era una época turbulenta, de desasosiegos, andanzas, ausencias y nostalgia por la patria, pero ya el poeta había echado raíces y alzado el vuelo..
DOS
Respecto a los pasos de Jorge en los años que siguieron, registro sólo algunos títulos: Polvo para morder, 1986; Sordomuda, 1991; Zona de tolerancia, 1998; Bestias en un hotel de paso, 2001 y Palma real (2008). Parte de la cual se ha congregado en selecciones como Antología personal (2001); Poemas (2002); Servicios de insomnio (2005); Marimba (2006) y Libro del errante (2009).
La voz de Jorge Boccanera, parte fundamental de ese inmenso árbol que es la tradición poética en Latinoamérica, a mi juicio, sigue varias rutas, todas consistentes y reveladoras. Todas luminosas y profundas, ofreciéndose al lector como un espejo. No un espejo rígido que se conforma con registrar los hechos que ve, sino un cristal que modifica, actualiza, precisa, crea. En suma, un espejo que viaja.
Por una parte está la vertiente amorosa y erótica, donde Jorge se mueve con pasos sigilosos mediante el dibujo fino de momentos, personajes, lugares; cuadros en movimiento avivados por la agilidad de la memoria y transformados a través de la metáfora, siempre puntual, alerta, renovadora.
“Los viajes han sido para Jorge Boccanera un modo oblicuo de cruzar el continente, los géneros y los mapas interiores. Hizo de la experiencia una pertenencia”, ha dicho Carlos María Domínguez.
Otra constante en la temática de Boccanera es su bestiario. Los animales están en sus textos para recordar nuestra frágil, nuestra salvaje y quebradiza condición humana. “Un dinosaurio nunca ha sido ascendido en su trabajo/ ni ha sido condecorado nunca,/ ni siquiera ha protagonizado un film de amor”, escribe en el poema “Reptil magazine”.
La poesía de Boccanera encierra en el fondo una crítica a la depredación y puntualiza en la solidaridad humana, no como una estética que dicte lo que hay qué hacer o qué camino seguir, sino con una poética que hace parte de la voz del sin voz, sin que por ello el poeta ostente un tono mesiánico.
El exilio, los lugares, las huellas del desterrado, son temas presentes a lo largo de su obra. Registra no tanto el desencanto ni el lamento, sino más bien los instantes que se revierten en la memoria y al registrarse son ya otros instantes. La imposibilidad de volver a lugares, momentos y a personas distantes o ausentes, le da al poema un aire de nostalgia y de viveza, mas nunca alcanza la queja ni la lágrima.
Hay un humor desplazándose en los versos de Boccanera; un humor que se filtra al blindaje de lo establecido y nos lleva a la invención de territorios, igualmente dolientes, aunque lúdicos y llenos de gozo. Aunque el gozo y el placer se asumen desde la fugacidad.
TRES
“Pasé mucho en la calle y otro tanto en la peluquería de mi abuelo. Allí, el protagonista central era por supuesto el gran espejo que ocupaba toda una pared. Era un personaje que le leía los labios a los parroquianos, a los clientes que iban a cortarse el pelo, a rebajarse la pelusa de la nuca (algo que se usaba por esos tiempos) o a afeitarse. El espejo veía todo ese acontecer como si estuviese leyendo un cuento. Aprendí ahí a leer a los cuatro o cinco años, sobre todo revistas de historietas, principalmente Hora cero y Frontera, que editaba el gran guionista argentino Héctor Oesterheld, uno de los desaparecidos de la dictadura militar. La estética del comic se metió de muchas maneras en mi poesía.
Yo nací muy al sur del centro de Buenos Aires, en un puerto frente al Atlántico; hoy se llama Ingeniero White pero mucho tiempo era el Puerto de la Esperanza. Ese mar me ha dado la respiración de la aventura y de los viajes”, dice el poeta en entrevista de Mario Cassasús.
CUATRO
Dice José Saramago en Bestias en un hotel de paso: “No hay espacios vacíos en la poesía de Jorge Boccanera. Cada palabra extiende la mano hacia la siguiente, la agarra con firmeza, de modo que la intensidad del sentido se ve duplicada y luego se multiplica en un crescendo continuo en que la evidente y a veces dolorosa belleza formal, al contrario de distraer al lector de la sustancia del poema, atrapa la respiración (a mí me la capturó), como si aún ese imprescindible movimiento del cuerpo pudiese perturbar el peso de las palabras y su armonía profunda”.
CINCO
El espejo, un lugar al que siempre regresa, le permite, como recurso, ampliar la mirada y dejar constancia de personajes como Alejandra Pizzarnik, Juan Gelman, Ana Frank, César Vallejo, Silvia Plath, Olga Orozco, Jorge Luis Borges, Frida Khalo. Más que retratista o paisajista, Jorge parece dibujar almas de personas y de lugares.
SEIS
El tiempo, los dones, lo deseado, frutos reales de un árbol que enancha sus ramas: “Todo lo que se da llega a destiempo/ No existe otra manera./ Entre el ojo y la mano hay un abismo./ Entre el quiero y el puedo hay un ahogado”, dice en el poema “Envíos”.
SIETE
Será porque habitamos un mundo tapizado de ladridos es que la palabra perro se levanta temprano en los poemas de Jorge. Aunque para fortuna su poesía está más cercana a la esperanza que al lamento, o así la quiere ver este lector de sus poemas, que los encuentra más cerca de la celebración que del desencanto.
OCHO
Leo el poema “Un hombre” de Jorge Boccanera y me pregunto si siempre somos capaces de escuchar a quien quiere transmitirnos su sentir, ya sea como personas o como el conjunto que hace un país: Y anoto la urgencia de este párrafo: “Un hombre se me viene cayendo por la herida./ No hagan música o fuego,/ no soplen ni respiren/ quiere decirnos algo”.
NUEVE
“Regresé del exilio, volví a ninguna parte”, dice en uno de sus versos. Creo, sin temor a equivocarme, que México no fue un exilio para nuestro poeta, sino una extensión de su patria. Aquí están sus amigos de antes y de ahora. Una patria a la que tardó seis meses en llegar, por carretera, a los 23 años, patria que ya no lo dejara ir, pues sus versos suenan cada vez más fuerte en nuestras calles. Su voz es ya otras voces.
DIEZ
No quiero concluir sin mencionar un libro que a mí juicio sintetiza el ideario de Boccanera y su pasión por la poesía y la circunstancia que le da un porqué y un cómo al poema. Me refiero precisamente a La pasión de los poetas, la historia de los poemas de amor, obra en la que Boccanera, a través de un rastreo de vidas paralelas entre el texto y su posible fuente. “Todo hecho creativo, –dice Boccanera en el prólogo- como sabemos, se cierra sobre sí mismo y pasa a conformar una obra autónoma lejos de todo aquello que supuestamente le dio origen”.
Por las páginas de este extraordinario volumen, publicado por Alfaguara en 2003, desfilan Pablo Neruda, Delmira Agustini, Gabriela Mistral, César Vallejo, Rosario Castellanos, Vicente Huidobro, Leopoldo Lugones, Gonzalo Rojas, Nahui Ollin, Eliseo Diego, Elías Nandino, Pablo de Rokha y José Coronel Urtecho, entre otros, con una prosa tan ágil e inteligente, tan poética y clara, que hace que uno se enamore de los amores posibles e imposibles de los que se habla.
EPÍLOGO
¿Por qué atrapa la poesía de Jorge Boccanera? Contra lo inútil que les resulte a muchos la escritura, sobre todo en tiempos oscuros, los cuales tienden a hacerse presentes de una manera más frecuente en la historia de la humanidad, de los países y de la ciudades, siento que se convierte en una necesidad del alma y del pensamiento en el momento en que hace que lo cotidiano cobre valor universal, y lo que sucede en una calle, una plaza, en una pequeña ciudad, en una capital, en un abrazo o en una despedida, se ilumine por la gracia del hielo o del fuego del poema.
Elijo unos versos del poema “Lumbre”, de Jorge Boccanera, y concluyo: “¿Así el poeta? ¿Cómo el que creyó ver una inmensa luciérnaga en los carbones apagados del cielo y cavó en la gran noche,/ en su centro de piedra, y perdió sus alforjas, sus palos de rezar?/ Así el poeta,/ como el que ató el caballo en la paciencia y descendió/ al silencio en busca de oro, fuego de palabras./ ¿Así el poeta?/ ¿Cómo Fray Blas del siglo tantitantos en el volcán Masaya?/ Sí, así, como ése, envuelto en esa luz del extravío,/ alucinado, a nado, alunizando”.
*Texto leído en el Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde, en el que el poeta argentino recibió el premio que honra la memoria del poeta zacatecano.
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