Desde una insistente reproducción de imágenes, bajo el tacto de la metáfora, Jorge Montiel ofrece una poesía urbana, impregnada de sonidos y tiempo que se precipita sobre la pagina como un trueno. La enumeración de la oscuridad, el oficio del llanto y la perdida son intermitentes como una sirena en la poesía de Montiel.
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Coordinadora de la sección: Stephanie Alcantar
A mis pulmones
Estos pulmones se mueven ya
trabajosamente
faltos de aire
pisados
estropeados de humo
como zapatos de años
Están rotos de ciudad estos pulmones
y nada saben hacer sino respirar
constantemente
bocanadas de aire
sudor cenizas y fuego
Han de morir estos pulmones
irán secándose
en el espacio
escurriendo
sus ácidos sobre las costillas
y musgo nacerá de este cuerpo
creciendo verde
húmedo y contagioso
Han también de ser sepultados estos pulmones
desaparecerán bajo el polvo
serán olvidados y nada
como estas palabras
cubiertas de musgo y alimañas
arrojadas con el tiempo al fuego
Chicagoan Song
1
Yo no sé qué es más ensordecedor
el trueno o la sirena
Me llegan
noche afuera
y me ensordecen los dos
Pero el trueno es armonioso
su ruido vuela canto allá
La sirena lleva sangre
es repetitiva
alarmante
2
Sábado en la noche
La ciudad
Se oyen truenos
sirenas
carros desbocados
Estallan mentadas de madre
en inglés
Relámpagos de misterio
carros sirenas y relámpagos
Alarmas y gritos
gritos a golpes
Borrachos
Mujeres
Luego la lluvia
3
Esta noche
Chicago está despierta
lo dice el ruido de su canto
Holofernes
A Gerardo Lino
Si no existieras, noche
si no dolieras
para qué traer a qué Judith
pechos afilados
a degollarme en tu ceguera.
Buzón de voz
Has aprendido a deletrear los números de mi nombre
sabes que todo empieza con el siete
que se repite para que quede bien claro
le sigue una eme vertical a la izquierda
una curva rodeando tus pensamientos
bólido mis manos en tus caderas / te detienes
un calor remoto te llega hasta las piernas / apresuras el paso
cuatro siete hasta el génesis en retroceso
pasando por el éxodo desde el no me dejes
en el cuatro esta vez perdida / lo has olvidado / te pones nerviosa
te repites la serie mentalmente
en este punto el siete como al principio
luego el oráculo de Isaías que no se cumplirá sobre tu falda de Tehuitzingo
las curvas cerradas / tus caderas / el bólido
el calor que esta vez te sube a las mejillas
la uña sobre el botoncito verde
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Símbolo
Tanto ruido
tanto símbolo
dirigiendo el movimiento
one way
right turn only
exit
red light
te inmovilizas frente a lo fatal
frente a la sangre del semáforo
que llama a tu sangre a detenerse
o entras al subterráneo
y te traga la serpiente
que corta el tiempo y el espacio
escapas por un segundo
te ves saliendo por la ventana
con la serpiente en movimiento
te ves chocando
contra el muro de concreto
ir y venir del concreto al vagón
escuchas el crujir de huesos
sientes explotar tus venas
el desgarrar de tu carne
tronar tu cabeza y esparcirse
ahí está tu libertad
ve
tómala
This is Belmont Blue line… Doors open
Pequeñín
‒Do you like me?
‒Yes, and you?
‒Yes, yes.
Federico García Lorca
Tu nombre que no existió es un vacío
en el que intento entrar con la memoria pero no alcanzo.
¿Dónde te fuiste, amigo, qué mundo te prefiere?
Resbalaste como el agua por el vientre de tu madre,
vives ahora pececillo en el río de su pensamiento
y te pone nombres, zapatitos, y te viste de negro,
te lleva de su mano por la nostalgia que no pudo heredarte
y escapas a veces tras las palomas del invierno
y no te encuentra, no te encuentra.
¿En qué secreto se perdió tu voz,
latido pum, pum, pum, sangre degollada?
Ahora que te invento existes con más fuerza, pequeñín
son tus pies los de un gigante
tu corazón viste de seda y es volcán y estalla.
Impregnas la ciudad de talco, pequeñín
que te he perdido antes de puchero y primavera.
Abre y cierra tu manita, pequeñín, abre y cierra tu manita,
así se dice adiós.
El precio del llanto
Para el llanto se necesitan kilos de sal y litros de agua potable. El llanto requiere también una tarde pálida, lluviosa –preferiblemente. El llanto es mucho. Es tiempo para sentarse tristemente, sin trabajo, ni escuela, ni diligencias que apurar, ni tráfico. El llanto, además, necesita algo que haga patente la impotencia. Si se llora por muerte se llora la propia finitud. Si no, es preciso un desalmado, algún villano que vaya por el mundo engañando a muchachitas, quitándole el puesto a su vecino, jalando coletas sin razón alguna, sacando la lengua a diestra y siniestra, haciendo señales obscenas con los dedos o el antebrazo en una hora pico de 40 grados centígrados. El trabajo de villano es arduo, y se requiere al preciso para detonar el llanto –aunque no dudo que los haya. Por eso el llanto no sólo es costoso, también es escaso. Con el aumento del precio desciende la demanda, y pocas veces se puede uno dar el lujo del llanto en esta vida, en la que apenas alcanza para lagrimitas.
Jorge Montiel nació en Paterson, New Jersey, EUA. Por algunos años vivió en Puebla, México. Actualmente reside en Chicago desde el 2007 donde estudia filosofía y literatura en español en la Universidad Northeastern Illinois. En 2012 obtuvo el segundo premio de poesía Consenso en Chicago. Ha publicado en la revista literaria Contratiempo, en la antología En la 18 a la 1: Escritores de Contratiempo en Chicago (Ediciones Vocesueltas, 2010), y en la antología Susurros para disipar las sombras (DePaul University, 2012).