Pablo A. Graniel

pablo-alfonso-granielLa palabra sangra en la cornisa del silencio. Sus metáforas emergen como niebla que asalta el otoño. Pablo Graniel esboza sus palabras con el crujir del tiempo y despacio, detenido en un presentimiento extranjero, reconoce que una tormenta preña la hoguera de los años. Pablo nos comparte sus versos como un clamor de lluvia que arde fuera del olvido.
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Coordinadora de la sección: Stephanie Alcantar

 

 

Tu ojo se abrió en mi noche. Uno solo. Rarísimo astro esbozado a cielo raso. Se desprendió de ti e hizo salpicar el vino de mi copa. Quédate quieto –le dije–, o te clavaré como a una aceituna negra y terminarás sobre aquel altar velando a mis muertos.
Él asintió dócilmente. Sólo quería ver mi mano avanzar hacia su pérdida. Quería verme hilvanando, hasta el sueño, palabras para ti.

***

Surco en mi piel tu nombre.
                     Sangra.

Mas no prende de ahí el arado.

Entonces siembro días y pan en mí,
(compacta blancura):

                    Ella me hunde
                    un pie en la tierra
                    y otro en el destierro.

Sólo es posible alzar así una enredadera
que nos abrace, como al muro, sin por qué
que nunca anhele florecer.

***

Delirio, revuelo de hojarasca
en el viento altísimo.

En el crujir de las hojas, tu voz.

Sobre mis párpados ardió
todo un otoño
presentido.

***

Con mis ojos se alimentará cada cuervo.

Con mis huesos, cada hoguera.

Y mi última voluntad será que llueva,
implacablemente y para siempre,
sobre los lugares que amé.

***

Por placer me petrifico, me estanco, me detengo junto al tiempo…

Despierto a medianoche y miro a la ventana.
Un edificio abandonado me observa.

—Siempre uno de los dos está más hueco
y mira más profundamente dentro del otro.

Pero él no ha elegido la inmovilidad.

Simplemente soñará con un jardín inalcanzable tras el enrejado.
Con un niño solitario oteando en la cornisa.

Mientras tanto aquí, una pareja gime, las puertas crujen,
los borrachos gritan, los ancianos tosen,
las viudas lloran, los muertos
                    deambulan
                toda la noche.

Por eso me estanco, me petrifico, me detengo junto al tiempo.

Para ser el observado y el que observa.

***

¿Quién quebró uno a uno los puentes
y con ellos la débil esperanza de la huida?

¿Quién ató tus manos?

¿Quién vendó tus ojos para siempre junto a los míos?

No te vi partir
pero aún escucho cada uno de tus pasos.

La muerte es un camino empedrado.

***

Ebrio al despertar
bajo un cielo maltrecho,

tuve que bautizar mis ojos
con la luz marchita de los faroles,

tuve que ocultarme en los senos de la niebla,

hasta que los gallos sucumbieron
ante el primer zarpazo de la aurora.

***

En la misma pila
la vida bebe lenta
y el tiempo escupe su amenaza.

***

…y sus labios
eran valientes navíos
anclados a la tormenta.

***

Para volver es necesario
que el camino arda.
El retorno está más allá de su final.

 

 

 

pablo-alfonso-graniel

Pablo Alfonso Graniel (Tabasco, México).
Ha publicado los poemarios Oscura confidencia (Ediciones Monte Carmelo, 2004), Una herida blanca (Ediciones Monte Carmelo / ITSC, 2005)y Las puertas imposibles (Gobierno del Estado de Tabasco, 2010). En  2004 ganó los I Juegos florales de la Ciudad de Villahermosa y en 2008 el Premio estatal de poesía José Carlos Becerra.

 

 

Un comentario

  1. Constanza Flores Rodríguez