El poeta colombiano Juan Manuel Roca rinde tributo a dos de sus admirados personajes y creadores, Posada y Bierce, que coinciden en tiempo y espacio, y aunque tal vez no se hayan conocido forman parte del mismo humor con que Roca forja este discurso, a cien años de sus muertes.
HUAPANGO DE AMBROSE BIERCE
Y JOSÉ GUADALUPE POSADA
Juan Manuel Roca
Cuenta una vieja leyenda que el amargo Bierce y el risueño Posada estuvieron a punto de entrar triunfantes bajo el sombrero floreado de la Catrina a la ciudad de los Palacios. Un cortejo de centauros con cananas gritaba “Viva Villa”, “Viva Zapata” y al paso de sus fusiles quedaba el aire agujereado como un cedazo.
Cuentan, también, que un gallero les dijo que se rumoraba que la Catrina los buscaba para menesteres más serios que un baile triunfal, que los dos viajeros fingieron no oir el augurio pero espolearon sus caballos hacia otros breñales. La mañosa Catrina, dice la misma leyenda, quería invitarlos a un velorio simultáneo en la plazuela de Nadie.
En una cantina sin fondo, una banda de esqueletos entonaba corridos y huapangos del tiempo de los cristeros. La luz se filtraba en las rendijas como un puñal y un borracho en su trono se sumaba al coro como a un canto desgreñado:
“Bierce le dijo a Posada
espoleando el caballo,
no oigas a la embozada
al tercer canto del gallo”.
Una niña, subida en un carrusel, bailaba al son de un organillo una tonada burlesca que habla de un bicho errático que no puede caminar. La niña imitaba con gracia el balanceo de un cojo pero el amargo Bierce y el risueño Posada siguieron de largo: ¡no iban a perseguir el horizonte en caballos de feria!
“Posada le dijo al amargo
bajo el techo de un establo,
si te truenas no te cargo,
que te lleve a lomo el diablo.
El amargo Bierce y el risueño Posada se escondieron de sí mismos en el ruidoso año de 1913, tras una cortina de pólvora y olvido. La leyenda dice que en el mes de noviembre, cuando cabalgan las noches y las mujeres espigan setos de flores amarillas, un coro de fantasmas les dedica un huapango.
Bogotá, abril 7 de 2013, a cien años de la muerte
de Ambrose Bierce y José Guadalupe Posada