El poeta argentino Jorge Boccanera charla con el poeta mexargén para abrir accesos a su poesía reunida. 29 libros a lo largo de un periodo que va de 1954 a 2010 motivan esta conversación y reflexión entre poetas.
Diálogo con Juan Gelman a propósito de su “Obra Reunida”: “Ni la poesía misma sabe qué es la poesía”.
Jorge Boccanera
Frente a su recientemente publicada“Obra Reunida”, con la totalidad de su producción que arranca en 1954 y llega a 2010, el poeta Juan Gelman desliza una palabra –“insatisfacción”– lo que lejos de remitir a algún tipo apaciguamiento revela lo vivo de su búsqueda creativa, las aguas revueltas de una expresión siempre intensa y original.
Nada menos que veintinueve títulos componen la obra del poeta nacido en Villa Crespo en 1930; aquellos que van del inicial “Violín y otras cuestiones” al último “El emperrado corazón amora” y que los sellos Seix Barral y el fondo de Cultura Económica editaron en dos voluminosos tomos.
Sobre las reflexiones que pueda suscitarle si esta profusa obra que ha merecido entre otros galardones el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Cervantes, el poeta se limita a decir: “Más que reflexión, el sentimiento de siempre: la insatisfacción”
En una entrevista de 1997 había expresado: “Cuando releo lo que he escrito ya es como si fuera de otro”; palabras que son recogidas en una de las contratapas de “Poesía Reunida” y que ahora explica esa característica de un gran poeta que no vive de glorias pasadas: “Tal vez la insatisfacción me lleva a eso. Pero lo importante es el sentimiento de que cuando el poema se escribió, murió”.
La primera compilación poética de Gelman data de 1969, cuando Casa de las Américas, de Cuba, publicó “Poemas”, edición al cuidado de Mario Benedetti y Jorge Timossi. Un año antes había sido incluido en la “Antología consultada de la joven poesía argentina” como uno de los ocho poetas más considerados por 120 escritores y críticos encuestados. Gelman habla de ese tiempo de agitación social a nivel nacional e internacional, en el que también se consolidaba su labor periodística en diversas revistas.
“Lo recuerdo muy bien. Todo un grupo de amigos y escritores nos habíamos ido o fuimos expulsados del partido comunista por criticar su reformismo. Pero el Che había muerto en 1967, esa posibilidad de lucha y esperanza se cerró y se exploraron otros caminos. El 69 fue el año de grandes protestas y movilizaciones obreras y estudiantiles, el Cordobazo, el Rosariazo, todo auguraba una lucha popular que no se dio”.
Algunas de las antologías de Gelman llevan un breve párrafo a modo de presentación, a cargo del propio autor. En una de ellas (“En el hoy y mañana y ayer”, 2000), ese texto contiene esta reflexión medular: “La muerte me enseñó que no se muere de amor. Se vive de amor”. La frase admite, entre otras lectura, la de una visión contrapuesta a la de quienes sostienen que aquellos que lucharon contra la dictadura estaban investidos de muerte. Afirma lacónico: “Pues todo lo contrario, se movían por amor a un país más justo”.
En una compilación anterior (“En abierta oscuridad”, 1993) el texto de presentación deja en claro que cada uno de sus libros “surge de la obediencia a una obsesión” a la vez que se refiere a una diversidad de expresión “cuya unidad tal vez resida en el deseo. Interrogado sobre cómo juegan en su obra estos opuestos –diversidad y unidad- señala: “Como los mil rostros de la realidad”.
Y en un breve texto preliminar de otra de sus compilaciones (“Antología personal”, 1993) dirá que la poesía sigue obligándole a buscar respuestas. Esa constante, que se vuelve usina de preguntas, abre esta indagación: ¿en ese camino surgen nuevos interrogantes o se reformulan los de siempre?:
“Me reformulo lo de siempre, pero siempre desde otro lugar. Para Sor Juana la imagen de la belleza era la espiral y las obsesiones vuelven pero movidas a otro punto de la espiral y exigen una expresión que corresponda a esa novedad”.
Las obsesiones que recorren las casi mil cuatrocientas páginas de “Poesía Reunida”, las había sintetizado Gelman en aquella misma “Antología personal”: “el amor, la niñez, la revolución, el otoño, la muerte, la poesía”.
Hoy, entre esa voz que se transforma y esos núcleos que persisten en su poesía, admite que agregaría otras como la memoria y el exilio (más allá del destierro, como extranjería, otredad, perplejidad del existir), y la porteñidad (el barrio, Buenos Aires, un modo de hablar): “Ambas cosas, sí, siempre teñidas por las otras”.
“Obra reunida” se suma a la extensa lista de compilaciones de Gelman publicadas en Argentina, México, Uruguay, Chile, Costa Rica, México, Alemania y España, entre otros países; de las que sobresalen “Pesar Todo” (México, 2001) y “Oficio ardiente” y “Otromundo (España, 2005 y 2007, respectivamente), con motivo de los premios “Reina Sofía” y “Cervantes”.
Sobre aquellos libros de su extensa producción que considera que han funcionado como goznes de su propia búsqueda, dice el poeta: “Creo que sobre todo son ‘Cólera buey’, ‘Incompletamente’ y ‘El emperrado corazón amora’. Es difícil para mí precisar esto, cada uno responde a una obsesión particular dentro de una continuidad. La búsqueda no termina nunca”.
El Gelman actual concuerda con el de los inicios, ése que afirmaba –requerido sobre su hacer- “No sé qué decir de mi propia poesía”; y coincide con la frase del cubano Lezama Lima en el sentido de que “definir es cenizar”. En ese sentido, agrega: “Estoy completamente de acuerdo. Ni la poesía misma sabe qué es la poesía”.
Esta “Obra Reunida” –más no completa, ya que dice estar escribiendo un nuevo libro- es un viaje por sus diversos registros expresivos que van del coloquio urbano inicial a la condensación de sentido de los libros últimos, pasando por el tono místico, el fraseo tanguero, la imagen resplandeciente, la sequedad del silogismo.
El nombre de otro poeta, Raúl González Tuñón, es convocado doblemente por esta “Obra Reunida”: porque la antología inicia con el prólogo de Tuñón al primer libro de Gelman y porque algunos conceptos del autor de “El violín del diablo” cierran la compilación desde la contratapa.
En aquel prefacio, premonitorio, de 1957, Tuñón saludaba la aparición de un poeta “con predio propio”, adelantaba mucho de la poesía “gelmaniana” que vendría después y lo ubicaba dentro de una responsabilidad de apertura: “‘Jamás la poesía de la tierra se extingue’, dijo John Kats… A cada generación, en cualquier lugar del mundo, surge un nuevo poeta para poblarlo”.
Gelman concluye este diálogo recordando con admiración y afecto al autor de “La rosa blindada”: “Raúl siempre fue generoso con los jóvenes. A veces cenábamos con otros cumpas de la revista ‘Nueva Expresión’ y nos contaba recuerdos extraordinarios. También era generoso de su vida”.
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