La periodista, originaria de Culiacán Sinaloa, describe su visita a una de las casas más emblemáticas de Portugal. Allí, donde hace no muchos números atrás, nos contaba el poeta Armando Romero había pasado una noche, en el lecho del autor de los heterónimos.
Poesía hasta en la piel
"Somos muerte. Esto que consideramos vida, es el sueño de la vida real, la muerte de lo que
verdaderamente somos. Los muertos nacen, no mueren. Nuestros mundos están invertidos. Cuando
consideramos que vivimos, estamos muertos; vamos a empezar a vivir, en cambio, cuando seamos
moribundos".
Azucena Manjarrez
Verano en Lisboa. La poesía está en la piel. Se respira en el ritmo del fado, en sus calles, sus plazas, en su historia. Sube y baja siguiendo las curvaturas de la ciudad, aquellas por las que transitó nostálgico, silencioso, el poeta Fernando Pessoa y que de ellas dijo:
"Paso por ellas, subo a cualquiera de las calles que fluyen a ellas, después bajo de nuevo esa calle, para regresar a ellas. Vista desde el otro lado es diferente, pero la misma paz deja dorarse de añoranza súbita -Sol en el ocaso- el lado que no había visto a la ida".
Son las mismas por las que un tranvía pasa, un puente conecta dos extremos, de plazuelas solitarias, intercaladas entre calles de poco tránsito, y sin más tránsito, ellas mismas, que las calles.
También son ese laberinto con el que el poeta alimentó su literatura; en la que están los silencios pero también los murmullos.
Lisboa es la ciudad del eterno caminar, de amplias banquetas, colinas, trenes, parques forestales, elevadores, funiculares, que permiten ver edificaciones más que imponentes, nostálgicas.
Los altos edificios no tendrán fin, tampoco los establecimientos en los que el pan, pescado, vino, son la delicia de los comercios, aunque ese no sea el tema central de este texto.
Regresemos a las calles, que como si fueran piezas de un gran rompecabezas se van uniendo hasta llegar a la Rúa Coelho da Rocha 16, Campo de Ourique, la casa en la que Pessoa vivió sus últimos 15 años de vida.
Blanco intenso
Su universo es palabra y memoria. Es caminar sus pasos, reescribir sus letras a gran escala. Desde 1993 este espacio fue abierto para que su legado no se extinga.
Es de color blanco intenso con letras arriba, abajo, en el interior. Son fragmentos del Libro del desasosiego: "Somos muerte. Esto que consideramos vida, es el sueño de la vida real, la muerte de lo que verdaderamente somos. Los muertos nacen, no mueren. Nuestros mundos están invertidos. Cuando consideramos que vivimos, estamos muertos; vamos a empezar a vivir, en cambio, cuando seamos moribundos".
Está ahí su biblioteca personal, cientos de libros; La hora del diablo, La educación del estoico, El regreso de los dioses, Escritos sobre genio y locura, La educación del estoico, coronados con su imagen perpetua. En la parte alta del librero está vestido de traje negro y sombrero.
Pessoa vigila, el que quizás fue su espacio más preciado y que es lo que primero se encuentra al cruzar la entrada principal.
Después todo se volverá un recorrido por su intimidad; la máquina, cómoda en la que escribió gran parte de su biografía, su recámara y piezas decorativas.
La casa, la de Pessoa, exhibe una colección de fotografías y obras pictóricas de José Guimarães, José Aurelio, Bartolomeu dos Santos, Teresa Dias Coelho y Renato Cruz.
El mundo de Pessoa
Desde la parte alta del edificio, en la Rúa Coelho da Rocha el acercamiento con Pessoa sigue. Sus anteojos, encendedor, carta astral, un traje negro están ahí para recordarlo.
Todo es discreto al igual que fue su vida centrada en el periodismo, comercio, literatura y en el enigma que con el paso del tiempo se ha creado sobre su figura.
La casa recuerda al creador que pasó su infancia y juventud en la República de Sudáfrica pero que regresó a Lisboa en 1905.
También a aquel cuya obra tuvo la peculiaridad de ser escrita bajo tres heterónimos: Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Alberto Caeiro. A cada uno le inventó estilos literarios distintos.
Ahí se reflejó a un autor poderoso, experimental considerado en la actualidad una de las voces más influyentes del Siglo 20.
Del Pessoa que con las letras intentó superar la dualidad entre razón y vida, se podrán escribir y leer muchos libros, pero sentir su real mundo, es otra historia.
En la casa de Fernando Pessoa, la poesía hasta en la piel. Adentro, afuera, de lejos, de cerca aparece como el fantasma que aún deambula en búsqueda de una nueva historia.
Fotos: Héctor Parra