Selección de relatos de la crónica negra de Cantabria de los tres últimos siglos. Más de cuarenta historias que en su momento fueron cabezales en las páginas de los periódicos. Javier Menéndez Llamazares, nos hace la reseña de este libro de reciente aparición.
Sangre en La Montaña
Javier Menéndez Llamazares
[José Ramón Saiz Viadero: “Crímenes nada ejemplares. La crónica negra en Cantabria”. Ed. Librucos, Torrelavega, 2013.]
Librero, gestor cultural, editor, cronista –más oficioso que oficial–, historiador, escritor y hasta concejal de cultura en los tiempos de vino y rosas de la transición –aunque para él, por desgracia, fueran más de pintadas y bombas–, José Ramón Saiz Viadero (Santander, 1941) es una figura capital de la cultura cántabra de finales del siglo XX y principio del XXI.
Siempre desde una posición crítica, y con el máximo rigor, se ha ocupado de los más variados asuntos, en reflejo de sus intereses personales, como la historia del cine en la región o los entresijos de la II República. Con sus ‘Guías secretas’ inauguró una forma de difundir el patrimonio y las virtudes de una tierra que conoce como la palma de su mano, y nombre sirve de referencia para las nuevas hornadas de escritores y artistas de Cantabria, a los que trata y apoya con toda la bondad de su naturaleza.
Y a pesar de esa bonhomía –o, precisamente, por ella–, resulta de lo más insospechada su afición por uno de los géneros más escabrosos del oficio periodístico: la crónica negra, los ‘sucesos’ o ‘casos’ de antaño, que al igual que a Viadero han cautivado desde siempre a innumerables lectores, con sus dosis de misterio, violencia y, cómo no, truculencia.
Insólito postulado
Lo que sí podemos es, desde luego, comprobar que Viadero sigue siendo un ‘progresista’ irreductible; y es que, como justificación de este catálogo de crímenes, el autor argumenta que no viene sino a demostrar que no es cierto que vivamos en un momento de especial e inusitada violencia, y que ésta se pueda achacar a los tiempos modernos; más bien al contrario, el escritor nos muestra una panorámica histórica, desde 1883 hasta 2002, que invita a replantearse cualquier mitificación del pasado: a medida que avanzamos cronológicamente, incluso podemos comprobar cómo desciende el número de homicidios.
Selección
Encabeza el contenido un curioso préstamo, un guiño intertextual que nos brinda Viadero rescatando un antiguo artículo de la escritora Rosario de Acuña publicado en 1906 en El Cantábrico; en él explica que, décadas atrás, decidió instalarse en ‘La Montaña’ porque la región, dentro de la zona de clima atlántico, tenía las estadísticas criminales más bajas; pasado el tiempo, sin embargo, «hoy –por entonces– espanta», con «ese revoltijo de crímenes».
Y de ese revoltijo se ocupa Viadero, quien lo ha rastreado, crónica a crónica, en las hemerotecas que conservan la prensa de la época. Proceden inicialmente de una serie que el autor publicó en el diario santanderino Alerta, entre 1985 y 1986, con una frecuencia semanal.
Convenientemente corregidos y aumentados, en el presente volumen se recogen cuarenta y cuatro relatos que, pese a mantener su inicial espíritu periodístico, trascienden de la mera crónica de sucesos para narrar crímenes, consecuencias, investigaciones y castigos como si de una novela se tratara. Y de una apasionante, por cierto. Descartadas la víctimas de guerra, el autor nos conduce por tremendos y truculentos episodios, como el de los ‘tiros al aire’ de la guardia civil que acabaron con dos mujeres muertas en Bustillo del Monte.
Especialmente sobrecogedora resulta la dedicatoria, en la que Viadero recuerda a dos familiares, sus tíos Antonio y María Luisa, que sufrieron también muertes violentas.
Librucos
Antes de arrancar con el texto merece la pena recrearse con la cubierta del libro. A cargo del artista torrelaveguense Roberto Raba –o ‘Roberoto’, como firma en su blog–, la ilustración de portada destaca desde el primer vistazo; con aire ténebre transmite el desasosiego de un terror popular: el de tener un mal encuentro en alguna esquina. Sin ahorrar en sangre, la bondad del trazo de Raba consigue mantener el dramatismo justo, sin alcanzar la ‘carnicería’.
Mención especial merece la esmerada edición a cargo de Ramón Villegas y sus siempre interesantes ‘Librucos’; el cuidado tipográfico, la oportunidad de las ilustraciones y una presentación impecable son la marca habitual del sello torrelaveguense.
Link relacionado: Yo es Otro, José Ramón Saiz Viadero.