Guillermo Ceniceros y su museo en Durango

La patria descompuesta
José Ángel Leyva
leyva¿Cómo puede justificar una democracia su existencia si asesina a su juventud sin contemplaciones, por encima no sólo de la ley sino de cualquier sentimiento de piedad? ¿Cómo llamar patria a un sistema judicial en contubernio con la delincuencia? ¿Cómo sentir orgullo de una sociedad corrompida hasta los huesos? Una sociedad cómplice y víctima a la vez, victimaria y presa de la incapacidad de salir de sus propias trampas.

leyva
José Ángel Leyva
Cierto, México es más, mucho más que sus males y sus miserias, pero los mexicanos conscientes no han, no hemos, tenido la fuerza y el coraje suficiente para dignificar a la patria más allá de un folclorismo ramplón y sensiblero. La patria debe sentir vergüenza de esta sociedad que descubre fosas clandestinas de personas asesinadas por criminales con y sin licencia de soldado o policía, de juez o de servidor público. La desaparición a la vista del mundo de 43 estudiantes normalistas, por el solo hecho de protestar, exigir, disentir, buscar un futuro, ya no se diga mejor, un futuro, es una señal de alarma no sólo para este país, sino para cualquier nación civilizada y democrática. No sólo la democracia, también el corazón de este país, como lo dijo el poeta Javier Sicilia, está podrido. La impunidad es negación absoluta de la democracia.

Pero pasando a cosas mejores, comparto con los lectores este breve texto acerca del artista plástico Guillermo Ceniceros, quien este 4 de octubre del presente año inauguró el edificio que aloja su obra en la Ciudad de Durango.

Guillermo Ceniceros. La geometría del espíritu
José Angel Leyva

Guillermo Ceniceros
Guillermo Ceniceros
El concepto que me brota cuando pienso en la obra del artista Guillermo Ceniceros y su vida cotidiana es justamente ese: Geometría del espíritu. Lo confirman su actitud sensible ante el mundo que ve pasar en el trajín de su casa, de su barrio, de la ciudad que habita, de la historia que lo determina y lo pone también ante la revisitación de los recuerdos y el pasado, el transcurso de los sueños y el devenir de los proyectos. Cuando lo pienso y lo visualizo en el recinto de su hogar-taller que comparte con Esther, su compañera, casi o tan imprescindible para él como la respiración o el arte, porque ella también está hecha del mismo material de sus costillas y sus ojos, de su lenguaje y sus pasiones, de sus motivos existenciales; cuando lo imagino allí, en ese ámbito de cuadros encimados, de olores de cocina y de pinceles, de maderas y lienzos, de solventes y papeles, de tiempo y humedad carnales, de tertulias y vinos emplazados, paradójicamente lo descubro en soledad con sus materiales y herramientas, con sus libros y sus diarios, con el silencio absorto en medio de los ruidos del radio, del teléfono, de la calle, de empleados que clavan, cortan, rompen, pegan, cocinan, laboran, el barullo natural de una megaurbe y una casa instalada en la Colonia Roma, casi esquina con Durango.

Guillermo Ceniceros
Guillermo Ceniceros

Guillermo, el hombre concentrado en su quehacer de artista, en el cortejo de sombras que acompañan sus días y sus noches, en la emergencia del signo y del asombro, es fiel a su necesidad estética y a su vocación, no hay otra cosa más fácil y más compleja en su comunicación con el mundo y consigo mismo que significar silencios. En Ceniceros no se trata de un ejercicio narcisista de concebirse a sí mismo como personaje, sino como el cronista de sus encuentros y sus interrogantes, de la curiosidad que empuja al creador a diferentes senderos. Guillermo asume con humildad y gratitud su don de artista. En su discurso la forma es parte del todo y es el todo que representa el detalle. Habilidad metonímica que nos revela la vecindad significativa de los cuerpos y las cosas. Juego extraordinario de la naturaleza, del universo en su acomodamiento de los sistemas orgánicos e inorgánicos. Hablo de la sabiduría tácita del movimiento que nos compone y modifica, nos descompone en sucesivas manifestaciones de la energía. Así, Guillermo actúa como un observador del misterio en la dimensión universal de su centro de trabajo, que es al mismo tiempo su casa.

Ceniceros inauguración
Ceniceros inauguración

La función de su trabajo es hacer que aparezcan, en diversos soportes: telas, papel, madera, muros, piedras, vinil, metal, discursos que rumia en soledad o en compañía de Esther, en conversación con sus amigos y fantasmas, en el reencuentro con sus obsesiones y recuerdos que lo obligan a recurrir a antiguas pistas, a viejas tribulaciones y preguntas, a cabos de hilo que asoman a nuevas geometrías y al azar, donde el juego responde al rigor de su paleta y sus motivos cromáticos, a sus destrezas y conocimientos, al dominio irreductible de la búsqueda.
Con certeza la mayor enseñanza, y la que más destaca el propio Ceniceros, que le dejó su colaboración y amistad con el maestro David Alfaro Siqueiros es la experimentación, la investigación, la inconformidad con la forma, el cuestionamiento permanente del arte. Es curioso que a este edificio, hasta hace no mucho funeraria, se le cambie la utilidad arquitectónica para orientarla al arte y la cultura, para alojar la dinámica de una plástica viva, inquieta que juega con "La sombra de lo que va a suceder" o con "Preludios para afantasmar". Es decir, que nos advierte que hay movimientos invisibles, expectativas en lo que no se oye ni se toca, en lo que provoca sed y hambre de saber.

Ceniceros
Ceniceros-Objeto
De algún modo visualizo a Ceniceros como el custodio de su propio enigma, o como un observador del sueño, como un artista en la cueva de sus emociones y la sabiduría de su oficio, en el viaje interior de sus evocaciones. Salvo en los relatos de sus murales, la obra de caballete del artista se nos exhibe atemporal, sin patetismos ni dramas, sin rictus ni ausencias, sin estridencias. Guillermo nos transmite ese afán contemplativo de lo humano, su tránsito invariable, su mirada donde asoma la placidez y el azoro, la perplejidad o el deseo. Es acomodo de cuerpos, particularmente femeninos, sentimientos de bienestar ante la sencillez compleja de los instantes, que pueden ser, minutos, días, meses, años, siglos. Formas, manchas, líneas, sombras, luces, el artista nos brinda en su discurso plástico, visual, un estado de ánimo contemplativo e interrogante a la vez, de atmósferas cargadas de espiritualidad y optimismo.

En este ex velatorio, Ceniceros convoca al juego, a la revelación del tiempo en las cosas de apariencia efímera, en la lucidez de una geometría exploratoria, en la perseverancia de la búsqueda y el aprendizaje, en la capacidad de conmovernos en medio de la rutina y el vértigo civilizatorio, en la poesía de los que dan luz en sus cavernas y sus celdas.

Mis felicitaciones a Rogelio Domínguez y todo su equipo por el trabajo curatorial y museográfico de este Museo de Arte Contemporáneo “Guillermo Ceniceros”, que ya pueden visitar los locales y los foráneos.

 

 

 

2 comentarios

  1. Alejandra Arriaga