Conocido más por sus crónicas de cine y sus cuentos, el editor de La Jornada Semanal comparte con nuestros lectores sus habilidades de sonetista.
Seis sonetos
(de Los días)
Luis Tovar
Frente al espejo
¿Cuánto será que de mi vida dejo,
como quien se desprende de una prenda,
como una cosa que a la nada tienda
cuando pongo mi rostro en el espejo?
¿De qué estoy hecho allá, muy en el fondo,
si esta carne que soy se desvanece,
si cada día mi yo desaparece
y se sumerge en un océano hondo?
Instantes un instante detenidos,
estoy hecho de voces y me habitan
reflejos de reflejos desvaídos,
historias que a este mundo nada importan,
palabras que son sueños muy queridos:
naufragio de almas que en el tiempo flotan.
Autarquía
Jugar a las vencidas con la muerte:
decirle a dios que el alma pertenece
al que la usa y no al que se envanece
de haberla dado por graciosa suerte.
Negar la reverencia a quien te hizo,
echó la piedra y escondió la mano;
forzarlo a dar la cara será en vano:
creador irresponsable es el huidizo.
Vivir los días sin amparo alguno
salvo la breve fortaleza de uno
y no de dioses, mucho menos curas:
de los primeros cuenta con su ausencia,
de los otros evita su presencia
y atente a ser tú mismo mientras duras.
La eterna fugacidad
Fugaz es todo y no sólo el instante
que muere cuando está recién nacido.
Fugaces lo banal y lo importante,
una y la misma cosa lo perdido.
Reino, poder y gloria son fragmentos
iguales a rescoldos y ceniza
y son menos asibles que la brisa:
momentos de momentos de momentos.
Un parpadeo, materia de un segundo
es el tesón del polvo que es el mundo;
al terminar la espuma de los días
la vida entera y sus pueriles planes
acaban con las manos más vacías
y la inutilidad de sus afanes.
Lógica del sinsentido
Jamás concede la naturaleza
profunda de las cosas más sustento
que la búsqueda del entendimiento
mas siempre sin asomo de certeza.
Pregunta y duda son las solas claves
que quiebran la coraza del secreto
latente entre las ramas del abeto,
desplegado en las alas de las aves.
Para rasgar la oscuridad la mente
debiera soslayar de los sentidos
cada señal, pues su discurso miente:
del día y la noche escucha los latidos
y aunque lo haga involuntariamente
urde una lógica de sinsentidos.
Minutero adentro
Es isla sin contorno definido,
es oquedad sin fondo ni perfiles,
billones de millones y de miles
de puntos de un trayecto establecido
desde siempre mas nunca revelado
de antemano para el que lo transita,
que de la realidad sólo es visita,
línea fugaz de trazo descuidado
que en su tenaz deseo de permanencia
coloca en las palabras su esperanza:
eón, milenio, día, dice la ciencia,
pero es guerra perdida, blanda lanza,
ingenuidad pensar que con el nombre
el tiempo es dominado por el hombre.
Antiser
El silencio es nada así, sin símiles,
sin aristas ni orillas y sin bordes
y como al mar da igual donde lo abordes,
no hallarás en él partes disímiles.
Ausencia de sonido, dicen quienes
intentan atisbar ese vacío,
ese no suceder, ese extravío
que instala su no ser entre las sienes.
Quizá sea de la muerte la materia
o grito en las entrañas extinguido,
de un vago dios ya muerto la faz seria
como de cada día el instante ido,
como del universo antimateria,
vacío, hueco, nada: antisonido.
Luis Tovar. Ciudad de México, 1967. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, en el área de literatura, 2004-2007. Es autor de Amor que crece torcido (UAM, 2000), Diccionario del mar (Universidad Veracruzana, 2008), Una jornada en el otro tiempo (Ediciones Sin Nombre, 2009) Palabra el cuerpo (Minimalia) y Sin rastro de nosotros (Eternos Malabares/Conaculta, 2013). Es coautor de Cuentos de paso (GDF, 2004) y está antologado, entre otros títulos, en Cuentos jíbaros (Ficticia, 2007), Cuentos de negra juventud (Selector, México, 2011) y La música de las sirenas (UAEM, 2013).
2 comentarios