El nadaísta Arbeláez responde al discurso de Fernando Vallejo, quien manifestó su absoluto descreimiento sobre el proceso de Paz en Colombia condenándolo al fracaso, a la ruina democrática.
(Fragmento de la intervención de Jotamario Arbeláez en el Foro mundial de Arte y Cultura por la paz de Colombia)
El pasado miércoles 6 a las 3 p.m., en Centro de la Memoria, tuvo lugar el panel El lugar de las víctimas y de los artistas en el proceso de la creación, con los invitados Marcelino Cárdenas, escritor y víctima del conflicto, de Villavicencio; José Alejandro Restrepo, investigador y docente, de Bogotá; Jineth Bedoya, periodista especializada en el tema justicia; Nicolás Montero, actor y director de teatro y Jotamario Arbeláez, poeta y periodista.
Presentamos un fragmento de la intervención del poeta nadaísta, cuya parte central fue una sentida página sobre el recientemente fallecido maestro Carlos Gaviria. La última parte fue repetida por el poeta en el evento Encuentro de poetas por la paz, en la Universidad Nacional, el pasado viernes, en mesa compartida con Juan Manuel Roca, Patricia Ariza, Carlos Satizábal, Álvaro Marín y una delegada del embajador del Ecuador, Raúl Vallejo.“Antes de que se consolide la paz, en contra y a pesar de los torpedos opositores obstinados en el exterminio, quiero dejar clara constancia de que el papel de los escritores y artistas no consiste en crear mecanismos para que la paz llegue o se quede, sino en dejar testimonio fehaciente y doliente de lo que ha sido más de medio siglo de arrasadora barbarie. No buscamos becas de paz, sino paz para testimoniar la masacre de bando y banda. Sólo acudiendo a la memoria se puede contrarrestar la repetición del holocausto. La firma de la paz debe no sólo comprenderse como un cese de hostilidades entre la milicia y los insurgentes, sino como un compromiso de no agresión del gobierno y de la guerrilla con el pueblo de Colombia. Los unos dicen que son sus representantes legales, los otros posan de ser sus liberadores. Y como tales, en el cruce de disparos quienes caen son por lo general inocentes, peatones citadinos o los inermes pobladores del agro. Se requiere de una paz que dure, no de una paz débil, de una paz que sea más fuerte que sus enemigos armados de un ya inaceptable belicismo.
Se requiere de una paz con dientes, como se dice
Para celebrar por anticipado el anhelado arribo de la paz a nuestro territorio, que comprende nuestra mesa y nuestra cama, el lema de nuestro último manifiesto A la mierda con la guerra, Nadaístas por la paz: “La paz, como el amor, no se hace sola. ¡Ponga su parte!”
Entre los enemigos cerreros que van saliendo, y que tienen entera libertar de perorar en sus toldas porque cada uno puede pensar de acuerdo con su serenidad o sus rabietas, estuvo un colado (por más invitado de honor que fuere, pues se salió de casillas) en esta solemne Cumbre Mundial de Arte y Cultura por la Paz de Colombia, cual fue el petardo de Fernando Vallejo, quien en plena inauguración y a tono con su acostumbrada manera de sofista gramatical, le endilgó a la palabra paz el sinónimo de infamia, acusó al presidente de sinvergüenza concertista para delinquir y lo parangonó con los subversivos, tildó de miserables a los militares que participan en la mesa, al Papa de lavapatas y a Jesucristo de bobo. Y ahí sí que tacó burro, porque ahora lo que es con Cristo es conmigo. No perdonó ni a Piedad Córdoba ni a Mockus ni a Petro, que es el anfitrión del evento, mejor dicho, acabó hasta con el nido de la perra que él tanto ama. Se despachó contra estas jornadas de paz acusándolas de ser una farsa, y desde luego unos farsantes los que participamos en ellas, y hasta tuvo su previsible cuchufleta para Gabriel García Márquez, a quien no le perdona sus errores de preceptiva ni su posteridad mal habida. Como decía mi abuela en un trance de estos: “Qué dirían en Popayán”.
Si todos nosotros somos unos farsantes, los cientos de rigurosos invitados del país y del mundo y los miles de asistentes devotos –como clamó el invitado estrella de la Alcaldía para inaugurar este evento–, no sé qué estamos haciendo aquí.
Los organizadores del evento fueron timados en su buena fe. Lo que no los exculpa. Malo si sabían que él acostumbra hacer sus necesidades intelectuales en plena mesa alcanzando el zarzo, para limpiarse con el mantel o la bandera que encuentre más a mano; y malo si no tenían noticia de sus pícaras ñoñeces reiterativas. Nos dejó a todos literalmente de baño. Nadie en su juicio puede someterse a esa extraña muestra de masoquismo intelectual, cual es facilitarle irrumpir en un foro de este calibre a un francotirador –al que yo llamaría más bellaco que el presidente, como él lo tilda–, para apañar no sólo los vítores de la platea de tanto vallejoso contagiado con su tirria más que enfermiza. Primera vez que Petro se deja meter un dedo en el ojo, y de un tipo tan de cuidado. A quien para sacarle un elogio se necesita ser Cuervo.
Con lengua menos viperina afirmaba el expresidente López Michelsen que la violencia en Colombia obedecía a que éramos un país mal tirado. De allí que resulte tanto mal parido.
Contestarle es perder el tiempo, ya que el seudoanarcolibelista ha decidido que cualquier insulto le resbala. Y con razón, si es el único habitante del planeta que se conozca que se ha permitido mentarse la madre a sí mismo.
Acepto que esta no es la terminología adecuada para un foro de paz, y que caigo en la trampa de seguirle la cuerda, y que mucha gente piensa que siempre ha sido muy nadaísta su gesto. Pero algo va del nadaísmo a la patanada. Por eso resulta adecuado que sea un nadaísta quien le pise la lengua a ese contumaz boquisucio. En esta ocasión haciéndole la segunda a los cojonudos alzados contra la paz, que ya me imagino camino del monte a ocupar las vacantes cuando esta llegue.
Espero que cuando triunfe la paz, no inviten a celebrarla a don Fernando Vallejo. O por lo menos no nos inviten a nosotros.
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