Josef Amón-Mitrani nos muestra su poesía como una fiebre de palabras. Como una telaraña teje el poema, las metáforas como aguijones de abeja se prenden al silencio. El poeta colombiano-israelí nos comparte ‘Pedazos del mismo niño flotando’ donde nace la metáfora como un insecto que persigue la luz de la palabra, en medio de la esquiva realidad.
Niño flotando #1
Hay, en el viento,
que vuela con las formas de los bichos
y el gusano y el río que nunca va a llegar,
un niño de botas de goma y mugre,
paloma agria y fábula quieta y paleta de mandarina.
Un niño que chupa el piso
para llegar al pulmón de alguna abeja.
Siente una fiebre que se le riega
por todas partes, y él ahí,
sentado en una banca,
escribiendo las pistolas de agua,
la estampilla de Frank Sinatra y el dibujo
que pintó para poder llegar al aire;
al viento;
a las ballenas;
al muelle;
al espacio de la nieve
que no existe en el país.
“A nosotros
(decía con ojeras y bosque y chaqueta de cuero),
los que todavía no hemos aprendido a ser poetas,
nos salen ronchas y carnes
en la piel;
nos sale mostaza en los ojos
y agua salada en la taza de café”.
Niño flotando # 2
Mientras tanto,
un chorro de burbujas se va quemando
en el talón,
en el frío de algún mundo…
…y a lo lejos del balcón
sale un hombre con pantuflas
y el sol que arranca el párpado de cinco moscas.
11:00am en la casa del señor:
no hay ni un chorro de vaso sanguíneo,
no hay ni un poster del Che,
ni Schopenhauer, ni Verlaine:
la vida no es más que una hora antes
de salir para su fábrica de algodón,
la piyama y el periódico de los hombres de bien
que mezclan el café de una mañana sin Rimbaud,
sin Whitman, sin Artaud.
Es ese hombre, a lo lejos del balcón,
que no sabe que en el fondo del asfalto
nace un soplo, una grasa, una roña,
un cielo amargo que no respira la lluvia
en forma de arcoíris del color;
una culebra,
fondo del tequila, Coca-Cola, sombra y acordeón.
Debajo de la tierra, y él no lo sabe,
vive una idea cósmica que asfixia
y se va inyectando en los pequeños
pedazos de alma que le quedan a ese niño
que flota, burbuja, y que aún le queda un poco del alma.
Queda, querido niño ahogado,
solo un poco de letra
que de lírica no tenga nada;
que de poética sólo tenga telarañas.
Niño flotando # 3
“Querido:
He sentido últimamente
que ya nadie me quiere;
que ya nadie me convierte
en el insecto
que puede,
poco a poco,
carcomerle la parte de adentro de los huesos.
He sentido que ya no digo;
que soy sólo una nube…
Que me la paso todo el día
leyendo el techo
que es linterna
que es la física cuántica de un zapatero
que es calamar en un puré de calamar.
Y después, en la cama ya,
el ruido egoísta de un espermatozoide,
el punto muerto de cualquier muchacha,
los anteojos que se le encaraman
a los ojos de una piña
que sale volando, colibrí,
por el hueco roto de una hamaca
de un cuarto mío
que ya no dice,
que es sólo nube,
que se la pasa todo el día leyendo su propio techo,
su propio cuarto”.
Josef Amón-Mitrani nació en Bogotá, Colombia en 1987. Se graduó de Filosofía en la Universidad de los Andes con una tesis en autores presocráticos. Cursó, a su vez, estudios de dramaturgia y guión para el cine y la televisión en la escuela de cine Black Maria. Al poco tiempo de iniciar sus estudios de maestría en literatura religiosa, en la Universidad Hebrea de Jerusalén, se retiró por un tiempo del mundo académico para fundar la Escuela de Piratería y Analfabetismo poético. Recientemente ha publicado algunos poemas rústicos (como él los llama) en revistas independientes de España y Latinoamérica. En 2012 apareció su primer libro: Mamarracho de meditaciones imposibles, un proyecto de “escritura elástica”que desarrolló en la ciudad de Tel Aviv. Al regresar a Bogotá, ese mismo año, participó en la fundación del Taller Ciudad de Nubes con el propósito de promover el arte independiente. Hoy, además de los quehaceres del Taller, dicta clases de literatura y artes en el bachillerato y cursa una maestría en literatura en la Pontifica Universidad Javeriana. En el 2015, la editorial Domingo Atrasado publicó su segundo libro: una antología de“poemas rústicos”titulada Lluvia de astronautas.