Eduardo García Aguilar. Generación sin cuenta de Roberto Bolaño

eduardo-aguilarEl colombiano Andrés Caicedo y el chileno Roberto Bolaño, sirven de referencia al autor para insistir que en cada país hay un personaje rebelde y brillante que no sólo hacen época sino forjan mitos, como el de “Los detectives salvajes” en México.

 

 

LA GENERACION SIN CUENTA DE ROBERTO BOLAÑO

Eduardo García Aguilar

 

Cada ciudad latinoamericana tuvo su Andrés Caicedo o su Roberto Bolaño,
o sea algún miembro de la generación llamada Sin Cuenta, de autores
nacidos en la década de los 50 y que en su mayoría fueron seres
malogrados, rebeldes que huían de las convenciones y vivían la
literatura y la vida como su modelo Arthur Rimbaud.

Esa generación Sin Cuenta latinoamericana que apenas comienza a
investigarse después del éxito póstumo de Caicedo y Bolaño, despuntó a
fines de los años 60 y comienzos de los 70 del siglo pasado, casi
siempre a través de rabiosos y precoces adolescentes que a los 17 años
habían leído muchas cosas y tenían ya en sus textos de prosa y poesía
tono personal y fuerza original.

Su originalidad radica es que despuntaron a la adolescencia en un
momento de brutal ruptura cultural mundial, en medio de una explosión
que destruyó modelos familiares decimonónicos, estructuras sociales y
educativas y usos y costumbres laborales y culturales tradicionales que
rigieron hasta mediados del siglo pasado en una arcaica esfera
hispánica y ancestral.

Varios momentos cruciales vivieron esos adolescentes, por lo que sus
sueños fueron infinitos y devastadores : la llegada del hombre a la
luna, el desarrollo de la televisión, la irrupción de un nuevo cine
experimental, el uso del super 8, la imposición del rock como gran ola
musical y de actitudes vitales aun vigentes, la revolución sexual, la
liberación de la mujer y el reconocimiento de los derechos
homosexuales, así como el uso extendido de las drogas, entre otras, por
lo que ellos fueron la segunda verdadera ola de la generación
psicodélica, hija de Bob Dylan y Rolling Stones. De esos escritores
latinoamericanos nacidos en los años 50 dos lograron convertirse en
verdaderos mitos crecientes más allá de sus fronteras.

En Colombia Andrés Caicedo (1951-1977) es el representante máximo y
único de esa actitud, suicidado a los 25 años después de vivir una
adolescencia y una primera juventud de creatividad asombrosa y protéica
y escribir el clásico novelístico Que viva la música, obra hermana de
La María y la Vorágine. Sus contemporáneos sobrevivientes llegaron o
están llegando ya a la edad fatídica de los 60 años, cuando ya todas
las cartas están echadas.

Esos sobrevivientes miran con estupor la obra polifacética de Caicedo,
que nos interpela, nos cuestiona y hace reflexionar sobre los poderes
de la literatura adolescente, cuando quien escribe lo hace para nada y
para nadie, en un grito auténtico de existencia, tal y como lo practicó
el emblema Rimbaud.

El caso de Roberto Bolaño (1953-2003) y los infrarrealistas es igual.
Bolaño era un chileno errante que como adolescente recaló con sus
padres en El Salvador y luego en México, donde ya desde temprana edad
fue líder de un movimiento en el que participaron rebeldes peruanos y
mexicanos, absolutamente terribles como Mario Santiago (1953-1998),
inmortalizado en “Los detectives salvajes” con el nombre de Ulises Lima.
Ellos surgen del margen, combaten contra la cultura oficial dominada
por Octavio Paz y los funcionarios oficiales y son detestados por todos
sus contemporáneos convencionales mexicanos, aplicados desde temprano
a escalar y hacer una « carrera literaria » y que ahora, cuando Bolaño
se hizo leyenda, tratan de falsificar la historia y presumen de haber
sido sus amigos.

Bolaño siguió siendo un cascarrabias rebelde hasta el final y gracias
al gran editor Jorge Herralde salió de la marginalidad literaria y
brincó a la consagración mundial. Nunca falló a esa actitud rebelde de
sus inicios y es un milagro que en un mundo literario de tantas
imposturas haya salido del anonimato. Hasta el final fustigó a los
sepulcros blanqueados de las letras latinoamericanas. Por eso es el
héroe máximo de nuestra generación Sin Cuenta al lado de Caicedo.

Pero no son los únicos. En los yacimientos arqueológicos de nuestra
generación, hay muchos esqueletos escondidos y hay que sacarlos a la
luz. En mi caso, que nací y viví mi rica adolescencia literaria en la
ciudad colombiana de Manizales, quisiera referirme al caso de Rodrigo
Acevedo González (1955-1996).

Hace poco encontré unas 30 cartas que Rodrigo me escribió a partir de
1972, cuando yo me había ido a estudiar a Bogotá. En esas cartas
encendidas aparece el gran talento de este precoz poeta que, como casi
todos nosotros, había leído ya muchas cosas a los 17 años.

En vida solo publicó El territorio y la máscara y después, con carácter
póstumo, el narrador y crítico Roberto Vélez Correa, de su misma
generación y también ya fallecido, publicó y editó los “Poemas del
tiempo recobrado” con un amplio estudio sobre su vida y su obra. Es lo
único que se conoce de él aparte de lo esparcido en revistas y
periódicos y no se sabe qué se hicieron sus papeles después de su
trágica muerte a causa de una epilepsia que lo aquejó durante toda la
vida y lo llevo a visitar el hospital siquiátrico y a luchar con la
soledad, el alcohol, el amor, el deseo, la furia contra el medio y la
neurastenia. Fuimos amigos en la adolescencia y después lo vi pocas
veces cuando regresaba a Colombia.

Murió a los 41 años, pero durante tres lustros se alejó del mundo
cultural. Excéntrico, caminaba solo con un enorme perro por las calles
de la ciudad, que empezó a detestar, aunque tuvo la atención de
familiares y amores secretos. No pudo cumplir los sueños de viajar a
Europa e iniciar otra vida, ni de publicar afuera o ser traducido, pero
al leer sus cartas distingo su talento, su inteligencia, la claridad,
la solidez de su precoz cultura, su gran intuición poética. La prueba
de su excelencia está en esas decenas de poemas que nos dejó por fortuna. No se necesita más para
reconocerlo.

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eduardo-aguilarEduardo García Aguilar

(Manizales, 1953). Después de estudiar dos años sociología en la Universidad Nacional de Colombia,obtuvo la licenciatura de Economía Política, subdominante Filosofía, en la UniversidaddeVincennes (París VIII) en 1979, y luego vivió en Estados Unidos y México, donde estudió guion en el Centro de CapacitaciónCinematográfico (CCC).
En la actualidad reside en París, donde trabaja en la sede de l’Agence France Presse.
Ha publicado las novelas Tierra de leones (1986), Bulevar de los héroes (1987), El viaje
triunfal
(1993) y Tequila Coxis (2003), así como Urbes luminosas
(relatos, 1991), Llanto de la espada (poemas, 1992), Animal sin tiempo
(poemas, 2006), Celebraciones y otros fantasmas: una biografía
intelectual de Álvaro Mutis
(1993), Delirio de San Cristóbal.
Manifiesto para una generación desencantada
(1998) y Voltaire, el
festín de la inteligencia
(2005). Varios de sus libros fueron
traducidos al inglés. Ha sido colaborador de diversos diarios latinoamericanos
como Unomásuno, Excélsior, El Espectador, El Tiempo y la Patria.