Arturo Gutiérrez Plaza. Poemas sobre tema mexicano

arturo-gutierrez-plazaTras una temporada en la Ciudad de México, el venezolano Gutiérrez Plaza publicó su libro Cuidados intensivos, de donde extrajo estos poemas que comparte con nuestros lectores. La realidad de la megaurbe se mueve en sus versos como vagón cargado de intensos olores, colores y sabores.

 

 

Selección de poemas sobre tema mexicano de Arturo Gutiérrez Plaza, del libro Cuidados intensivos.
Caracas: Editorial Lugar Común, 2014.

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Arturo Gutiérrez Plaza

 

Amanecer en el Paseo de la Reforma

Antes de que salga el sol
la vida está inquieta,
soñamos despertar pero no lo hacemos.

No es tiempo de cultivo. Tláloc, ansioso de ofrendas, permanece.
Y a lo lejos oímos tambores como si anunciaran la guerra florida.

Son las 6:30 en Paseo Reforma:
los pochtecas salen con sus vasos humeantes
de los Starbucks de las vidriosas torres financieras;
los indigentes siguen durmiendo a los costados
de las vidriosas torres financieras;
hay tamales y transeúntes en las esquinas;
oficiales con chamarras fosforescentes contradicen los semáforos;
hombres de negro, encapuchados, con relucientes metralletas, resguardan la calma;
gente en indumentaria contra el colesterol trota con chihuahuas atados a sus pasos;
obreros con rostros campesinos emergen en masa de los subterráneos
mientras otros, mejor ataviados, ruedan en dirección contraria en bicicletas de alquiler;
huelguistas de hambre salen de sus carpas, mugrientos, frente al Instituto de Salubridad                                                                                                                       [e Higiene.

Entretanto, los guerreros águilas ostentan sus coloridos y emplumados escudos
y cantan en coro:
“Aquí nadie teme la muerte en la guerra
esta es nuestra gloria
este tu mandato
¡Oh, dador de la vida!”

Así, “orgullosa de sí misma”, en duermevela:
“se levanta la ciudad de México-Tenochtitlán”

 

Los secretos vicios de Tenochtitlán

El inframundo no sólo es fuego
ni los hornos de Vulcano.
Allá hay otras formas de lidiar
con los trasuntos de la vida,
desde muy abajo.
No es un lugar donde laboran solos
los carboneros que le proveen humo
a la boca del Popocatepl.
También hay seres acuosos y asalariados,
buzos de aguas negras que trashuman sumergidos
16 kilómetros de drenajes, debajo de las alcantarillas.
Gente avezada en la faena
de enfrentar a solas la oscuridad,
entre estiércol, desechos y cadáveres.
Gente acostumbrada a destapar los secretos vicios
y entuertos de los que viven arriba.

 

Universidad – Indios Verdes

¿Para qué forzar los sueños y las pesadillas
si aquí todo convulsiona hasta domesticar el asombro?
Esto, sólo en parte, lo supo Breton con sus ojos ingenuos,
al pasearlos por las superficies de estas tierras.

Para entonces los subsuelos eran profundidades ganadas
por el agua, el lodo y  ruinas anteriores a los dioses de Lautreamont.

Desde hace medio siglo, sin apelar a la imaginación,
los habitantes de este valle transitan
por debajo de las calles,
excavando, día a día, el sustento.

Un mercado abigarrado y florido
(de ofertas y padecimientos)
viaja entre túneles y vagones
apretujando la existencia de los que van de prisa,
de los que buscan atajos debajo de todo.

Un ciego que tal vez no mira, toca una melodía
en un piano eléctrico con la diestra,
al tiempo que siniestramente lleva el ritmo,
entre tropezones, con un vaso que es maraca y alcancía;
chocolates de calidad y cacahuates se anuncian
a 10 pesos  (“a lo que valen y a lo que cuestan”);
mujeres con tapabocas miran de reojo a parejas que se abrazan
y besan como topos en tiempos de cópula.

Toda especie de anunciantes entra y sale de los vagones,
estación tras estación: vendedores de libros de autoayuda
y biografías del Che; predicadores evangélicos;
pregoneros de chicles y paletas para el bien de gargantas y bocas;
aturdidos sordomudos; parapléjicos enyesados;
dj`s enmochilados y cantantes con guitarras electroacústicas
que ofrecen baladas y rock, en inglés y en español.

Todos forcejean cuerpo a cuerpo como lisiados de extintas batallas.

Nada de esto registró en su bitácora el padre del surrealismo,
ni mientras visitaba estos parajes
ni al macerar el inconsciente en las riberas del Sena.

 

Los niños plateados

Los niños plateados
juegan con candela
para prolongar el rojo
de los semáforos.

Además de malabares
popocan por la boca
y hacen vírgulas que queman.

Así hablan ellos.

Sin necesidad de labrar testimonios
en piedras pintadas.

 

Reclusorio femenil de Santa Martha Acatitla

Y me pidieron
            cuando salga
            escriba un poema
            hable de nosotras
y me dijeron
imploraron
mandaron recados
            no nos olvide
            por si algún día
que afuera
            y niños tenemos
            chaparros
            y aún más pequeñitos
            a punto de nacer
y adentro
            pues nunca se sabe
que todo es injusto
que nada da igual
pero que les lea
que apacigua la rabia
que está bien
y así son
así son las historias
que les siga leyendo
o los cantos
y que algún día
ya veremos
y que gracias

 

Zamuros

Con envidia de los coyotes,
volando, de la serranía,
sobre Tenochtitlán caía
muchedumbre de zopilotes

José Juan Tablada

 

En mi país los zopilotes se llaman zamuros
y vuelan sobre mi ciudad, en bandadas circulares,
desde que amanece.

Dicen que lo hacen,
avizores de la basura y los cadáveres
que les brinda la ciudad.

He sabido que por acá,
guardando las distancias,
no son distintos los oficios de los zopilotes,
cuyas alas, sacrificadas en el Templo Mayor,
oscurecían el sol antes de que llegara el smog.

Ahora, en ambas latitudes,
escasean las águilas que aún cacen serpientes.

En estos tiempos, sobre todo, abundan las moscas.

 

La mujer imaginada

Una mujer imaginada en los andenes
de cualquier estación del metro de esta ciudad.
Una mujer que no llegó, que no vino
y sin embargo camina entre la gente
buscando las mismas salidas que nosotros.

Una mujer imaginada, perdida
en el bosque de Chapultepec
o en la espesura de algún sueño.

Una mujer imaginada, simplemente,
huyendo como todas ellas
de alguna foto que nadie ha tomado aún.

Ellas nos acompañan sin saberlo,
sin siquiera imaginarlo.

Por ellas caminamos junto a ellas
sobre las mismas accidentadas aceras
o pisamos hojas imaginadas, tal vez ya pisadas
por ellas, que apenas insinúan la existencia del otoño.

 

Amantes en tránsito

Se besan y cuando se besan
son como las adormideras.

Un opio denso los estremece.

En las esquinas:
lenguas y labios.
En los vagones:
caricias, lenguas y labios
En ascensores:
lenguas, labios, deseos.

Sin tregua hacen el amor
al pie de las escaleras.

Devotos al tacto,
envueltos en sí mismos
impúdicos en la pública vía,
se ponen así, sin ya querer despertar,
como las adormideras.

 

Al modo de Oliverio Girondo (si hubiese sido mexicano)

Veinte millones de almas, hechas cuerpos,
se antojan, se huarachean, se alambran, 
se aflautan, chilaquilean, se arracheran,
se tortillean, se enchilan, se empozolean,
se enmolan, se mixotean, se gusanean,
se enguacamolan, se enmolletean,
se enquesadillan, se fajitean,
se escamolean, se nopalean,
se agringan y al fin campechanean.

 

Águilas nocturnas

Averiguo en la noche,
en la ambigüedad de los sueños:

Aguas congestionadas,
corrientes agolpadas en tuberías
y un estruendo periódico de aviones
que nadie sabe adónde van.

Tales son los signos que descifro
en este oscuro pentagrama.

Habito la latencia de un asombro primordial:

cuerpos desnudos, jadeantes,
leales a un ritmo cósmico,
aprendices de sagrados y ancestrales designios,
coronados por oráculos labrados
en las pirámides del Sol y la Luna.

Hilvano los sonidos que me rondan:

águilas nocturnas cruzan el cielo
danzando, en un rito, sobre aguas volcánicas.

 

Amante cautivo (en Skype)

Hoy puedo verte
pero no tocarte.
Puedo conversar contigo,
siguiendo con mi dedo
la silueta de tu rostro.
Puedo amarte sin oler tu piel,
recorrerte a la distancia.
Besarte como un pez
confinado en su acuario,
rehaciendo recuerdos
que no provienen de la memoria
sino de espejos anegados
más allá, al otro lado,
al fondo de esta pantalla.