Eduardo Langagne el cantor. Antonio Deltoro

eduardo-langagneSi algo celebra el mexicano Antonio Deltoro de su compatriota y colega Langagne es el carácter melodioso de sus versos, la alegría del muchacho de barrio que canta y la del hombre culto que también canta a los mismos motivos de la vida.

 

 

Verdad posible

Antonio Deltoro

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Antonio Deltoro
La canción se le da a Eduardo Langagne con naturalidad y felicidad; cantar es su vocación y, para fortuna del lector, también su oficio.

La versatilidad formal de Langagne, su agilidad, lo mismo en la canción que en el poema narrativo y cargado de referencias, es una virtud que hace que sus versos puedan decir con limpieza, subrayo este verbo, decir, porque en su poesía, decir y cantar son uno mismo ("Canto y cuento" es la poesía, para Machado, otro amante de lo folclórico).

Los poemas de Langagne revelan su sentido, sin tropezar con obstáculos, pero también sin hundirse en la angustia. Casi nunca es excesivo, siempre es legible, trabaja para el otro, hablándole, como el que supone en él un par sentimental, un compañero, que sabe también cantar y tocar la guitarra, un ser como todos, pero aficionado a la poesía.

Un libro de 1987, ¨Navegar es preciso", tiene como parte de su epígrafe un fragmento de la partitura de una canción de Caetano Veloso que musicaliza la sentencia de los antiguos navegantes portugueses: "navegar é preciso, / vivir ñao é preciso" . De Langagne se puede decir que para él vivir y cantar son  precisos: sus poemas son necesarios y, al mismo tiempo, bien hechos.

En Verdad posible, el libro que presentamos hoy, hay un poema en donde, con su guitarra, Jimmy Page construye una escalera al cielo; en otro, "Cuando la tarde declina", nuestro autor reúne en una canción los nombres de dos poetas de los siglos de oro:

 

Cuando la tarde declina
y la lluvia es torrencial.
tus ojos son madrigal
de Gutierre de Cetina.
Don Luis de Góngora en ello
ve más allá del Arcano:
compite con tu cabello,
pero el sol relumbra en vano.
        Quisiera dar un salto de veintisiete años, entre dos siglos, continuar con un poema
de "Navegar es preciso":

 

Canción

El mar gotea
se evade a gotas.
Una gaviota
lo picotea
(busca alimento)
y el mar hambriento
se balancea.

El mar se agota.
Un mar violento
seca el aliento
de la gaviota
que mueve apenas
sobre la arena
sus alas rotas.

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Eduardo Langagne
            Muchos poemas de Langagne trasmiten esta alegría, un poco triste y melancólica, concentrada en unos cuantos versos, que nos dan las canciones cultas y populares. Langagne es un maestro en este género y en otros cercanos a éste, pero también, como ya dije, tiene poemas extensos, de versos largos, poemas que a la vista parecen espesos e intrincados, pero que se leen ágilmente, gracias a un oído que nos abre las puertas. Quisiera recomendarles cuatro poemas de este tipo del principio del libro; están dedicados a personajes entrañables: en el primero se entrelazan, en una crónica, Pessoa, Aleister Crowley y la portada, numerosa y poblada, de "El sargento Pimienta"; en el segundo se hace un recuento de la vida acuática de  Johnney Weismuller, vista desde su vejez, amnésica y acapulqueña; los dos últimos tocan a un vagabundo llamado Bob Dylan y a una  deliciosa fantasma llamada Mae West, iniciadora envidiable y prodigiosa. En ellos, como en otros del mismo libro que sería largo citar, se unen, con difícil amabilidad, las culturas popular y literaria, sin perder la hondura reflexiva y cordial. Eduardo Langagne mezcla notablemente bien los años setenta y la colonia Juárez, con Brasil, Portugal y Pessoa. Da la impresión que se mueve en un mundo que domina fácilmente, pero en sus poemas adivino mucho trabajo y reflexión. Hay una parte de Verdad posible dedicada al oficio, en ella hay varios poemas que me gustan e interesan, pero uno que voy a leer completo es mi favorito:

Oficio
Tengo una mesa.
Puedo escribir tengo una mesa.
Tengo una silla.
Puedo escribir tengo una silla.
Aún más:
tengo papel y tinta.
Puedo escribir sobre el papel, con esta tinta.

Pero la poesía no está en lo que tengo.
La poesía me dice
que está en lo que falta.

Después de este poema, para mí tan esencial que ya está en mi endeble memoria, quisiera ir finalizando:
En Eduardo Langagne conviven un joven que canta y un hombre culto que canta también, a veces añorando un muchacho que canta; no es azaroso, pues, que los poemas que cantan y los poemas que cantando nos hablan del canto, sean abundantes en sus libros. En Navegar es preciso hay un poema que dice:

Atención
Entre la multitud
puedes reconocerme, amor:

yo soy el que va cantando.

Nacido en el 52 del siglo pasado, Eduardo Langagne ya lleva muchos años cantando. Verdad posible tiene como penúltimo poema “Jóvenes trovadores", en él se evoca a compañeros de iniciación musical y poética. Definitivamente, la vocación y el oficio de Langagne vienen de lejos, reunidos en una poesía cercana al sentimiento, orientada a una verdad posible, a una canción.

Frente a la catástrofe que nos amenaza, el libro que hoy bautizamos, Eduardo Casar y yo, practica, con sabiduría, el amor a la vida posible; este pudor no excluye la flama, excluye la impostura, la barbarie y la exageración.  Los poemas de Eduardo Langagne registran el paso del tiempo con un dolor que se acompaña con música, agradecido a la vida, que no rechina ni se entrega a la queja.

El poema con el que quiero despedirme será el valedor de una conducta educada y valiente; es, a su manera, un testamento que apuesta a la continuidad de las formas corteses, al "Hoy es siempre todavía" de una forma de convivencia y amor:

 

Testimonio
Aun si supiera
que el mundo
explotará esta noche,
hoy también te diría
con un beso
"hasta mañana".