POEMAS Jorge Boccanera
CATRINA
Las escobas que barren el reloj son dos locas.
En la esfera que trina suena el temblor tembleque
del tic tac.
Sobre ese camposanto interminable van a sembrar
azúcar y a recoger veneno
Tan vestidas de gala las escobas,
tan flores de trapito aquellas capelinas,
plumas de zopilote, soga de cascabel le enfiesta
el cuello
y por la madriguera de sus ojos escapa el humo
de pájaros quemados .
La pista circular es ese disco
que dura lo que dura una canción.
De catrina en catrina el minutero
me va diciendo:
hola y adiós.
Locas del camposanto las escobas, no dejan de barrer
la testa del ahorcado.
Pulen la luna helada cada noche y luego se columpian
en un árbol de huesos,
graznan, chillan, se embriagan, sus labios de ceniza.
Con aliento a difunto y a cantina
van aquellas escobas, arrastran pies marchitos al ritmo
de un danzón
¡Ay la fregada y su perfume rancio!
¡Ay la esfera pulida y platinada colgando en el extremo
de un rosario de cruces!
Sobre ese camposanto llueve baba de perro.
La pista circular es ese disco
que dura lo que dura una canción.
De catrina en catrina el minutero
me va diciendo:
hola y adiós.
MORIBUNDAJE
“El dolor no se puede matar”
CRISTIAN ALIAGA
La bestia del dolor al centro del lago artificial,
la montaña nevada tras los barrotes blancos de la cama,
sábanas y almidón.
Bajo la piel los dados de marfil se juegan un estar, moribundeando vamos, tanteos en la oscuridad de un cuerpo propio, el extranjero de uno mismo.
Se escucha trabajar cerca del lago al pulidor de huesos.
Una radio lejana da noticias de una guerra que termina y empieza
cada día.
Al que agoniza le dan de comer en la frente,
le dan de vivir en la boca,
le dan de soñar en el pecho,
le dan de pensar en la sombra.
El lago artificial va sin arrugas, ignorante de los colores, sin el latido de una sola hoja, sin el chasquido de una garza.
Sólo el afligido va de aquí para aquí con su pregunta incrustada
en los ojos.
Pero el dolor no hace tratos con nadie.
Y aunque no duela siempre, siempre duele.
Las palabras, las ganas están hechas de aire, ese polvo de oro
fugado de los bolsillos rotos del cuerpo,
Y le dan de comer en la frente,
de vivir en la boca,
de soñar en el pecho,
de pensar en la sombra.
Hacer de tripa, corazón; de hueso corazón; de almita, corazón. Pero ¿y de corazón?, ¿una coraza?, ¿un pájaro de
sangre?
Alguien se vuelve anónimo envuelto en su sí mismo.
La bestia del dolor al centro del lago artificial, la montaña nevada tras los barrotes blancos de la cama,
el almidón, las sábanas, los dados de marfil, moribundaje.
Aspirar, exhalar, armar con pedacitos de nada una enorme
paciencia de dientes apretados.
Y el deseo con mordaza en el paisaje de los frascos, el lago artificial, el náufrago aferrado a una astilla de luz, de puntillas de
pie sobre las fauces del vacío.
Y le vuelven a dar de comer en la frente,
y de nuevo le dan de vivir la boca,
y otra vez de soñar en el pecho,
y de nuevo le dan de pensar en la sombra.
No hay quien le ponga el cascabel al gato.
LA NIÑA DE LA MALLA ROJA
El cuerpo de la niña de la malla roja gira en la rueda de madera. Va maniatado en ese disco, como si formase parte de su ser y el movimiento se hiciese uno con su respiración.
Ningunos de los espectadores boquiabiertos y con el corazón detenido por el riesgo del acto, sospecha que la niña, en lugar de girar al ritmo que le impone la rueda, está volando.
Tampoco les ha dado a pensar si detrás del antifaz de lentejuelas sus ojos lagrimean, sonríen o van envueltos en un sueño. Menos se les ocurriría que en este mismo instante está abriendo los ojos para ver lo que da vueltas a su alrededor: un elefante de cabeza, la carpa multicolor borracha, los globos que desciende y el payaso a los tumbos. El mundo tal cual es, patas arriba.
La niña de la malla roja gira en la rueda de madera a gran velocidad; el cuerpo atado, las manos y los pies sujetos con correas de cuero. El cuello igual.
El hombre de la capa negra elige sus cuchillos ordenadamente dispuestos sobre un paño azul, en la pequeña mesa de madera. Acaricia el filo para cerciorarse de su poder devastador, toca la punta con su índice enguantado.
Su ayudante le acerca un abanico de puñales, él cierra un ojo y toma puntería; los arroja sin pausa, vertiginosamente, pero ninguno da en el blanco. La gente aúlla, aplaude, ovaciona de pie al hombre que ha errado cada tiro.
Tras saludar mintiendo una sonrisa, el hombre de la capa negra que mastica una rabia profunda y macerada, abandona la pista. El elefante deja la alfombra de aserrín. El payaso borra su gran boca pintada. El público deja lentamente la carpa.
Nadie aplaude a la niña de la malla roja que en su volar en círculos eludió una vez más los lances de la muerte.
Jorge Boccanera nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1952. Dio clases de literatura y periodismo en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (Argentina). Durante la dictadura militar argentina (1976-1983), se exilió en México. Regresó a su país en 1984. En 1989, se fue a vivir a Costa Rica, donde residió hasta 1997, cuando retornó a Buenos Aires, donde vive.
Como periodista fue jefe de redacción de los semanarios: Crisis, de Argentina, Plural, de México, Aportes, de Costa Rica, y editor del suplemento cultural Forja de la Universidad de Costa Rica. Escribe la columna semanal "Diálogos con Jorge Boccanera" en el Suplemento Literario Télam de la agencia de noticias del Estado argentino. Es director de la revista cultural Nómada.
Como poeta varios de sus poemas han sido convertidos en letras de canciones por artistas como Mercedes Sosa, Alejandro del Prado, Lilia Vera, Raúl Carnota, Silvio Rodríguez, Enrique Llopis, Marcelo Boccanera y Litto Nebbia.
Dirige la Cátedra de Poesía Latinoamericana de la Universidad Nacional de San Martín en la provincia de Buenos Aires.
BIBLIOGRAFÍA
Poesía:
Los espantapájaros suicidas, 1974.
Noticias de una mujer cualquiera, 1976.
Contraseña, 1976.
Poemas del tamaño de una naranja, 1979.
Música de fagot y piernas de Victoria, 1979.
Los ojos del pájaro quemado, 1980.
Polvo para morder, 1986.
Sordomuda, 1991.
Zona de Tolerancia, 1998.
Bestias en un hotel de paso, 2001.
Antología personal, 2001.
Poemas, 2002.
Servicios de insomnio, 2005.
Jadeo del viaje, (disco compacto editado en México), 2007.